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EL LIBERAL . Viceversa

Una historia diferente

23/07/2022 22:11 Viceversa
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Una historia diferente Una historia diferente

Matías,

nuestro

protagonista,

no

era aficionado del futuro. Nunca

se preocupó demasiado

por cómo las cosas pasarían

mañana o pasado, mucho

menos en cinco o diez años.

Un alma libre que vive el

día a día sería su mejor descripción,

sin dudarlo. Por lo

que, todo lo que les contaré

aquí, a nuestro protagonista,

le sorprendió día a día.

Cosas nuevas se asomaron

a su vida a la corta edad de

diecisiete años, cuando todos

los chicos comienzan a

pensar en futuro estando en

el último año de preparatoria.

Matías, confiado y fiel a

su filosofía de vida, nunca

se imaginó que terminaría

del modo que lo hizo porque

no ha medido su futuro

con centímetros como sus

leales amigos.

él no lo imaginó, no lo planeó,

y por eso fue feliz. Muy,

muy feliz. Hasta último momento,

me dijo que no se arrepiente

de nada y está, por demás,

feliz y conforme con su

decisión.

Siempre me repetía

cuando podía, claro, que

yo debería dejar de medir

las cosas y “dejarme llevar”.

Fuimos mejores amigos pero

no nos caracterizamos

por tener la misma ideología

de vida. Yo, por mi parte,

calculo todo lo que hago

y haré. A veces un poco

desmedido y fanático de las

predicciones, nunca cayendo

en la astrología o demás

cosas que parecen fantásticas

al ser humano.

Porque

mi pensamiento lógico me

lo impide.

Pero, ¿cómo les cuento

lo que le sucedió a mi amigo?

Tal vez debería comenzar

con esa reunión de curso

sobre el tradicional viaje

de fin de año que todavía,

irónicamente, faltaba un

año.

En donde, Matías, recibió

la confesión de amor

de nuestra compañera menor,

la más joven del curso.

No puedo decirles con exactitud

qué fue lo que llevó a

esa pobre e inocente señorita

a confesarle su amor,

al chico más codiciado de

la clase, frente a todos. Una

parte de mi cree firmemente

que Matías la obligó a hacerlo

así, con su personalidad

molesta y engreída, rozando

los bordes de lo detestable.

No, no fue correspondida

por mi amigo, al

contrario, fue cruelmente

humillada con un “¿crees

que yo me fijaría en ti?”.

La muchacha, antes de

largarse (seguramente con

el corazón roto), le aseguró

que -Matías- sufriría por

cuatro años, los años que

le tomó a ella confesarle su

amor. Amigos míos, aquí

les contaré los cuatro tristes

años de mi querido amigo.

Profetizadas por una joven.

Todo comenzó unas semanas

después del dichoso

suceso que hasta el día de

hoy es comentado por amigos

como “la maldición”.

Estábamos con Matt sentados

en un café, teníamos un

examen para física en dos

semanas y discutimos si faltar

a la práctica de fútbol un

día de esos para estudiar,

cuando una joven de unos

dieciocho años se paseó por

el frente con un vestido de

flores azules y fue directo al

mostrador.

Era sumamente elegante,

su belleza era indiscutible,

pero según Matt, él la

vio primero. Así que, fuera

de toda posibilidad de

acercarme a ella, dejé que

mi amigo lo hiciera. Siempre

me agradeció ese gesto,

pues fue el suceso que cambió

su forma de ver la vida.

Ella no estaba sol a ,

cuando Matt se fue a hablarle,

vi que entró un joven

alto, rubio, de ojos azules

y carpetas con algunos

libros. Pensé “Joder,

la chica tiene novio” y traté

de advertirle a mi amigo,

pero este era completamente

ciego y sordo, se

acercó a hablarle. No eran

novios, por lo que meses

después supe, porque ella

de todos modos lo rechazó

en ese momento. Sería

el primer acontecimiento

malo en la vida del joven,

según la profecía. Se dio

vuelta para volver conmigo

cuando chocó de frente

con este chico que vaya

a saber Dios que tenía que

ver con la morocha (seguramente

compañeros

de clase).

Pude ver en mi

amigo la sorpresa al encontrarse

esos ojos azules

mirándolo detenidamente,

siempre negó haberse

sonrojado cuando el joven

rubio le puso la mano en

el hombro disculpándose

y apartándose de él. Yo

lo pude ver claramente, lo

conozco hace años, en ese

momento, justo ahí, Matt

se enamoró.

Encaprichado por la

chica regresó a preguntarle

si era su novio, pero ella

no le respondió nada. El

amable joven que estaba

allí con ella, se disculpó en

su nombre y se presentó.

Christopher, es decir, el

nuevo amor de mi amigo,

no nos dio mucha charla.

Poco tiempo después supimos

que era francés y

sólo estaba de paso por la

ciudad haciendo un taller

de no-sé-qué.

Siete meses más tarde,

Matías y Christopher

se llegaron a encontrar en

el mismo bar. El rubio lo

marcó como una coincidencia,

Matt comenzaba a

creer en el destino. Estuvieron

ahí todo el tiempo

posible hasta que cada uno

fue a su hogar. Así, en ese

mes y medio que Christopher

estaría en la ciudad,

los encuentros fueron religiosos.

Mismo bar, mismo

horario.

Matías me dijo que nunca

le confesó lo que sentía

por miedo a ser rechazado,

y no precisamente por

el chico (que le había confesado

su gusto por hombres),

sino por la sociedad.

Ese orgullo lo mantuvo en

silencio por años. A esa

edad, esas cosas importan

mucho.

Christopher me dijo, hace

poco, que se enamoró de

Matías a primera vista, pero

jamás se animó a decirlo.

Llorando, en su velorio.

Tal vez muchos pasamos

lo mismo, teníamos cosas

por decirle y no tuvimos la

oportunidad o valentía, lo

cierto era que mi querido

amigo, dos años después

de la profecía de esa chica

loca, enfermó con una enfermedad

que lo llevaría

a la muerte dos años después.

Nadie más que su familia

y yo sabía que estaba

enfermo, pues él lo dispuso

así. Era un gran secreto,

que nunca le compartió

a Christopher, que durante

cuatro años se decidió a venir

a la ciudad, desde París,

para ver a Matías y traerle

nuevos libros, esa era su

excusa tonta. Par de enamorados.

De ese amor nadie supo,

de ese verdadero amor. Ese

que no pide nada, que lo

entrega todo, que son miradas

en silencio y tal vez

una fugaz sonrisa, por miedo,

por miedo sobre todo.

Matías pensaba que si todo

fuera como debería ser,

hubiera vivido sus últimos

años en la tristeza pura de

pensar que lo dejaría solo.

Que cada segundo sería el

último.

Christopher, en ese lugar

tan frío donde estábamos,

reconoció su error y

me comentó, que por esos

largos años, no tuvo ninguna

relación con otro chico.

Quizás una que otra chica,

nunca llegando a nada.

él estaba cegado, amaba

a mi amigo y mi amigo lo

amaba. ¿Qué injusto, no?

Cuando todo el asunto del

entierro pasó y Christopher

se fue, quizás para no volver,

el padre de Matías me

preguntó quién era, porque

nunca lo había visto con su

hijo.

“él era todo y nada a la

vez” le dije a su padre, que

incrédulo miró hacia la lápida

de su hijo y me respondió

“su secreto”.

Quise plasmar esta historia

de amor para que quede

en la memoria de más de

dos personas (Christopher

y yo). Pues, amigos míos,

jamás vi a dos personas

amar tanto un café, unos

libros y los segundos juntos.

El esperar a que venga,

el despedirse sin abrazos.

Christopher, ah, nunca

supe nada más de ese muchacho.

Algunos me dijeron

que se graduó, se casó y

tuvo una niña. Otros me dijeron

que se suicidó el día

de su boda dejando el mundo

para partir con su verdadero

amor.

Ciertamente,

me gustaría verlo. Solo para

agradecerle que haya hecho

los últimos años de mi

amigo, los mejores.

No quedes en silencio, si

amas a alguien, si puedes

incluso, grítalo a todos los

vientos. Nunca sabes cuándo

cuatro años puede ser

muy tarde.

Bio

Deborah Silva Castillo,

“Soleil”, nacida en San

Isidro, Buenos Aires

en el 96, fue a parar a

Santiago del Estero a

muy temprana edad. Y

se considera, hoy en

día, santiagueña. Esta

estudiante de filosofía

desde pequeña mostró

interés en el arte, como

la pintura, danza, canto

y, claro, literatura. Entre

cuentos, novelas y

poemas se fue formando,

viviendo el sueño,

soñando la realidad.

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