Evangelio según San Juan 6,44-51. Evangelio según San Juan 6,44-51.
puede venir a mí, si no lo atrae el
Padre que me envió; y yo lo resucitaré
en el último día.
Está escrito en el libro de los
Profetas: Todos serán instruidos
por Dios. Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza, viene
a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios: sólo
él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree,
tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende
del cielo, para que aquel
que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del
cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo
daré es mi carne para la Vida del
mundo”.
Comentario
“Nosotros, aunque somos
muchos, formamos un solo
cuerpo, porque comemos todos
del mismo pan” (1C 10,17). ¿Qué
es este pan que comemos? El
Cuerpo de Cristo. ¿Qué llegan a
ser los que comen de él? El Cuerpo
de Cristo; no una multitud sino
un mismo Cuerpo. Al igual que
el pan, compuesto de tantos granos
de trigo, no es más que un
único pan en el que los granos
desaparecen; al igual que los
granos siguen formando el pan,
pero es imposible distinguirlos
dentro de la masa en la que subsisten
tan bien unidos, así también
nosotros, todos unidos con
Cristo no formamos más que
un todo. En efecto, un miembro
no se nutre de un cuerpo distinto
del que se nutre otro miembro
del mismo cuerpo, sino que es el
mismo Cuerpo el que los nutre a
todos. Por esto el apóstol Pablo
ha añadido: “Participamos todos
de un mismo pan”.
Pues bien, si ahora todos participamos
del mismo pan, si todos
llegamos a ser el mismo Cristo,
¿por qué no vivimos todos la misma
caridad?... Es eso lo que ya
demostraban nuestros padres en
su tiempo: “en el grupo de los creyentes
todos pensaban y sentían
lo mismo” (Hch 4,32). Ahora no es
igual; sino todo lo contrario. Y, sin
embargo, hombre, es Cristo quien
ha venido a buscarte, a ti que estabas
tan lejos de él, para unirse a
ti. ¿Y tú no quieres unirte a tu hermano?...
En efecto, no tan sólo nos
ha dado su cuerpo, sino que, así
como la primera carne, sacada
de la tierra, estaba muerta por
el pecado, él, por así decirlo, ha
introducido en ella otro fermento,
su misma carne, de la misma
naturaleza que la nuestra pero
exenta de todo pecado, llena de
vida. El Señor nos la ha dado a
compartir a todos para que, alimentados
de esta nueva carne,
viviendo en comunión los unos
con los otros, podamos entrar
en la vida inmortal. ?