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EL LIBERAL . Viceversa

La liberación del lector

07/01/2017 21:51 Viceversa
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La liberación del lector La liberación del lector

Antes de ser considerado uno

de los escritores en español más

importantes de la segunda mitad del

siglo XX, antes incluso de inclinarse

por la literatura, a los dieciséis años

de edad, Ricardo Piglia comenzó un

diario; lo hizo con la intención de fijar

la experiencia, pero también con

la convicción de que la escritura tenía

la capacidad de otorgar sentido

a una situación confusa, indeseable:

su familia abandonaba la localidad

de Adrogué, donde Piglia había

nacido el 24 de noviembre de 1940,

para radicarse en Mar del Plata con

el propósito de desorientar a la policía

política de la así denominada

Revolución Libertadora, también

llamada Revolución Fusiladora tras

el asesinato de una docena de civiles

en los basureros de José León

Suárez en junio de 1956 que Rodolfo

Walsh iba a narrar magistralmente

en la primera “novela de no ficción”

de la historia, Operación Masacre;

la policía había desarrollado un cierto

interés por las actividades de su

padre, un simpatizante del peronismo

en la proscripción.

A Piglia, que más tarde estudiaría

Historia en la Universidad de La

Plata y tendría a lo largo de su vida

un interés por las series y los momentos

inaugurales (a menudo tema

excluyente de su obra), el comienzo

de la escritura del diario le pareció

siempre un acontecimiento seminal;

con la perspectiva que otorga

la existencia de una obra que su autor

no podía siquiera intuir por entonces

(y que se compuso de novelas

como Respiración artificial, La

ciudad ausente, Plata quemada y El

camino de Ida, los libros de cuentos

La invasión, Nombre falso y Prisión

perpetua y ensayos como Crítica

y ficción, Formas breves y El último

lector, pero también de libretos

de ópera, guiones cinematográficos

y televisivos, entrevistas y clases),

resulta evidente que en ese

momento inaugural se encuentra la

mayor parte de los elementos que

caracterizarían su obra, en especial

la relación estrecha entre vida y literatura

y entre literatura y política.

A partir de 2015, y en tres volúmenes,

el último de los cuales todavía

permanece inédito, Piglia (quien fue

diagnosticado con esclerosis lateral

amiotrófica en torno a 2013 y pasó

sus últimos años de vida trabajando

en la publicación de los diarios) narró

en los que llamó Los diarios de

Emilio Renzi (su álter ego más habitual)

las muchas maneras en que la

política había proyectado sombras

directas y a menudo estremecedoras

sobre su vida y cómo esas sombras,

que también se proyectaban

sobre su literatura, le otorgaban a

esta la potencialidad de constituirse

en un repositorio de disidencias.

Piglia, quien murió a consecuencia

de complicaciones derivadas

de su enfermedad el pasado viernes,

siempre consideró la literatura

una máquina productora de ficciones

susceptible de arrebatar al Estado

el monopolio de la creación de

relatos, una promesa de liberación

del lector de las formas prescriptivas

de ser y de actuar que a lo largo

del siglo XX (y de lo que llevamos

del XXI) solo han traído dolor y parálisis;

esa promesa lo sobrevive y

es su legado a quienes somos sus

lectores.

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