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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Mateo 19,13-15.

19/08/2017 00:33 El Evangelio
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Evangelio según San Mateo 19,13-15. Evangelio según San Mateo 19,13-15.

Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron,

pero Jesús les dijo: “Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos”.

Y después de haberles

impuesto las manos, se fue de allí.

Comentario

¡Qué don tan grande y admirable nos ha hecho

Dios, hermanos queridos!

En su Pascua..., la resurrección de Cristo hace renacer, en la inocencia

de los más pequeños,

aquello que ayer perecía en el pecado. La simplicidad de Cristo

hace suya la infancia. El niño no tiene rencor, no conoce el fraude, no se atreva a hacer daño. Por eso, este niño que el cristiano llega a ser no se enfurece cuando es insultado, no se defiende si se le despoja, no devuelve

los golpes cuando

se le pega. El Señor incluso exige orar por los enemigos, dar la túnica y el manto al que te lo roba,

presentar la otra mejilla

(Mt 5,39ss).

Esta infancia en Cristo

sobrepasa a la infancia

simplemente humana.

ésta ignora el pecado,

aquella lo detesta.

ésta debe su inocencia

a su debilidad; aquella

a su virtud. Y todavía es digna de más elogios: su odio al mal viene de su voluntad, no de su impotencia...

Cierto que se puede encontrar la sabiduría

de un anciano en un niño y la inocencia de la juventud en personas

de edad madura. Y el amor recto y verdadero puede madurar en los jóvenes:

“Vejez venerable no son los muchos días, dice el profeta, ni se mide

por el número de los años; que las canas del hombre son la prudencia”

(Sap 4,8). Pero el Señor dice a los apóstoles

ya de edad madura: “Os digo que si no volvéis

a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 18,3). Y los envía a la fuente misma

de su vida; les incita

a encontrar de nuevo la infancia, a fin de que en estos hombres cuyas

fuerzas ya declinan, renazca la inocencia de corazón. “El que no nazca

de agua y de Espíritu,

no puede entrar en el Reino de los cielos” (Jn 3,5). l

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