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La fuerza del Fútbol

10/12/2022 23:35 Viceversa
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La fuerza del Fútbol La fuerza del Fútbol

Por MARIANO GASTóN NORIEGA

En nuestra realidad, solo conocemos lo que nos sucede en la vida cotidiana, pero la verdad, es que a base de cada pequeña decisión que tomamos, se crean universos paralelos. Hoy tuve que elegir qué comer, como había comida en la heladera, no tuve que salir a comprar, por ende, no me encontré con algún conocido para pasarme un tiempo charlando en la vereda, bajo el sol fulminante de Santiago del Estero, entonces no me bronceé de más. Ahí tenemos 2 universos, el del bronceado y el del pálido. Para cada universo se crean reglas específicas. Ya lo decía el gran Isaac Asimov ante una pregunta de un lector sobre quién ganaría si se enfrenta un objeto inamovible contra un objeto imparable, eso sería imposible. En un universo, una de las reglas es que hay un objeto inamovible, no podría haber un objeto imparable. De este razonamiento aparecen las paradojas. Usted conocerá la clásica advertencia (mostrada en muchas películas) de no encontrarse con su “yo” de otra línea temporal, pues “podría ser desastroso” como dice el Doc Emmet Brown, porque no puede haber 2 personas iguales en un mismo mundo. Si lo pensamos, es lógico. No hay 2 personas “naturales” (la clonación es otro tema) con el mismo ADN en el mundo, es una regla tácita de nuestra realidad.

En el universo de cómics DC, los velocistas se nutren de la fuerza de la velocidad, una fuente extra dimensional de poderes. Tanto es así, que cuando un velocista ajeno entra a otra realidad, sufre de falta de esta fuerza, porque tiene que compartir su fuente de poder. Es decir, el poder se equilibra entre sus velocistas. Hay personas que no pueden existir en una misma realidad, que son proezas, pero no pueden destacar, por que deben compartir su poder. Entonces sufren la maldición de tener que aniquilarse, o esperar que uno perezca para quedarse con su poder. Le sucedía a los inmortales de Highland, donde “solo puede haber uno”. Entonces llegamos al punto de reflexión al que me traen estos pensamientos: el fútbol. De fútbol no sé nada, pero me gusta la ciencia, me gusta leer y aprender.

El Dios del Fútbol es argentino, eso lo sabemos todos. Esa fuerza, esa magia que sucede entre el cuerpo de un jugador y una pelota, se equilibra entre varios si existen en la misma realidad. Cuando nuestro amado Maradona sobresalió mundialmente, la persona hoy conocida como Messi no existía. Cuando nació, esas fuerzas tuvieron que dividirse, restando a uno para sumarle a otro, pero a medida que uno envejecía, el otro ganaba más fuerza. Jamás me atrevería a dejar de lamentar el paso a la inmortalidad de nuestro mayor astro del fútbol, porque para mí, además de ser un jugador, era un símbolo de esperanza para el pueblo y que, con todos sus errores y aciertos, reflejaba lo más fielmente lo que es ser argentino. Hoy, él ya no está en este plano terrenal y las fuerzas tienen que volver a equilibrarse.

Todas nuestras esperanzas están puestas en nuestro equipo, el sufrimiento que padecemos por un poco más de 90 minutos es el combustible por el que se nutre la inspiración y la fortuna deportiva. Ese horno, donde se cocinan los músculos de los jugadores, también lo alimentamos nosotros en cada grito, en cada puño cerrado haciendo fuerza, en cada uña que nos comemos con los dientes bien apretados... y por supuesto, nuestros dioses antiguos del fútbol nos están guiando y alentando desde allá. En cada partido, no solo ellos ponen su esfuerzo, lo ponemos todos, aunque parezca imposible. Al final, en ese tramo superior, la definición ya no solo se reduce a nuestros 11 gladiadores sino a un solo campeón.

En el mundial, “solo puede haber uno”.

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