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EL LIBERAL . Padre Koffi Gilbert

Creo en Dios

13/05/2017 23:19 Padre Koffi Gilbert
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Creo en Dios Creo en Dios

En la vida cristiana católica, a veces

decimos “Creo en Dios”. Pero

hoy con todo lo que vivimos y hacemos,

¿qué quiere decir creo en Dios?

En este domingo, la primera palabra

de Jesús es sobre calmar a sus discípulos

y les dice: “No se inquieten,

crean en Dios y también en mí” (Jn

14, 1).

Es muy importante llegar a entender

y entrar en ese espíritu. El Catecismo

de la Iglesia Católica dice:

“Creo en Dios”: Esta primera afirmación

de la profesión de fe es también

la más fundamental. Todo el símbolo

habla de Dios, y si habla también del

hombre y del mundo, lo hace por relación

a Dios. Todos los artículos del

Credo dependen del primero, así como

los mandamientos son explicitaciones

del primero. Los demás artículos

nos hacen conocer mejor a

Dios tal como se reveló progresivamente

a los hombres. Con razón los

fieles confiesan que lo más importante

de todo es creer en Dios”.

Podemos mirar ese Dios que ha

dado su vida, que ha creado el mundo

y decir “creo en Dios”. Creer implica

adhesión, acogida y obediencia;

es un acto personal, una respuesta

libre.

Decir “creo” supone un don que

se nos da y una responsabilidad que

aceptamos; es una experiencia de

diálogo con Dios que, por amor, nos

habla como amigos.

Cuando digo “creo en Dios” significa

fundamentar en él mi vida, dejar

que su Palabra la oriente cada día, en

las opciones concretas sin temor de

perder algo de mí mismo. Decir “creo

en Dios” nos impulsa a salir de nosotros

mismos continuamente como lo

ha hecho Abraham para llevar en la

realidad cotidiana en la que vivimos

la certeza que nos viene de la fe. La

certeza de la presencia de Dios en la

historia. Aun hoy, una presencia que

da vida y salvación, que nos acerca a

un futuro con él.

Es importante para que no digamos

al pasar “soy creyente”, sino

creer verdaderamente en ese Dios,

que nos da a nosotros la posibilidad

de decir Padre, Abba.

No existe este acto de fe sin consecuencias,

que quiere decir consecuencias

de la fe en ese Dios único.

Ese Dios único es el Dios de la Trinidad.

Creer en Dios, el único, y amarlo

con todo el ser tiene consecuencias

inmensas para toda nuestra vida.

Por eso en todos lados y en todo

momento hacemos la profesión de

fe, en toda solemnidad, en la consagración,

en una ordenación, en una

Primera Comunión y en todos los sacramentos.

La primera consecuencia es reconocer

la grandeza y la majestad de

Dios: “Sí, Dios es tan grande que supera

nuestra ciencia”.

La segunda, es vivir en acción de

gracias: Si Dios es el único, todo lo

que somos y todo lo que poseemos

vienen de él: “¿Qué tienes que no hayas

recibido?” (1 Co 4,7). “¿Cómo pagaré

al Señor todo el bien que me ha

hecho?” (Sal 116,12).

La tercera consecuencia es reconocer

la unidad y la verdadera dignidad

de todos los hombres: todos han

sido hechos “a imagen y semejanza

de Dios” (Gn 1,26).

La cuarta, es usar bien de las cosas

creadas: la fe en Dios, el único,

nos lleva a usar todo lo que no es él

en la medida en que nos acerca a él,

y a separarnos de ello en la medida

en que nos aparta de él (cf. Mt 5,29-

30; 16, 24; 19,23-24): “¡Señor mío

y Dios mío, quítame todo lo que me

aleja de ti! ¡Señor mío y Dios mío, dame

todo lo que me acerca a ti! ¡Señor

mío y Dios mío, despójame de mí

mismo para darme todo a ti! (San Nicolás

de Flüe, Oración).

La quinta consecuencia es muy

importante: es confiar en Dios en todas

las circunstancias, incluso en la

adversidad. Una oración de Santa

Teresa de Jesús lo expresa admirablemente:

Nada te turbe, / nada te espante

Todo se pasa, / Dios no se muda

La paciencia, / todo lo alcanza;

Quien a Dios tiene, / nada le falta:

Sólo Dios basta. (Poesía, 30)

Podemos manifestar nuestra fe

y profesar sin miedo. Hoy también

tenemos que tener cuidado de todo

lo que hablamos de Dios. Creer en

lo que he dicho es un compromiso

muy grande y que no debemos decir

sólo con la boca, sino con nuestra

vida. Todo lo hacemos en nombre

de Dios. Lo que vivimos, vivimos

con él.

Hoy es una invitación para entrar

en ese espíritu, como lo han hecho

los profetas y nuestros padres en la

fe que han aceptado entregar sus vidas,

los apóstoles, los santos y santas

también lo han hecho.

Creer no es decir que creeré que

si veo, sino es una experiencia y sabemos

lo que recibimos.

Hay que volver a Dios y creer en

él, porque siempre está para recibirnos.

Todo lo que vivimos, lo hacemos

en ese Dios Padre, que nos ama. No

debemos olvidar que todo lo hacemos

con Dios de la Trinidad: el Padre,

el Hijo y el Espíritu Santo está. Debemos

sumarnos a ese camino de profesión

de fe, adhesión y de la entrega

de nuestro Dios, que nos ama. Que

nuestra Madre, que ha creído, nos

ayude para que siempre profesemos

nuestra fe de corazón y de verdad.

Amén.

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