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Luis Séenz Peña: el presidente que fue padre de un presidente

21/04/2018 21:53 Santiago
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Luis Séenz Peña: el presidente que fue padre de un presidente Luis Séenz Peña: el presidente que fue padre de un presidente

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El nepotismo es una práctica

política que es criticada

habitualmente

en los países republicanos

y democráticos.

Y en nuestra historia la

acusación de favorecer a

parientes para los cargos públicos es siempre

tomada con simpatía por el público. Domingo

Faustino Sarmiento, ante el pedido

de un familiar, pronunció públicamente una

frase que simboliza la expectativa social al

respecto: “No está prohibido que un hermano

del presidente fuese ministro, pero la decencia

lo impide”. Sin embargo, cuando es

el ejercicio del voto para los cargos electivos

el que suma parientes al poder, permite que

esta circunstancia tenga la legitimidad que

le confiere el mandato popular.

Es sorprendente que en dos ocasiones,

el traspaso de los atributos del mando presidencial

se haya dado entre los dos componentes

de un matrimonio: Juan Domingo

Perón a su tercera esposa María Estela Martínez

de Perón, y Néstor Kirchner a Cristina

Fernández. Pero que un padre y un hijo hayan

sido presidentes sólo se dio una vez en

nuestro país: los Sáenz Peña, Luis y Roque.

Y lo que es atrayente es conocer la historia

que llevó al padre a la primera magistratura.

INFANCIA,

ESTUDIOS

Y FAMILIA

Luis Sáenz Peña nació en Buenos Aires

el 2 de abril de 1822, en el seno de la familia

formada por el porteño Roque Julián y la

cordobesa María Luisa Dávila. Son muy curiosas,

para la época dos características de

este matrimonio: ella le llevaba doce años

de edad, y sus dos primeros hijos, Josefa y

Luis, eran anteriores a la celebración del sacramento.

Luis fue bautizado a los seis días

de nacido en la iglesia de San Nicolás de Bari.

Su infancia transcurrió en los años de la

guerra contra el Brasil y el inicio de la guerra

civil entre federales y unitarios. Estudió Derecho

en la Universidad de Buenos Aires y

se graduó de abogado en 1845, dedicándose

a la jurisprudencia, es decir el estudio teórico

de la ley.

El 18 de noviembre de 1848 se casó

con Cipriana Lahitte, una oriental nacida

en Montevideo, en la iglesia de San Ignacio.

Tuvieron siete hijos, cinco mujeres y dos varones.

Tuvo una vida familiar plácida hasta

que su hijo varón mayor decidió presentarle

a su novia. Don Luis vio con terror que la

pretendida de Roque era una hija suya fruto

de una relación clandestina. Tuvo que enfrentar

a su hijo con la verdad. Eso los distanció

por un tiempo y quizá provocó la demora

de Roque en casarse. Lo hará recién a

los 35 años con Rosita González, pero esa es

otra historia.

VIDA PúBLICA

Y JUDICIAL

En los tiempos de Juan Manuel de Rosas

no tuvo actividad política y recién en

1860 asume un cargo público al ser elegido

convencional nacional para la reforma de la

Constitución de 1853, a fin de concretar la

unidad nacional luego de la batalla de Cepeda.

El hecho de pertenecer a la generación

de Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen,

ambos nacidos en 1821, lo convirtió en protagonista

secundario de la política nacional.

Se ganó el respeto de sus pares por la solidez

de sus posiciones y sobre todo el tono pacificador

que usaba en las discusiones.

Su carrera legislativa comenzó en el Senado

de Buenos Aires en 1870 y fue elegido

tres años después para una diputación nacional.

Su figura poco conflictiva lo llevó rápidamente

a la presidencia de la Cámara de

Diputados. Al tiempo de la elección de Avellaneda

como presidente, llegó a ser vicegobernador

de Buenos Aires, acompañando

a Carlos Casares en la fórmula. En Santiago

del Estero gobernaba en 1875 Gregorio

Santillán, cuya gobernación marcó la declinación

del poder de los Taboada y se recuerda

de su gobierno el siniestro episodio

de la profanación de la tumba de Juan Felipe

Ibarra.

Más adelante, don Luis fue elegido

miembro de la Suprema Corte de Justicia

de Buenos Aires y fue nombrado presidente.

Aceptó un tiempo después presidir el banco

provincial y en 1890 llegó a la Corte Suprema

de la Nación, nombrado por el presidente

Carlos Pellegrini. Ocupó el cargo un año y

medio, renunciando al aceptar la candidatura

presidencial del Partido Autonomista Nacional.

Su candidatura surge de una serie de

episodios que merecen ser recordados, ya

que para todos, el destino de don Luis era

retirarse en el máximo tribunal judicial del

país.

El tridente del poder político luego de

la crisis de 1890 estaba formado por Roca,

Mitre y Pellegrini, que se dedicaron a las tareas

de gobierno con el afán de superar la

crisis, descuidando los asuntos partidarios.

Un sector interno del autonomismo nacional,

el modernismo, decidió nominar a Roque

Sáenz Peña como candidato para las

elecciones presidenciales de 1892. El prestigio

y la independencia del postulado eran

riesgosos para los mandamases del partido.

Entonces se le ocurrió a Roca que si don

Luis se candidateaba, eso obligaría a Roque

a retirarse de la lid electoral. Entre don Julio,

don Bartolo y don Carlos lo convencieron

al ministro de la Corte. Roca le dijo que

seguramente Roque algún día iba a ser presidente,

pero que era muy joven en ese momento,

y que además, ellos iban a apoyarlo

(a don Luis) y aconsejarlo si ganaba las elecciones.

Como todos suponían, Roque bajó

su postulación y el camino de don Luis a la

presidencia quedó allanado.

PRESIDENCIA

Y RENUNCIA

El 12 de octubre de 1892 don Luis Sáenz Peña

asumió la primera magistratura del país.

Tenía 70 años y junto con su vicepresidente

José Evaristo Uriburu, que orillaba los 61, fueron

los más ancianos en asumir sus cargos en

la historia, hasta ese momento. La gran sorpresa

fue que Sáenz Peña se tomó muy en serio

su cargo de presidente. Rápidamente se

deshizo de la influencia de Roca y Pellegrini,

tomando decisiones imprevistas y contradictorias.

En un país acostumbrado a la estabilidad

política, las 23 crisis ministeriales en dos

años marcaron un nerviosismo poco común.

Pero el colmo fue que, ante la poca colaboración

de su partido, decidió nombrar a un radical

en el Ministerio del Interior. Así Aristóbulo

del Valle se convierte en el antecedente de

la revolución que estalló poco tiempo después.

Santiago del Estero no estuvo al margen

de la crisis política. En 1892 vuelve al cargo el

gobernador Absalón Rojas, pero es destituido

por una revolución a la semana de asumir.

El Congreso Nacional interviene la provincia

y llega Eduardo Costa, quien restablece el orden

y deja el gobierno a Gelasio Lagar, un médico

que no pertenecía al partido autonomista

nacional y que sufre la intervención federal

a los dos años, en 1895. La alternancia de gobiernos

electos e intervenciones va a caracterizar

la política santiagueña hasta los albores

del siglo XX.

A pesar del desorden político, el gobierno

de Sáenz Peña tuvo logros en varios aspectos:

se establecieron las sedes de la Escuela Naval

y del Colegio Militar, se modernizaron los

puertos de Buenos Aires y Rosario, se convocó

al segundo censo nacional y se creó la Dirección

General de Estadísticas, antecedente del

Indec. Y sobre todo, la mejora de la situación

económica del país, generó una cierta apatía

popular por los acontecimientos políticos, no

registrándose el grave deterioro de la autoridad

presidencial sufrido por la inconsistencia

de sus decisiones.

El 22 de enero de 1895, amargado y solo,

don Luis renunció a la presidencia, siendo rápidamente

aceptada por la Asamblea Legislativa.

En la carta enviada al Congreso, denuncia

las traiciones políticas de las que fue objeto.

Asumió su vice Uriburu. En dos períodos

presidenciales consecutivos, los primeros

mandatarios elegidos habían renunciado. Primero

Juárez Celman y luego Sáenz Peña. Algo

andaba mal en las instituciones pero el ánimo

popular no parecía estar demasiado preocupado.

RETIRO, MUERTE

Y HOMENAJES

Su abandono de la presidencia fue su retiro

definitivo de la vida pública. Tenía 72 años. Vivió

hasta el 4 de diciembre de 1907, pero no llegó

a ver a su hijo Roque en la presidencia. Es curioso

que Mitre e Irigoyen murieran a la misma

edad que él. Fue sepultado en una austera bóveda del Cementerio de la Recoleta, y yace junto

a su esposa Cipriana, la única primera dama

que fue madre de presidente. En su homenaje,

el mausoleo luce una placa de mármol que tiene

escrito un fragmento del libro de Job, el hombre

sufriente de la Biblia, una metáfora de la vida

exaltada del presidente que nunca había pensado

serlo. Calles y plazas lo homenajean en el

país, pero sin duda el hijo Roque superó al padre

Luis en la consideración de la historia.

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