Luis Séenz Peña: el presidente que fue padre de un presidente
Por Eduardo Lazzari. Historiador.
El nepotismo es una práctica política que es criticada habitualmente en los países republicanos y democráticos. Y en nuestra historia la acusación de favorecer a parientes para los cargos públicos es siempre tomada con simpatía por el público. Domingo Faustino Sarmiento, ante el pedido de un familiar, pronunció públicamente una frase que simboliza la expectativa social al respecto: “No está prohibido que un hermano del presidente fuese ministro, pero la decencia lo impide”. Sin embargo, cuando es el ejercicio del voto para los cargos electivos el que suma parientes al poder, permite que esta circunstancia tenga la legitimidad que le confiere el mandato popular. Es sorprendente que en dos ocasiones, el traspaso de los atributos del mando presidencial se haya dado entre los dos componentes de un matrimonio: Juan Domingo Perón a su tercera esposa María Estela Martínez de Perón, y Néstor Kirchner a Cristina Fernández. Pero que un padre y un hijo hayan sido presidentes sólo se dio una vez en nuestro país: los Sáenz Peña, Luis y Roque. Y lo que es atrayente es conocer la historia que llevó al padre a la primera magistratura.
INFANCIA, ESTUDIOS Y FAMILIA
Luis Sáenz Peña nació en Buenos Aires el 2 de abril de 1822, en el seno de la familia formada por el porteño Roque Julián y la cordobesa María Luisa Dávila. Son muy curiosas, para la época dos características de este matrimonio: ella le llevaba doce años de edad, y sus dos primeros hijos, Josefa y Luis, eran anteriores a la celebración del sacramento. Luis fue bautizado a los seis días de nacido en la iglesia de San Nicolás de Bari. Su infancia transcurrió en los años de la guerra contra el Brasil y el inicio de la guerra civil entre federales y unitarios. Estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires y se graduó de abogado en 1845, dedicándose a la jurisprudencia, es decir el estudio teórico de la ley. El 18 de noviembre de 1848 se casó con Cipriana Lahitte, una oriental nacida en Montevideo, en la iglesia de San Ignacio. Tuvieron siete hijos, cinco mujeres y dos varones. Tuvo una vida familiar plácida hasta que su hijo varón mayor decidió presentarle a su novia. Don Luis vio con terror que la pretendida de Roque era una hija suya fruto de una relación clandestina. Tuvo que enfrentar a su hijo con la verdad. Eso los distanció por un tiempo y quizá provocó la demora de Roque en casarse. Lo hará recién a los 35 años con Rosita González, pero esa es otra historia.
VIDA PÚBLICA Y JUDICIAL
En los tiempos de Juan Manuel de Rosas no tuvo actividad política y recién en 1860 asume un cargo público al ser elegido convencional nacional para la reforma de la Constitución de 1853, a fin de concretar la unidad nacional luego de la batalla de Cepeda. El hecho de pertenecer a la generación de Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen, ambos nacidos en 1821, lo convirtió en protagonista secundario de la política nacional. Se ganó el respeto de sus pares por la solidez de sus posiciones y sobre todo el tono pacificador que usaba en las discusiones. Su carrera legislativa comenzó en el Senado de Buenos Aires en 1870 y fue elegido tres años después para una diputación nacional. Su figura poco conflictiva lo llevó rápidamente a la presidencia de la Cámara de Diputados. Al tiempo de la elección de Avellaneda como presidente, llegó a ser vicegobernador de Buenos Aires, acompañando a Carlos Casares en la fórmula. En Santiago del Estero gobernaba en 1875 Gregorio Santillán, cuya gobernación marcó la declinación del poder de los Taboada y se recuerda de su gobierno el siniestro episodio de la profanación de la tumba de Juan Felipe Ibarra. Más adelante, don Luis fue elegido miembro de la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires y fue nombrado presidente. Aceptó un tiempo después presidir el banco provincial y en 1890 llegó a la Corte Suprema de la Nación, nombrado por el presidente Carlos Pellegrini. Ocupó el cargo un año y medio, renunciando al aceptar la candidatura presidencial del Partido Autonomista Nacional. Su candidatura surge de una serie de episodios que merecen ser recordados, ya que para todos, el destino de don Luis era retirarse en el máximo tribunal judicial del país. El tridente del poder político luego de la crisis de 1890 estaba formado por Roca, Mitre y Pellegrini, que se dedicaron a las tareas de gobierno con el afán de superar la crisis, descuidando los asuntos partidarios. Un sector interno del autonomismo nacional, el modernismo, decidió nominar a Roque Sáenz Peña como candidato para las elecciones presidenciales de 1892. El prestigio y la independencia del postulado eran riesgosos para los mandamases del partido. Entonces se le ocurrió a Roca que si don Luis se candidateaba, eso obligaría a Roque a retirarse de la lid electoral. Entre don Julio, don Bartolo y don Carlos lo convencieron al ministro de la Corte. Roca le dijo que seguramente Roque algún día iba a ser presidente, pero que era muy joven en ese momento, y que además, ellos iban a apoyarlo (a don Luis) y aconsejarlo si ganaba las elecciones. Como todos suponían, Roque bajó su postulación y el camino de don Luis a la presidencia quedó allanado.
PRESIDENCIA Y RENUNCIA
El 12 de octubre de 1892 don Luis Sáenz Peña asumió la primera magistratura del país. Tenía 70 años y junto con su vicepresidente José Evaristo Uriburu, que orillaba los 61, fueron los más ancianos en asumir sus cargos en la historia, hasta ese momento. La gran sorpresa fue que Sáenz Peña se tomó muy en serio su cargo de presidente. Rápidamente se deshizo de la influencia de Roca y Pellegrini, tomando decisiones imprevistas y contradictorias. En un país acostumbrado a la estabilidad política, las 23 crisis ministeriales en dos años marcaron un nerviosismo poco común. Pero el colmo fue que, ante la poca colaboración de su partido, decidió nombrar a un radical en el Ministerio del Interior. Así Aristóbulo del Valle se convierte en el antecedente de la revolución que estalló poco tiempo después. Santiago del Estero no estuvo al margen de la crisis política. En 1892 vuelve al cargo el gobernador Absalón Rojas, pero es destituido por una revolución a la semana de asumir. El Congreso Nacional interviene la provincia y llega Eduardo Costa, quien restablece el orden y deja el gobierno a Gelasio Lagar, un médico que no pertenecía al partido autonomista nacional y que sufre la intervención federal a los dos años, en 1895. La alternancia de gobiernos electos e intervenciones va a caracterizar la política santiagueña hasta los albores del siglo XX. A pesar del desorden político, el gobierno de Sáenz Peña tuvo logros en varios aspectos: se establecieron las sedes de la Escuela Naval y del Colegio Militar, se modernizaron los puertos de Buenos Aires y Rosario, se convocó al segundo censo nacional y se creó la Dirección General de Estadísticas, antecedente del Indec. Y sobre todo, la mejora de la situación económica del país, generó una cierta apatía popular por los acontecimientos políticos, no registrándose el grave deterioro de la autoridad presidencial sufrido por la inconsistencia de sus decisiones. El 22 de enero de 1895, amargado y solo, don Luis renunció a la presidencia, siendo rápidamente aceptada por la Asamblea Legislativa. En la carta enviada al Congreso, denuncia las traiciones políticas de las que fue objeto. Asumió su vice Uriburu. En dos períodos presidenciales consecutivos, los primeros mandatarios elegidos habían renunciado. Primero Juárez Celman y luego Sáenz Peña. Algo andaba mal en las instituciones pero el ánimo popular no parecía estar demasiado preocupado.
RETIRO, MUERTE Y HOMENAJES
Su abandono de la presidencia fue su retiro definitivo de la vida pública. Tenía 72 años. Vivió hasta el 4 de diciembre de 1907, pero no llegó a ver a su hijo Roque en la presidencia. Es curioso que Mitre e Irigoyen murieran a la misma edad que él. Fue sepultado en una austera bóveda del Cementerio de la Recoleta, y yace junto a su esposa Cipriana, la única primera dama que fue madre de presidente. En su homenaje, el mausoleo luce una placa de mármol que tiene escrito un fragmento del libro de Job, el hombre sufriente de la Biblia, una metáfora de la vida exaltada del presidente que nunca había pensado serlo. Calles y plazas lo homenajean en el país, pero sin duda el hijo Roque superó al padre Luis en la consideración de la historia.