Los hijos de los presidentes -segunda parte- Los hijos de los presidentes -segunda parte-
La crisis del ’30, tal como se
conoce al período en que la
quiebra global que comenzó
con la caída de la bolsa
de Nueva York provocó la
mayor debacle económica del siglo XX,
tuvo en la Argentina una repercusión política
fundamental: en medio de un clima
de época y a la par que varios países de la
región, fue derrocado el gobierno del radical
Hipólito Yrigoyen, interrumpiendo
68 años consecutivos de vigencia plena
de la Constitución Nacional de 1853, iniciando
una larga temporada que se puede
llamar dela inestabilidad republicana”,
que duró hasta la restauración de la
República en 1983.
Es importante destacar que coincide
este tiempo político con el gran cambio
social marcado por la consolidación de
los medios de comunicación modernos,
como la radio y la televisión, además de
la portentosa masificación de los diarios
y revistas, todo en el marco de la popularización
de las tecnologías. Esto tuvo como
consecuencia directa una rápida invasión
sobre aspectos de las vidas privadas
de los funcionarios públicos, y sobre
todo de los primeros mandatarios en todo
el mundo. Por eso, la vida de las familias
presidenciales en la Argentina se
convirtió en un elemento fundamental
para el juicio social de la personalidad de
quienes gobernaron el país entre 1932 y
la actualidad. Reiteramos el criterio de la
primera parte de este artículo: dedicarnos
a los presidentes constitucionales argentinos.
La mal llamada
“Década Infame”
El tiempo político transcurrido entre
los golpes de Estado de 1930 y 1943
es nombrado generalmente como “década
infame”, lo cual ha provocado una falta
de estudio serio y pormenorizado de
un período muy interesante de la vida argentina,
que como todos tuvo claros y oscuros,
pero que no puede ser considerado
homogéneo sino de gran dinamismo
como intento de adaptar la vida social al
nuevo orden que produjo la aparición del
proteccionismo como modelo en la relación
económica entre las naciones. Vale
recordar la frase de un historiador moderno
que dijo “ni década ni infame”, refiriéndose
al hecho de los trece años que
abarca y sobre todo a la significación moral
que no debe ser impuesta a un lapso
histórico sino a lo sumo a los personajes
que lo protagonizaron.
Tres presidentes constitucionales
abarcaron este tiempo de tensiones institucionales,
de adaptaciones políticas y
de reubicaciones diplomáticas que cambiaron
el destino argentino. El 20 de febrero
de 1932 asumió Agustín P. Justo,
general de brigada e ingeniero civil, que
llegó al poder por medio de una alianza
entre conservadores y radicales antipersonalistas.
Este entrerriano se había casado
en 1900 con Anita, la hija de un expedicionario
del desierto, Liborio Bernal.
El matrimonio tendría siete hijos,
tres de los cuales morirían en la infancia:
Horacio, Elcira y a los 5 años Agustín Pedro,
que había sido destinada preservar
la tradición del nombre paterno completo
en cuarta generación, cortándola para
siempre. Esta fue la primera familia presidencial
que comenzó a usar como residencia
vacacional la quinta presidencial
de Olivos.
El primogénito Liborio, homenaje al
abuelo materno, iba a causar varios dolores
de cabeza políticos a su padre: se hizo
marxista trotskista, fue un duro opositor
a sus políticas públicas, y durante
la visita del presidente estadounidense
Franklin D. Roosevelt al Congreso argentino
en 1936, aprovechó su condición
filial para entrar al palacio legislativo y
gritar desde un palco al inicio del discurso
del visitante:“Abajo el imperialismo”.
Agustín P. ordenó arrestarlo y lo envió a
una estancia en La Pampa, a fin de que
“entendiera de una vez cómo funciona el
capitalismo”.
Pero sin duda Justo sufrió como
ninguna la tragedia de su hijo Eduardo,
que era su secretario personal,
quien murió luego de que su padre le
pidiera cambiar de avión para el regreso
de la comitiva aérea que los llevó
a Paso de los Libres, donde tuvo lugar
una entrevista con el presidente del
Brasil, Getulio Vargas.
A sólo un mes del fin de la presidencia
de Justo, una tormenta hizo caer el
avión en el que viajaba su hijo de sólo
27 años sobre el arroyo Itacumbú, en la
República Oriental del Uruguay, muriendo
los nueve tripulantes. En ese lugar
se levantó un monumento que recuerda
al primer hijo presidencial mayor
de edad muerto en el mandato de
su padre. Sólo una niña, María del Pilar,
hija de Nicolás Avellaneda, había
muerto hasta entonces durante el gobierno
paterno.Las crónicas periodísticas
y los testimonios de sus familiares
coinciden en que don Agustín P. (así lo
llamaban domésticamente) nunca se
repuso de esta tragedia.
Los integrantes de la fórmula presidencial
ganadora de 1938, Roberto M.
Ortiz y Ramón S. Castillo, estaban casados
con María Luisa Iribarren y María
Delia Luzuriaga, teniendo tres y seis hijos,
respectivamente, llegando todos a
edad adulta.
El caso de Ortiz es particularmente
dramático ya que su esposa sería la primera
cónyuge en morir durante el mandato
de su marido en abril de 1940 y el
golpe anímico provocó a don Roberto
una crisis diabética que lo dejó ciego,
obligándolo a pedir licencia, que se hizo
definitiva hasta su renuncia, sólo veinte
días antes de morir en 1942.
Del 45 al
76: Perón y
sus esposas.
Frondizi, Guido,
Illia y Cámpora
En la segunda mitad del siglo XX, las
costumbres sociales modernizaron a las familias
presidenciales, disminuyendo notablemente
la cantidad de hijos. Juan Domingo
Perón, casado en 1928 con Aurelia
Tizón, en 1945 con María Eva Duarte y en
1961 con María Estela Martínez, quien lo
sucedería en el mando, se convierte hasta
hoy en el único presidente sin descendencia
biológica, pero eso no significó que su
herencia quedó vacante. él mismo dictó su
testamento para perpetuarse en la historia:
“Mi único heredero es el pueblo”.
El caso de Arturo Frondizi es muy representativo
de su época porque el correntino
se casó con Elena Faggionatto en 1933
y a los cuatro años nació su única hija Elenita.
La familia era el gran cimiento de don
Arturo, y queda como testimonio físico la
casa que construyó él mismo en las playas
de Pinamar acompañado de esposa e hija,
despuntando el oficio de su padre Julio que
era carpintero. Esa construcción de madera
sobre palafitos que aún se conserva lleva
el nombre de “Elenita” y la familia la usó
durante décadas.La prematura muerte de
Elenita a los 38 años en 1976 significó para
el matrimonio un golpe insoportable y
el comienzo de la decadencia de don Arturo,
que se acentuó al fallecer doña Elena en
1991.
José María Guido, protagonista de un
gobierno de ribetes constitucionales de
facto entre 1962 y 1963, se casó en Santiago
del Estero el 20 de abril de 1946
con Purificación Areal y tendrían dos hijos:
Amalia y Rodolfo. El pergaminense
Arturo Illia se había casado en Punta Alta
con Silvia Martorell en 1939 y tuvieron
tres hijos: Emma, Martín y Leandro. El
bonaerense Héctor J. Cámpora se casó
con Georgina Acevedo en San Andrés de
Giles en 1937 donde nacerían sus dos hijos:
Héctor y Carlos.
Desde la
restauración
de la República
hasta el presente
Raúl Alfonsín asumió la presidencia el 10
de diciembre de 1983 y estaba casado con doña
Lorenza Barreneche desde 1949, con quien
tuvo seis hijos. El caso de Carlos Saúl Menem
es singular ya que fue el primer presidente de
origen musulmán, casado bajo ese rito en1966
con Zulema Yoma, con quien tendría dos hijos.
Su destierro en Formosa durante la última dictadura
militar fue el tiempo en que tuvo a su tercer
descendiente fruto de una relación extramatrimonial:
Carlos Nair, a quien reconocería
años después. No deja de llamar la atención que
su primogénito Carlos Facundo haya muerto en
un accidente de aviación durante su mandato,
empardando la tragedia de Justo arriba mencionada.
Luego de su presidencia, el riojano iba a
casarse nuevamente y tendría a su cuarto hijo
Máximo. Fernando De la Rúa, el cordobés hijo
del santiagueño de Frías, don Antonio, fue quien
presidió el país en el cambio de milenio y estaba
casado con Inés Pertiné, habiendo sido padres
de tres hijos.
Hay una frase que usa el periodismo respecto
de acontecimientos que se van desenvolviendo:
“noticia en desarrollo”. Vamos a parafrasearla
diciendo que hay “historia en desarrollo”,
como la vida de los presidentes del siglo
XXI. El trajinado comienzo de siglo tuvo varios
en poco tiempo: Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo
Duhalde y Néstor Kirchner. El puntano tiene
seis hijos, fruto de sus dos matrimonios. El
bonaerense tiene cinco hijos en su matrimonio
con Hilda González. El santacruceño protagonizó
el segundo caso de un matrimonio que se sucede
en el cargo cuando Néstor Kirchner cedió
la presidencia a su esposa Cristina Fernández,
con quién había tenido dos hijos antes de llegar
ambos a la presidencia.
El caso de Mauricio Macri es de interés para
la historia porque se trata del primer caso de
un presidente divorciado en dos ocasiones antes
de asumir su mandato. De sus tres matrimonios
nacieron cuatro vástagos. Es curioso que
desde el ‘83 los presidentes hayan superado el
número de hijos de una “familia tipo argentina”,
salvo los Kirchner. La prudencia de quien esto
escribe apela a los lectores para decir que, viviendo
la mayoría de los protagonistas, aceptaremos
el consejo de Arnold Toynbee, uno de los
grandes historiadores modernos, para esperar
que transcurran veinte años de los hechos para
hacerlos historia.
Desde 1932 hasta el 2020 las familias presidenciales
estuvieron compuestas por 56 hijos.
El caso del actual mandatario argentino, Alberto
Fernández, que llegó a la presidencia con un
hijo y va a convertirse en el primer padre durante
su mandato desde el siglo XIX, será motivo de
investigación cuando pase el tiempo amable que
hará reposar las pasiones y permita a la historia
convertirse en el relato sereno del pasado.