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“Hay quien fuerza un ingreso al hospital para evitar las comidas”

24/12/2022 00:14 Viceversa
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“Hay quien fuerza un ingreso al hospital para evitar las comidas” “Hay quien fuerza un ingreso al hospital para evitar las comidas”

La Navidad puede ser una tortura para quienes sufren un trastorno de la conducta alimentaria. "Es una pesadilla. Piensa que en estas fiestas todas las celebraciones giran en torno a la comida, se come como si no hubiera un mañana, y la comida es nuestro mayor enemigo", reconoce a NIUS Raquel, una mujer de 43 años que lleva desde los 17 padeciendo bulimia nerviosa. "Empecé con ese trastorno, pero los he sufrido todos, he vivido periodos de restricciones y otros de atracones. Es habitual que los síntomas de unos y otros acaben mezclándose", explica.

"Durante años, el simple hecho de ver la mesa repleta de comida en estas fechas me ha producido ansiedad", asegura Raquel. "A mi se me cierra el estómago con solo ver tantos platos con alimentos encima de la mesa. Me siento llena antes de empezar a comer", añade Candela, una joven de 19 años con anorexia nerviosa.

Ambas llevan casi un año de tratamiento en la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital Universitario Santa Cristina de Madrid, donde hace ya semanas las están preparando para poder afrontar estos días tan complicados para ellas de la mejor forma.

"Fíjate si será una época complicada que algunas de las pacientes llegan a forzar su ingreso hospitalario para evitar acudir a estas celebraciones", asegura la psiquiatra Belén Unzeta, coordinadora de la UTCA de este hospital madrileño. "Vemos como, a medida que se acercan estas fechas, su salud va empeorando de forma paulatina. Un malestar que provocan ellas mismas, de forma inconsciente, pero como una forma de huir de una situación que les provoca muchísima angustia y estrés", indica la experta. "Prefieren pasar las Navidades hospitalizadas antes que enfrentarse no solo a los excesos de comida, también a las relaciones sociales esos días, a los comentarios de sus familiares que a veces son aún más duros", indica Unzeta.

Vigiladas en la mesa

"En las cenas y comidas me siento como si un foco me iluminara en todo momento, porque todo el mundo está pendiente de mí, de lo que como o de lo que no como. Veo pasar un plato tras otro mientras tengo que escuchar ¿Ya no comes más, ya has terminado? ¿No quieres un poco más de tal cosa... que no tiene nada, que lo he hecho a la plancha o al horno, y no tiene casi aceite?", relata Raquel. "Muchas veces me convierto en el centro de las discusiones, porque un familiar sale en mi defensa, diciendo que me dejen en paz, que parece mentira la insistencia sabiendo el problema que tengo, entonces el otro salta con que no lo ha hecho a malas y se crea situaciones muy incómodas", admite.

"Y luego están los comentarios desafortunados, el año pasado llegué a las Navidades en un momento en el que había recuperado peso tras una época de extrema delgadez, y al volver a ver a la familia me decían "estás más guapa así, estabas demasiado delgada... Yo entiendo que se hace con buena intención, pero yo solo oía, estás más gorda. No era capaz de ver que estaban contentos porque me veían más sana. Para mi vocecita interior, que no me deja descansar ni un segundo, el mensaje que estaban dando es que estaba más gorda", recuerda Raquel.

"Yo este año me enfrento a estas fiestas con más fuerza, porque el tratamiento me ha dado herramientas para sentir que controlo más las situación", añade Candela, "pero aún así reconozco que temo ese momento en el que la gente empiece a opinar o hacer juicios sobre mi salud o sobre lo que me sucede, que igual no pasa, pero solo pensarlo me crea aún cierta ansiedad", dice la joven.

"SIgo aprendiendo a defenderme de ese tipo de comentarios", espeta Candela. "He desarrollado algunas estrategias, por ejemplo antes de acudira a esas comidas o cenas me imagino todas las situaciones que pueden darse, todas las preguntas y comentarios que pueden hacer sobre mi trastorno y pienso cómo voy a contestarles", detalla. "Me preparo una vía de escape que me ayuda bastante. Es cierto que a veces me siento desbordada y me tengo que levantar de la mesa para ir a llorar al baño o a mi habitación, pero esa posibilidad también la tengo contemplada, y eso me hace sentir más segura", añade la joven. "También me funciona que haya alguien en la mesa cómplice, por ejemplo mi madre, que conozca con detalles lo que me pasa y cómo me siento, porque cuando estoy muy agobiada solo con mirarla y saber que ella entiende lo que me está sucediendo, me calma, me alivia la ansiedad".

¿Cómo puede ayudar la familia?

"En la UTCA trabajamos en estas fechas con los pacientes y con las familias para evitar en lo posible estos momentos tensos", indica la especilaista Belén Unzeta. "Pero es difícil conseguirlo porque no se puede llegar a todo el mundo, se puede intentar concienciar a la familia más cercana, pero la familia extensa o los amigos se quedan normalmente fuera".

La psiquiatra propone algunas recomendaciones a la hora de sentarnos a la mesa con alguien que tenga trastornos de alimentación.

"Habría que evitar hacer comentarios sobre la corporeidad de esa persona, sobre si está gordo o delgado, sobre si ha sufrido cambios o no, sobre si está mejor o peor ahora. En su lugar, si realmente te preocupa su estado de salud, sería mejor preguntarle cómo se encuentra, y si es posible, antes o después de esa reunión familiar, cuando no haya delante un montón de gente".

"No insistir en la comida, y menos aún caer en los típicos chantajes emocionales. ¿Cómo no vas a comértelo para una vez que vienes? Si he cocinado esto para ti...¿me lo vas a despreciar? Comentarios que no ayudan y que solo hacen que la otra persona se sienta culpable y atrapada. De esta forma se sienten el perro verde de la mesa, la persona a la que todo el mundo mira con el rabillo del ojo a ver qué hace o deja de hacer.

"No hablar de dietas en la mesa. Lo típico que se dice de, después de esta comilona habrá que ponerse a dieta, o en enero dieta y gimnasio para recuperarnos de los excesos de la Navidad... esos comentarios que pueden parecer inocentes son casi un atentado para una persona que tiene un trastorno alimentario.

"No comentar tampoco el aspecto físico de otros, el "fíjate, vi a fulanita el otro día y mira cómo estaba de gorda o de flaca o vete tú a saber, ¿no? Evitar dar constantemente importancia al aspecto físico o a lo exitosas que son otras personas. Lo típico de "mira tu primo, que ha acabado la carrera, o fíjate tu tía, el trabajo tan bueno que tiene, porque con esa comparación las personas con TCA toman conciencia de lo pobre que es su vida y de las muchas limitaciones que de momento están teniendo al verse inmersas en este proceso de enfermedad".

"Lo ideal es que este trato fuera todo el año, no debería ser solamente en los encuentros navideños. Hay que fijarse en la valía de las personas, en cómo se relaciona, en si es cariñosa, en lo que nos aporta y no solo en su aspecto físico, y referirnos a ellas sin usar referencias estéticas, resaltando sus virtudes, diciéndoles que las admirados, que son valientes, que estamos orgullosos de su esfuerzo, etc"

Camino por recorrer

"Se ha avanzado mucho, la gente en general sabe que los trastornos de conducta alimentaria son una enfermedad, no algo que hagamos por capricho", dice Raquel. "Para que te hagas una idea cuando yo empecé con esto, hace más de 25 años, la palabra bulimia no era ni conocida socialmente, yo no sabía de nadie que le pasara lo que a mi, así que imagínate cómo se lo tomó la familia. No entendían nada", relata Raquel.

"Yo lo pasaba muy mal porque mi padre me pegaba cuando me pillaba vomitando. Me decía que él no iba a estar trabajando todo el día para comprar comida y que luego su hija se la comiera toda de un atracón para después vomitarla. Pobre, no tenía información, ni él ni mi madre sabían cómo manejar aquello", lamenta. "Por suerte ahora la sociedad está más concienciada y estos trastornos se ven de otra manera".

"Pero aún queda camino por recorrer", se queja Candela. "Yo he empezado con anorexia hace poco, en 2019, que las cosas debían ser diferentes, pero sigo sintiendo el estigma. Las personas con un trastorno de la conducta alimentaria aún sentimos que no podemos hablar de lo que nos sucede o nos ha sucedido con normalidad. La gente no sabe muy bien cuál es la razón real por la que una persona desarrolla esto, muchos siguen creyendo que empiezas porque quieres estar más delgada y la cosa se te va de las manos, pero no se trata de nada de eso", lamenta. "Nos ocurre porque en cierto momento vivimos situaciones que no sabemos gestionar y eso lo canalizamos a través de la comida, y entonces llegan los trastornos", explica la joven.

Otra Navidad es posible

"Otros años a estas alturas estaría muy desbordada por los síntomas, por los atracones, las purgas, los periodos restrictivos, los pensamientos recurrentes...", dice Raquel, "pero gracias al tratamiento en la UTCA, que estoy ya acabando, me siento por primera vez con fuerzas para afrontarlas", comenta con esperanza.

"En la unidad abordamos el trastorno alimentario desde diferentes enfoques, trabajamos psiquiatras, psicólogos clínicos, nutricionistas, terapeutas ocupacionales y enfermería, además de endocrinología, porque todo es necesario para ayudar al paciente", explica Belén Unzeta. "Y se trabaja con la familia desde el punto de vista relacional y también del nutricional. Por ejemplo, se plantea a las familias la necesidad de que en la mesa alternen los alimentos más pesados y elaborados, típicos de esta época, con preparaciones más ligeras, que las pacientes no vean como peligrosas".

"Este año tengo ganas de disfrutar las fiestas, comenta Raquel. "Ni me acuerdo el tiempo que hace que no disfruto de estas fechas, desde que era pequeña, desde antes de la enfermedad, porque desde que irrumpió en mi vida, la Navidad ha sido bastante triste. La he pasado con angustia, porque me coloca cara a cara frente a mi problema", destaca Raquel. ""Hasta ahora la he vivido en mis dos extremos, o con restricción total, sin comer nada, con todo el mundo repitiéndote lo poco que como, o de repente si se me ha ido la cabeza y he empazado con los atracones, enfrentándome a los comentarios opuestos, los de cuidado, qué haces, te estás pasando...una pesadilla, la verdad".

"Luego, si intentas pasar de la comida y de los comentarios relacionarte sigue siendo difícil porque tu cabeza no está relajada para poder disfrutar de ese momento. En tu cabeza solo hay miedo, angustia, ansiedad, pensamientos de incomodidad frente a tu cuerpo. Demasiados pensamientos incapacitantes. Para mi ha sido super difícil poder disfrutar de una comida o cena navideña. No puedo estar relajada porque mi cabeza está todo el rato a cien, pensando incluso que no me merezco disfrutar porque estoy gorda", lamenta. "Pero este año tiene que ser distinto. Sé que va a ser distinto".

"Yo también tengo mucha ilusión", apostilla Candela. "Las dos últimas Navidades han sido muy difíciles para mí, lo pasé muy mal, y ver lo bien que estoy en estos momentos, pensar que este año voy a pasar una buenas fiestas me llena de orgullo, porque he trabajado mucho para llegar a este punto. Me he esforzado, he dejado de tomar una decisión que no me beneficiaba. Saber que he podido salir, con ayuda, de la tremenda mierda en la que estaba me causa mucha emoción". "Tengo miedo, pero estoy decidida a disfrutar por fin de la Navidad", concluye la joven.


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