PSICOLOGÍA

Regular nuestras emociones para los acontecimientos de fin de año

Por el Lic. Mariano Vega Botter Neuropsicólogo

Se avecina fin de año y una sensación extraña nos invade a muchos de nosotros: llegan las fiestas y con ellas esa vieja costumbre de reunir a toda la familia, de agrupar personas que no suelen verse a lo largo del año y de comer comidas que vaya a saber por qué solo están reservadas para las fiestas como el vitel thoné, el pavo y/o el pollo, el lechón y el pan dulce. Muchos de nosotros comenzamos a sentirnos más desanimados, como si las festividades fueran un obstáculo entre el cierre de un año y el comienzo de otro. La tradicional reunión para festejar es tomada, por muchos, como una obligación; por otros, como un espacio de desavenencias familiares (tu familia, mi familia, solos...), y para algunos como un espacio de regocijo. De acuerdo a cómo veamos y sintamos las fiestas nos veremos abordados por emociones diversas: bronca, enojo, alegría, aburrimiento, tedio, satisfacción, temor, angustia, etc. Sin duda, las fiestas obligan, ante todo, a regular las emociones que provocan con el fin de pasarlas lo mejor posible y salir enteros del trance para empezar un nuevo año y estar doce meses alejados de ellas. Muchas personas sienten que las fiestas, en lugar de ser espacios de reunión y unión familiar, son momentos que muchas veces generan conflictos y malestares: los regalos, la comida, tu familia, etc. Otras veces, las fiestas son también momentos de angustia por aquellos que no están, que ya no pueden compartir con nosotros una mesa navideña y cuya falta se siente particularmente en esos días... Por otra parte, desde mediados de noviembre, los medios de comunicación y el marketing de las fiestas invaden nuestra cabeza con mensajes y obligaciones navideñas. Qué comprar, dónde conseguirlo, para quién, cuánto gastar y cómo equilibrar ese gran gasto que suponen las fiestas con los consumos asociados a las vacaciones... En ese marco, lejos de ser un espacio de alegría, festividad religiosa y reunión familiar, las fiestas han pasado a ser un evento social que, para muchos, terminan siendo una tarea a cumplir y un posible conflicto. Cualquier situación de conflicto o amenaza genera ansiedad y frustración. La ansiedad comienza a vivirse como el presagio de momentos difíciles a atravesar y las emociones negativas comienzan a embargarnos en una etapa que, para algunos, supone cansancio y estrés laboral extra.
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