Luis Séenz Peña: el presidente que fue padre de un presidente Luis Séenz Peña: el presidente que fue padre de un presidente
El nepotismo es una práctica
política que es criticada
habitualmente
en los países republicanos
y democráticos.
Y en nuestra historia la
acusación de favorecer a
parientes para los cargos públicos es siempre
tomada con simpatía por el público. Domingo
Faustino Sarmiento, ante el pedido
de un familiar, pronunció públicamente una
frase que simboliza la expectativa social al
respecto: “No está prohibido que un hermano
del presidente fuese ministro, pero la decencia
lo impide”. Sin embargo, cuando es
el ejercicio del voto para los cargos electivos
el que suma parientes al poder, permite que
esta circunstancia tenga la legitimidad que
le confiere el mandato popular.
Es sorprendente que en dos ocasiones,
el traspaso de los atributos del mando presidencial
se haya dado entre los dos componentes
de un matrimonio: Juan Domingo
Perón a su tercera esposa María Estela Martínez
de Perón, y Néstor Kirchner a Cristina
Fernández. Pero que un padre y un hijo hayan
sido presidentes sólo se dio una vez en
nuestro país: los Sáenz Peña, Luis y Roque.
Y lo que es atrayente es conocer la historia
que llevó al padre a la primera magistratura.
INFANCIA,
ESTUDIOS
Y FAMILIA
Luis Sáenz Peña nació en Buenos Aires
el 2 de abril de 1822, en el seno de la familia
formada por el porteño Roque Julián y la
cordobesa María Luisa Dávila. Son muy curiosas,
para la época dos características de
este matrimonio: ella le llevaba doce años
de edad, y sus dos primeros hijos, Josefa y
Luis, eran anteriores a la celebración del sacramento.
Luis fue bautizado a los seis días
de nacido en la iglesia de San Nicolás de Bari.
Su infancia transcurrió en los años de la
guerra contra el Brasil y el inicio de la guerra
civil entre federales y unitarios. Estudió Derecho
en la Universidad de Buenos Aires y
se graduó de abogado en 1845, dedicándose
a la jurisprudencia, es decir el estudio teórico
de la ley.
El 18 de noviembre de 1848 se casó
con Cipriana Lahitte, una oriental nacida
en Montevideo, en la iglesia de San Ignacio.
Tuvieron siete hijos, cinco mujeres y dos varones.
Tuvo una vida familiar plácida hasta
que su hijo varón mayor decidió presentarle
a su novia. Don Luis vio con terror que la
pretendida de Roque era una hija suya fruto
de una relación clandestina. Tuvo que enfrentar
a su hijo con la verdad. Eso los distanció
por un tiempo y quizá provocó la demora
de Roque en casarse. Lo hará recién a
los 35 años con Rosita González, pero esa es
otra historia.
VIDA PúBLICA
Y JUDICIAL
En los tiempos de Juan Manuel de Rosas
no tuvo actividad política y recién en
1860 asume un cargo público al ser elegido
convencional nacional para la reforma de la
Constitución de 1853, a fin de concretar la
unidad nacional luego de la batalla de Cepeda.
El hecho de pertenecer a la generación
de Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen,
ambos nacidos en 1821, lo convirtió en protagonista
secundario de la política nacional.
Se ganó el respeto de sus pares por la solidez
de sus posiciones y sobre todo el tono pacificador
que usaba en las discusiones.
Su carrera legislativa comenzó en el Senado
de Buenos Aires en 1870 y fue elegido
tres años después para una diputación nacional.
Su figura poco conflictiva lo llevó rápidamente
a la presidencia de la Cámara de
Diputados. Al tiempo de la elección de Avellaneda
como presidente, llegó a ser vicegobernador
de Buenos Aires, acompañando
a Carlos Casares en la fórmula. En Santiago
del Estero gobernaba en 1875 Gregorio
Santillán, cuya gobernación marcó la declinación
del poder de los Taboada y se recuerda
de su gobierno el siniestro episodio
de la profanación de la tumba de Juan Felipe
Ibarra.
Más adelante, don Luis fue elegido
miembro de la Suprema Corte de Justicia
de Buenos Aires y fue nombrado presidente.
Aceptó un tiempo después presidir el banco
provincial y en 1890 llegó a la Corte Suprema
de la Nación, nombrado por el presidente
Carlos Pellegrini. Ocupó el cargo un año y
medio, renunciando al aceptar la candidatura
presidencial del Partido Autonomista Nacional.
Su candidatura surge de una serie de
episodios que merecen ser recordados, ya
que para todos, el destino de don Luis era
retirarse en el máximo tribunal judicial del
país.
El tridente del poder político luego de
la crisis de 1890 estaba formado por Roca,
Mitre y Pellegrini, que se dedicaron a las tareas
de gobierno con el afán de superar la
crisis, descuidando los asuntos partidarios.
Un sector interno del autonomismo nacional,
el modernismo, decidió nominar a Roque
Sáenz Peña como candidato para las
elecciones presidenciales de 1892. El prestigio
y la independencia del postulado eran
riesgosos para los mandamases del partido.
Entonces se le ocurrió a Roca que si don
Luis se candidateaba, eso obligaría a Roque
a retirarse de la lid electoral. Entre don Julio,
don Bartolo y don Carlos lo convencieron
al ministro de la Corte. Roca le dijo que
seguramente Roque algún día iba a ser presidente,
pero que era muy joven en ese momento,
y que además, ellos iban a apoyarlo
(a don Luis) y aconsejarlo si ganaba las elecciones.
Como todos suponían, Roque bajó
su postulación y el camino de don Luis a la
presidencia quedó allanado.
PRESIDENCIA
Y RENUNCIA
El 12 de octubre de 1892 don Luis Sáenz Peña
asumió la primera magistratura del país.
Tenía 70 años y junto con su vicepresidente
José Evaristo Uriburu, que orillaba los 61, fueron
los más ancianos en asumir sus cargos en
la historia, hasta ese momento. La gran sorpresa
fue que Sáenz Peña se tomó muy en serio
su cargo de presidente. Rápidamente se
deshizo de la influencia de Roca y Pellegrini,
tomando decisiones imprevistas y contradictorias.
En un país acostumbrado a la estabilidad
política, las 23 crisis ministeriales en dos
años marcaron un nerviosismo poco común.
Pero el colmo fue que, ante la poca colaboración
de su partido, decidió nombrar a un radical
en el Ministerio del Interior. Así Aristóbulo
del Valle se convierte en el antecedente de
la revolución que estalló poco tiempo después.
Santiago del Estero no estuvo al margen
de la crisis política. En 1892 vuelve al cargo el
gobernador Absalón Rojas, pero es destituido
por una revolución a la semana de asumir.
El Congreso Nacional interviene la provincia
y llega Eduardo Costa, quien restablece el orden
y deja el gobierno a Gelasio Lagar, un médico
que no pertenecía al partido autonomista
nacional y que sufre la intervención federal
a los dos años, en 1895. La alternancia de gobiernos
electos e intervenciones va a caracterizar
la política santiagueña hasta los albores
del siglo XX.
A pesar del desorden político, el gobierno
de Sáenz Peña tuvo logros en varios aspectos:
se establecieron las sedes de la Escuela Naval
y del Colegio Militar, se modernizaron los
puertos de Buenos Aires y Rosario, se convocó
al segundo censo nacional y se creó la Dirección
General de Estadísticas, antecedente del
Indec. Y sobre todo, la mejora de la situación
económica del país, generó una cierta apatía
popular por los acontecimientos políticos, no
registrándose el grave deterioro de la autoridad
presidencial sufrido por la inconsistencia
de sus decisiones.
El 22 de enero de 1895, amargado y solo,
don Luis renunció a la presidencia, siendo rápidamente
aceptada por la Asamblea Legislativa.
En la carta enviada al Congreso, denuncia
las traiciones políticas de las que fue objeto.
Asumió su vice Uriburu. En dos períodos
presidenciales consecutivos, los primeros
mandatarios elegidos habían renunciado. Primero
Juárez Celman y luego Sáenz Peña. Algo
andaba mal en las instituciones pero el ánimo
popular no parecía estar demasiado preocupado.
RETIRO, MUERTE
Y HOMENAJES
Su abandono de la presidencia fue su retiro
definitivo de la vida pública. Tenía 72 años. Vivió
hasta el 4 de diciembre de 1907, pero no llegó
a ver a su hijo Roque en la presidencia. Es curioso
que Mitre e Irigoyen murieran a la misma
edad que él. Fue sepultado en una austera bóveda del Cementerio de la Recoleta, y yace junto
a su esposa Cipriana, la única primera dama
que fue madre de presidente. En su homenaje,
el mausoleo luce una placa de mármol que tiene
escrito un fragmento del libro de Job, el hombre
sufriente de la Biblia, una metáfora de la vida
exaltada del presidente que nunca había pensado
serlo. Calles y plazas lo homenajean en el
país, pero sin duda el hijo Roque superó al padre
Luis en la consideración de la historia.








