Evangelio según San Mateo 6, 24-34 Evangelio según San Mateo 6, 24-34
trae a la humanidad consecuencias
insoslayables
desde el punto de vista
ético: los discípulos debemos
servir con exclusividad
a Dios y no preocuparnos
de manera enfermiza
por los bienes materiales,
porque Dios es Padre
providente y sostiene
a sus hijos en sus necesidades,
y el compartir
solidario con aquellos
que padecen pobreza debe
ser un signo creíble de
nuestro seguimiento de
Jesús.
Dios es “celoso”, exige
exclusividad, por eso
Jesús nos dice que “Nadie
puede servir a dos señores;
porque aborrecerá
a uno y amará al otro;
o bien se entregará a uno
y despreciará al otro. No
podéis servir a Dios y al
dinero”. Le exclusividad
del amor a Dios se fundamenta
en su bondad
providente, El cuida de
sus hijos con preocupación
de Padre que nunca
abandona. Por eso, de
igual manera los que somos
hijos, discípulos de
Jesús, debemos preocuparnos
de los hermanos,
de sus sufrimientos y necesidades.
Para buscar el reino
de Dios y su justicia el
hombre no debe dejarse
dominar por las preocupaciones
de la vida: beber,
comer, vestirse. Esto
no significa un desprecio
de las necesidades
del cuerpo, ni es una
invitación a un “optimismo
despreocupado”, sino
es un llamado al hombre
a buscar lo esencial, y por
lo tanto dejar de preocuparse
enfebrecidamente
por estas cosas sin confiar
en la providencia del
Padre. No debemos caer
en las preocupaciones de
la vida porque de lo contrario
no podremos amar
y servir a Dios con exclusividad.
El ejemplo de los pájaros
y de los lirios del
campo muestra la fe de
Jesús y sus discípulos en
Dios, Creador y Padre,
que dispensa la vida con
generosidad y abundancia
en la creación toda,
más aún dando y sosteniendo
la vida de sus hijos.
Dios conoce las necesidades
legítimas de los
hombres y los colma con
todo aquello que necesitan
para vivir. El hombre
no debe caer en la tentación
de la desconfianza
en la providencia divina
que lo lleve a vivir preocupado
por las cosas efímeras
y pasajeras.
Conclusión
El Papa Francisco nos
dice que las riquezas y las
preocupaciones del mundo
“ahogan” la vida de las
personas y la “palabra de
Dios”. La ambición desmedida
por los bienes
materiales y el dinero oscurecen
la presencia de
Dios en nuestro corazón,
nos impide vivir en libertad,
nos hace esclavos de
nuestros caprichos y nos
cierra a la Palabra, que
no puede fecundar en
nosotros. Sólo Dios y su
amor nos hacen libres,
sólo en El podemos experimentar
compasión con
los que sufren y hacer comunión
fraternal, para
que no haya nadie en el
mundo que sufra hambre
y enfermedad, para que
todos vivan dignamente.
Buscar el Reino de Dios y
su justicia debe ser nuestra
única preocupación,
lo demás lo esperamos
de la
providencia
del Padre.