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Una moderna educación, la clave del crecimiento con empleo

26/06/2016 00:00 Opinión
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Una moderna educación, la clave del crecimiento con empleo Una moderna educación, la clave del crecimiento con empleo

Una exposición histórica ortodoxa, que incluso aun se enseña como actual, indica que toda producción precisa de la utilización de los 3 clásicos factores: la tierra, el trabajo y el capital, a los cuales, incorporándoles diversos insumos, que se agotan en el proceso a diferencia de los referidos factores que permanecen constantes durante el mismo, se generan y se consumen variados bienes y servicios, en lo que denominamos el básico proceso general del crecimiento económico. Para que ese proceso, de un relativo corto plazo, por las cuantías finitas iniciales de los factores, se transforme en una continuidad de crecimiento económico de largo plazo, resulta imprescindible no consumir toda la producción, ahorrar una determinada porción de ella y/o requerir ahorros de otros e invertirlos en sostener e incrementar la dotación de los factores; o sea disponer de más hectáreas y/o de más trabajadores y/o de más palas o arados, etc. Así, en términos muy simples, crecía el mundo, con sus ciclos, desde que se originó como tal hasta hace alrededor de 250 años. Pero, históricamente, este proceso resultó siempre muy traumático, más hectáreas de territorios se conseguían con invasiones militares, más trabajadores con los esclavos obtenidos en las victorias de las continuas guerras y solo las palas y los arados, si bien se necesitaban en una mayor cantidad, continuaban siendo casi siempre idénticas. Este modo de desarrollo se sustentaba casi exclusivamente en el continuo crecimiento de la cuantía de los factores. Como uno más de ellos, también con sus propios ciclos, el empleo avanzaba siempre con una relativa proporción al crecimiento económico obtenido. Después del régimen señorial de la Edad Media y de la revolución comercial del siglo Xlll, surge la primera revolución industrial, a mediados del siglo XVIII, con la fuerza del vapor y la electricidad y la comunicación del telégrafo, entre otras muchas invenciones, ello transformó a las herramientas en máquinas. Surgía así el por entonces llamado progreso, que también resultó muy traumático; en Inglaterra los trabajadores destruían a las máquinas de las fábricas. Ante lo que Schumpeter lúcidamente denominó la "creatividad destructiva", debió surgir la educación fabril de la escuela de Taylor para que el empleo pudiese continuar convergiendo relativamente con el progreso. Pero, se comenzaba a abrir, inexorablemente, una nueva etapa; la del crecimiento económico por la mayoritaria vía de la productividad total de los factores, pero muy especialmente por la de las innovaciones tecnológicas. Como muy bien lo refiere Santiago Bilinkis, en su libro "Pasaje al futuro", para ejemplificar los cambios estructurales: hasta incluso principios del siglo XIX alrededor de un 80% de la población mundial debía trabajar en la producción de los alimentos para sobrevivir, solamente el 20% restante trabajaba en otras actividades productivas. Actualmente solo produce alimentos un 1% de la población global. Como también lo dice Gustavo Nieponice, otro argentino experto en mega tendencias, los cambios tecnológicos no son "olas" que pasan, sino que continuamente llegan y "se van montando" sobre las anteriores, subiendo así continuamente los niveles y "ahogando", tanto a los que no las ven venir, como a los que, pese a verlas, no las aceptan y no aprenden a "flotar" con ellas y sobrevivir. Con la fotografía le pasó a la empresa Kodak, no así a Nikkon, que se hizo digital. Con las personas es muy distinto, son los sistemas educativos, especialmente los públicos, "los miradores" que deben hacerse cargo de su responsabilidad de observar anticipadamente estas nuevas "olas" y enseñar a las personas a "flotar" con ellas. Si lo hacen correctamente, no sólo construyendo escuelas y acordando salarios con los docentes, sino también evolucionando los contenidos de sus sistemas educativos con modernidad, el empleo resulta "amigable" con la continua innovación tecnológica, esta es vista como una ayuda a una mejor calidad de vida general y las sociedades progresan. Si lo hacen incorrectamente o directamente no lo hacen, esa educación (antigua) deja de ser una garantía de empleo moderno, al menos en los genuinos términos productivos que una sociedad precisa para desarrollarse. Lamentablemente, siempre estará disponible la "solución" de conservar una amplia demanda de "empleos antiguos" y, por ende, de muy escasa productividad. Generalmente ello se practica desde el sector público, con el fuerte incentivo a los gobiernos del clientelismo político y de su directo derivado, el llamado "voto cautivo" que, a su vez, los sostiene en el poder. Si bien en acuerdo a los términos de las reglas democráticas, no así de las republicanas, pero en claro desacuerdo con los términos del genuino desarrollo. Esta conservadora decisión de política pública educativa resulta una componente estructural de la sustentación en el largo plazo del genéricamente estado denominado de subdesarrollo. Así, no resulta extraño que las sociedades subdesarrolladas visualicen al inevitable y permanente cambio tecnológico como una continua amenaza y detenten altos índices de desempleo. Si el sistema educativo propende usar sólo la llamada memoria temporaria para aprender toda clase de datos, para luego ser expuestos puntualmente en los exámenes, estamos en un muy improductivo y poco inteligente "juego", que practican tanto los profesores como los alumnos. El resultado son efímeros conocimientos y antiguos, que no otorgan las habilidades modernas que los nuevos y más productivos empleos requieren, en los términos de la necesaria creatividad, innovación y emprendimiento. Cambiar los antiguos contenidos curriculares por las modernas habilidades parece ser uno de los principales imperativos del tránsito de una sociedad desde el subdesarrollo hacia el progreso y la evolución.

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