La oración La oración
encontrarnos con Dios, con
su gracia, en la oración. Pero no
podemos hacer bien la oración
si primero no sabemos lo que
es. Cuántas veces dijimos vamos
a orar, a pedir oraciones, vamos
a hacer cadenas de oración, sin
saber realmente de qué se trata.
¿Qué es la oración? Orar es
hablar con Dios, de tú a tú, como
le habla un hijo a un padre.
A Dios podemos decirle todo, todo
lo que sentimos, nuestras preocupaciones,
lo que hemos logrado
para lo que habíamos necesitado
su ayuda. La oración es dirigirse
a Dios para alabarlo, reconocerlo,
agradecerle y pedirle
cosas que sean para nuestro
bien.
Es también la elevación de
nuestro corazón a Dios. Una dulce
conversación entre la criatura
y su Creador, según el Santo Cura
de Ars, en su libro “Sermón sobre
la oración”.
La oración es el reconocimiento
de nuestros límites y de
nuestra dependencia. Venimos
de Dios, somos de Dios y detonamos
a Dios. Es un sentimiento de
humildad y conocimiento, una
aptitud de confianza y de abandono
en aquel que nos ha dado la
vida por amor.
Juan Pablo II en una alocución
decía: “La oración es un diálogo
misterioso, pero real con
Dios, un diálogo de confianza y
de amor”. Entonces, conociendo
lo que es la oración podemos
buscar fuentes de oración o diferentes
maneras de orar.
En la bendición a veces podemos
pedir que Dios nos bendiga.
Necesitamos la bendición de
Dios.
Hay oración de petición. Pedir,
declamar, llamar con insistencia,
clamar y gritar. Siempre
cuando pedimos recibimos. Es el
Evangelio de este domingo, en el
que Jesús invitará para que podamos
insistir, pedir y recibir.
Pero no podemos vivir nuestra
oración con egoísmo.
Necesitamos orar por los demás.
Es la oración de intersección.
Interceder, pedir a favor de
otros. En la intersección el que
ora busca el interés de los demás,
incluso hay que orar por los enemigos.
San Pablo habla en su carta
a los filipenses que hay que orar
por los demás.
Hay otra oración que a veces
olvidamos. Es la oración de acción
de gracia. Hemos recibido
todo de Dios y debemos dar gracias.
No se trata solamente de pedir,
hay que dar gracias.
Hay un sacramento que habla
de la forma de orar que
puede ayudarnos y se trata de
la Eucaristía, que quiere decir
“acción de gracias”. Por eso,
invitamos a las personas para
vivir las formalidades para
orar y dar gracias de lo que hemos
recibido.
También está la oración de
alabanzas. Si hemos pedido, si
hemos recibido, si Dios nos ha
dado, si hemos dado gracias,
debemos manifestar la alegría
por lo que hemos recibido. En
la Biblia hemos visto que después
de una sanación, las personas
alaban a su Dios. Si has
recibido algo de Cristo hay que
alabarlo.
Después de conocer las diferentes
maneras de orar podemos
ver si no hay fuentes de
oración. A dónde podemos buscar
y recibir algo para orar, porque
la oración es lo que vivimos
y lo que hacemos, pero hay cosas
en que podemos ayudar. La
primera fuente es la palabra de
Dios.
Las expresiones de la oración.
Está la oración vocal es lo que se
dice con el corazón, y con la boca
lo que podemos expresar. Por
eso el Padrenuestro hay que decirlo
con confianza y con el corazón;
no hay que repetirlo por repetir;
son palabras que pueden
ayudarnos a entrar en comunicación
con Dios.
La meditación. A veces no
consideramos que sea algo importante
para la vida cristiana.
La palabra de Dios y la vida cotidiana
es un encuentro en distintos
momentos litúrgicos de día o
del tiempo.
Adviento, Navidad, Cuaresma,
Pascua pueden ayudarnos a
entrar en esa meditación.
Meditar
lo que se lee conduce a apropiárselo
confrontándolo consigo
mismo. Se abre otro libro, el de la
vida. Se pasa de los pensamientos
a la realidad. Por eso hoy hay
un montón de libros para orar,
pero es mejor tomar nuestra realidad,
enfrentarla con la enseñanza
de la iglesia para llegar a
enfrentar la realidad. Con humildad
y la fe se descubren los
movimientos que agitan el corazón
y se puede discernir. Se trata
de hacer la verdad para llegar
a la luz.
La meditación hace intervenir
al pensamiento, la imaginación,
la emoción, la reflexión y el
deseo.
Y está la oración de contemplación.
Contemplar la presencia
del Salvador, corazón a corazón,
cara a cara.
La oración supone un esfuerzo.
Hay que decidir, tomar un
tiempo, sacrificar su tiempo para
conversar. Puede haber distracciones,
pero hay que tener fe,
convicción y no dejarse vencer
por la sociedad, las preocupaciones,
las desilusiones, la familia,
el trabajo, las amistades, las tentaciones;
no dejarse engañar, como
Jesús ha hecho en el desierto.
Necesitamos un tiempo para
vivir la confianza, la fidelidad, la
constancia.
No hay que orar cuando aparece
un problema; hay que hacerlo
toda la vida, todo el tiempo,
con esperanza.
Dios nos conoce, nos escucha,
nos acepta y nos da lo que necesitamos.
Que la gracia de Dios nos
ayude, nos dé esa fuerza para
que podamos comunicarnos
con él y recibir de él lo que necesitamos.
Que nuestra Madre nos ayude
para que como Ella en el silencio,
en su momento de contemplar
podamos abandonarnos a la gracia
de Dios.
Que nuestras oraciones nos
ayuden para entrar en esa comunicación
con Dios, entrar en su intimidad
y recibir gratuitamente lo
que necesitamos en nuestra vida.
Amén.