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EL LIBERAL . Padre Seschi

Lectura

El chiquito de tres

años le dice contento a la

abuela: “Yo sé escribir.

¡Qué bueno A ver, mostráme”.

El nene toma una

hoja de papel y traza algunos

garabatos con absoluta

seguridad. “¿Viste,

abue?. ¡Pero qué lindo

que escribiste! Ahora

quiero que leas lo que escribiste.

No, abue: yo sé

escribir. Yo no sé leer...”.

El angelito tenía razón:

sólo le había dicho que sabía

escribir. Una vez más

se confirma aquello de

que lenguaje no es solamente

lo que uno dice, sino

también lo que el otro

entiende.

De todos modos, el hecho

mismo de que el pequeño

jugara a escribir,

ya es un dato importante.

Porque, por supuesto,

a esa edad casi todo

se expresa como juego.

Está viviendo la bien llamada

etapa lúdica. Debe

aprender a disfrutarla

al máximo. Con el tiempo

irá aprendiendo que la vida

no es un juego, aunque

en ella también se juegue.

A veces me permito

realizar algún sondeo entre

chicas y chicos de jardín.

¿Qué es lo que más

te gusta del jardín? Suele

haber un silencio pensativo.

¿Jugar? La respuesta

es siempre un sí. ¿Y dibujar?

Sí. ¿Y pintar? Sí. No

por nada el jardín de infantes

es el mejor organizado

de todos los ciclos.

Sobre el tema de la lectura

quisiera compartir

un texto de René Trossero

que se encuentra en su librito

que recomiendo ‘La

alegría de convivir amando’:

“Como educar es enseñar

a convivir amando, es

explicable que en los primeros

pasos escolares te

enseñaran a escribir y a

leer. Porque escritura y

lectura son dos caras de

una misma moneda, o de

una misma realidad: la

comunicación con el otro.

Cuando lees te relacionas,

te comunicas con el otro,

con quien escribió esas

páginas, para compartir

con él su pensamiento”.

“Cuando lees escuchas,

recibes un mensaje,

convives, compartes tu vida

con tu prójimo. ¡Como

ahora lo haces conmigo!

Lo importante es que tu

lectura sea libre, creativa,

que no sólo leas para retener

lo que piensa el otro,

sino para alentar tu capacidad

personal de pensar

tú mismo. Así como

los alimentos que ingieres

desaparecen para que tú

tengas tu cuerpo, así debe

suceder con lo leído para

que tú tengas tu propio

pensamiento y tus propias

convicciones”.

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