Una feria donde se hace posible el acto literario

La Feria del Libro de Buenos Aires abrió sus puertas por primera vez en marzo de 1975. Desde entonces ha sido una vidriera internacional de las producciones literarias del país y del mundo, ha servido como caja de resonancia de escritores consagrados y como salto sin red de noveles poetas.

Se encuentra entre las cinco ferias más importantes de la actualidad, junto con las de Frankfurt, São Paulo, Guadalajara, Londres y la Book Expo América. En efecto, es uno de los eventos culturales y editoriales más relevantes de Latinoamérica; actuando como un lugar de encuentro entre autores, editores, libreros, distribuidores, educadores, bibliotecarios, científicos y más de 1.200.000 lectores de todo el mundo.

Santiago del Estero siempre estuvo presente con su delegación de autores. Personalmente mi primer fogueo literario fue de la mano del poeta bandeño Felipe Rojas, Alfonso Nassif, Ricardo Dino Tarali, Carlos Artayer, cuando en 1982 leí por primera vez mis primeros poemas alumbrados en Quimilí.

Jamás olvidaré aquel hecho, que llevo palpitante en mi conciencia poética. Hoy han cambiado algunas cosas, el predio estaba ubicado muy cerca de la Facultad de Derecho y del legendario parque de diversiones ItalPark, sobre la Avenida Figueroa Alcorta. Ahora, desde hace algunos años, se halla en el espacio de la Sociedad Rural Argentina.

Mucho más grande, pero quizá sin el encanto de aquellas primeras ediciones que convocaban a los escritores y a los lectores, a decir de Jorge Luis Borges, esos cisnes negros que hacen posible el acto literario. En esta edición se destaca la gran oferta de literatura infantil y las múltiples presentaciones de libros y conferencias de escritores y artistas varios.

Sin ir más lejos, hoy (por ayer) me detuve a escuchar con atención al cantautor Ramón Ayala, quien deleitaba al público del Pabellón Verde con sus narraciones y anécdotas del exuberante litoral argentino. Cada paso en los pasillos de la feria equivale a un encuentro, a un recuerdo, a un libro, a una colección nueva de un volumen antiguo.

La singularidad de esta edición reside precisamente en abrir una página de una obra clásica como si fuera la primera vez. Cabe destacar la oferta variopinta del Pabellón Ocre, donde se hallan las provincias del país. Allí no puede faltar el stand de Santiago del Estero, que reúne a una gran cantidad de artistas y emprendedores culturales.

El plato fuerte de este espacio es Alfonso Nassif, su sola presencia resume toda la santiagueñidad y el sinfín de soñadores que se arriman con su obra a este rincón de la Feria del Libro de Buenos Aires. Por último, no hay escritura sin oralidad, por eso es recomendable darse un paseo por la instalación de Radio Nacional.

Allí todos los días podemos encontrarnos con músicos, poetas y animadores que funden en el éter las artes combinadas que laten en toda la Feria. Allí estuve presentando mi libro "Historia viva de la chacarera santiagueña", pronto a tener su tercera edición. Desde aquel lejano otoño de 1981, a este frío 2016, un largo camino trazado de libros sigue marcando las percepciones de quien escribe estas líneas.

Agradezco al Diario EL LIBERAL su interés y su presencia constante en todos y cada uno de los actos culturales que comprometen a nuestra provincia aún en Buenos Aires; porque como reza el poema de Alfonso Nassif: "Madre de la voz y la semilla /con que se anticipó toda esperanza. /Nunca pudo nacer de otro lugar la patria. /A ti te nombro /y a ti vuelvo".