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EL LIBERAL . Opinión

Nadie quiere morir en una ruta

09/01/2017 00:00 Opinión
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Nadie quiere morir en una ruta Nadie quiere morir en una ruta

Nadie quiere morir en una ruta. Tampoco en ninguna calle. Si le preguntan a todo conductor al momento de salir con su vehículo –auto, camioneta o moto-, dirá que su destino es el trabajo, o la casa de un familiar, o una ciudad fuera de la provincia donde pasará sus vacaciones.

Nadie dirá que sale a morir. Sin embargo, la falta de preparación –descanso correspondiente, cinturón de seguridad colocado, chequeo del coche, respeto por las normas viales, etc. etc. etc.-, indica todo lo contrario.

En este complejo tema, el consciente habla de vivir. El inconsciente no. Luego, somos gobernados por el inconsciente que nos inunda de desidia y evita que le hagamos el control al auto antes de salir a la ruta: evita que controlemos luces, que usemos el cinturón; evita que respetemos el semáforo, que estemos atentos al que circula en la misma ruta… Entonces, somos unos inconscientes que no tenemos respeto por el bien más preciado: la vida. No vale aquello de que "a mí no me va a pasar".

Si no se cumple con las normas, las probabilidades de ser protagonistas de un siniestro vial son altísimas. Una tragedia se produce siempre porque alguien violó un mandato de la ley de tránsito. No existe "la mala suerte", abunda la imprudencia y un –inconsciente- desprecio por la vida. Es muy difícil luchar contra esta especie de característica cultural de abandonarse a la buena de Dios en rutas, calles y caminos de la Argentina.

Dios nos da la vida, pero también la libertad para elegir qué hacemos con ella. Dios no es responsable de las muertes por nuestra inconsciencia. Depende de toda la comunidad resguardarnos. A menudo se escucha: "Yo confío en mi mano para manejar, pero desconfío de los demás que andan también manejando…". O sea, no basta con que usted sea cauto, hace falta que el resto de la comunidad sea consciente del peligro que representa circular a alta velocidad.

Nuestro destino final es regresar a casa sanos y salvos. Preservando nuestras vidas y la de los demás. Lamentar la pérdida de seres queridos o vivir con la culpa de haber estado en un siniestro vial no es inherente a nuestra naturaleza de seres humanos inmersos en la sociedad.

Ojalá lo entendiéramos, pero más que eso, ojalá encamináramos nuestro inconsciente hacia la celebración de la vida, el más preciado tesoro que Dios nos regaló.

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