Mujeres de teatro: historias de escenarios argentinos (1ª parte) Mujeres de teatro: historias de escenarios argentinos (1ª parte)
A lo largo de la historia, el
arte fue esquivo a las mujeres,
como tantas actividades
humanas. Sin embargo,
ya desde los tiempos del
teatro griego, los primeros autores incorporaron
a las féminas como protagonistas de
las comedias y de las tragedias, hace más de
veinticinco siglos, aunque en las representaciones
públicas de los comienzos del teatro
se recurría a hombres caracterizados como
mujeres para esos papeles. Si se compara la
participación de la mujer en el teatro, con la
presencia en las demás artes clásicas, como
la música, la escultura, la pintura, la arquitectura
o la literatura, durante muchos años
sólo estaba reservado el papel de invitada
y vedado el rol de autora, compositora o
artista y la interpretación sólo era ocasional.
Por eso nos dedicaremos hoy a mujeres que
se destacaron, desde hace mucho, como las
protagonistas excluyentes de su tiempo en
el arte de los escenarios, fuere el teatro o el
cine. Actrices que con su carácter marcaron
épocas inolvidables.
TRINIDAD
GUEVARA: La pionera de los
escenarios del
Río de la Plata
Trinidad Ladrón de Guevara nace en 1798
en el pueblo de Santo Domingo Soriano, en la
Banda Oriental, en el hogar encabezado por
Joaquín, archivero. Iniciado el siglo XIX, la familia
se traslada a Montevideo, donde el padre
de Trinidad es contratado en la Casa de
Comedias, que era el primer teatro habilitado
en la ciudad, para cumplir con sus tareas. La
niña se destaca por su capacidad histriónica y
el poeta Bartolomé Hidalgo, a quien se considera
el pionero del teatro gauchesco en el Virreinato
del Río de la Plata, la contrata para
actuar como actriz secundaria cuando Trinidad
cuenta con sólo trece años.
La actriz se destaca en todos los repertorios,
fueran dramáticos, cómicos o satíricos,
por lo que cuatro años después, en 1815, en
tiempos de la Revolución y durante la guerra
de la Independencia, consigue su primer papel
protagónico, auspiciada por quien es considerada
la primera actriz oriental, Petronila
Serrano. Trinidad se convierte en una artista
muy popular y lleva el teatro a su máxima expresión
en todo el Río de la Plata.
Su carácter independiente la lleva a convertirse
en madre soltera, como consecuencia
de su romance con Manuel Oribe, quien
iba a convertirse años después en uno de los
personajes más importantes del Uruguay como
jefe del Partido Blanco, aliado al gobernador
porteño Juan Manuel de Rosas. Esto ocurre
en 1816 y debe entregar a su hija para que
sea educada por la familia de su amante. Sumado
este hecho desgraciado a la invasión
de las tropas portuguesas del Brasil, cruza el
“charco” y se radica en Buenos Aires en los inicios
de 1817.
Se presenta en el teatro Coliseo y se convierte
rápidamente en la preferida del público
porteño, representando obras como “Hamlet”,
“Otelo”, “Hernani”, llegando a interpretar
personajes masculinos con una solvencia
que quedó registrada por la historia. Hizo giras
por Córdoba, Mendoza, Santiago de Chile
y regresó a su tierra, el Uruguay, recién en
1848. Se despidió de los escenarios en 1856,
interpretando “La Cisterna”, en el teatro “El
Porvenir” de la capital argentina.
Su vida privada no estuvo exenta de polémica,
ya que mantuvo una relación estable con
un hombre casado con el que tuvo seis hijos. El
ambiente conservador de esos tiempos la declaró
“prostituida”, a instancias de la Iglesia, pero
no dejó de actuar salvo en contados momentos.
Murió en Buenos Aires, a los 75 años, en 1873,
en medio del olvido. Muchos años después comenzó
el reconocimiento a su carrera teatral,
creándose el premio que lleva su nombre y es el
más prestigioso del teatro argentino. En la década
de 1990 a algunas calles del país y del Uruguay
se le impuso su nombre. El teatro municipal
de Luján en la provincia de Buenos Aires lleva
su nombre.