Llamada telefónica Llamada telefónica
Para Anabella Ibáñez
Nadie llama ya por teléfono fijo
y me siento extraño cuando lo atiendo.
Suena: llegan cloqueos y frituras, ruido.
Tengo un vaso de agua en la mano, que se resbala;
el vidrio estalla, el agua se esparce por el piso.
Se me escapa el vaso, se va el agua.
Puedo ver los restos de cristal destellando
y el agua libre, rodando por el mosaico.
Todo esto mientras tengo en la mano el teléfono.
El mundo hace ruido.
La vida se rompe.
Diminutos cristales.
Fui, entonces,
densamente poblado por fantasmas,
cuando la voz me dice:
“Sos como una droga”.
Todo mientras el frito en la línea sigue,
mientras el teléfono me tiene,
mientras observo los restos de vidrio
el agua libre y ya muy quieta.
Después tendré que juntar los restos,
secar el agua, y todo seguirá como si nada:
los campesinos reclamarán su tierra,
Los taxistas y los maestros lo suyo.
Todo mientras me dice:
“amanecí sonriendo y es domingo,
[fui a ver las plantas.
Compre el diario, amanecí sonriendo”.
Las conversaciones siempre hacen ruido,
pero de vez en cuando, el teléfono funciona.
Y el mundo gira de oeste a este.
Y yo sigo en mi casa, que tiene techo, puertas.
Y fui densamente poblado,
de sol de domingo.