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Se termina borrando con el codo lo escrito con la mano

02/11/2019 21:12 Opinión
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Se termina borrando con el codo lo escrito con la mano Se termina borrando con el codo lo escrito con la mano

Una vez más, la Argentina llegó a unas elecciones presidenciales en medio de una mala situación económica, con demandas de fuertes cambios. En un recambio presidencial, la incertidumbre ha venido in crescendo, lo que estuvo provocando un deterioro financiero importante en el último tiempo. Lamentablemente, la situación no es nueva. ¿Por qué sigue pasando? Porque somos el ejemplo claro de una pésima resolución de la tensión entre eficiencia y equidad, un contrapunto clásico en la ciencia económica.

Recurrentemente sucede que, ante la mala situación social, un gobierno implementa políticas con foco en redistribuir el ingreso (equidad), las cuales, más tarde o más temprano, derivan en un déficit fiscal insostenible que suele venir acompañado de alta inflación (eficiencia). En estas condiciones, se termina borrando con el codo lo escrito con la mano, y viene un cambio de ciclo político encabezado por alguien que viene a poner las cosas en orden. El orden equivale a ajuste fiscal y monetario (eficiencia), en dosis muy diversas según el momento, que es resistido por la población. Ante esto, se hace difícil mantener la disciplina fiscal y se confía excesivamente en el remedio monetario, lo que deriva en altas tasas de interés, atraso cambiario y recesión. La situación social se deteriora y se produce otro cambio de ciclo político en pos de alguien que venga a mejorar la situación social (equidad).

¿Qué diferencia tiene la situación actual respecto de otras pasadas? En primer lugar, se la enfrenta con un piso de pobreza que ya viene elevado hace muchos años, por lo que la tolerancia al ajuste es cada vez menor y es entendible. Pero además se da en un contexto global de descontento generalizado respecto del statu quo de la economía en general, con fuertes reclamos ante largas postergaciones en las aspiraciones. Y para peor, todo ocurre con un grado de inmediatez y de sincronización propia del estado de permanente conexión que permiten las telecomunicaciones actuales.

Con esta perspectiva, el mayor desafío en la etapa que viene es romper con esta dañina recurrencia. ¿Qué se requiere? Consenso entre las facciones políticas mayoritarias, lo que implica que cada una de ellas tendrá que estar dispuesta a hacer concesiones a la otra para encontrar resultados que cuenten con el apoyo de todos. Así, quienes ponen mayormente el foco en la redistribución, tendrán que aceptar ciertas restricciones básicas, entre ellas, que la Argentina necesita superávit fiscal, baja inflación y cierta integración al mundo para poder crecer sostenidamente, de lo contrario, no sé podrá mejorar la calidad de vida de la población en forma duradera. A su vez, quienes consideran que con sólo lograr esto el país saldrá adelante porque la inversión creará los puestos de trabajo necesarios, deberán entender que la transición de la situación actual hacia esos objetivos tiene costos sociales, que tienen que ser tenidos en cuenta y atendidos adecuadamente, lo cual deriva en un rol importante para el estado, limitando necesariamente la velocidad del ajuste en el sector público, sobre todo en el gasto.

Y aquí se hace presente lo que desde el punto de vista económico está en el centro de todas las crisis pasadas: la dificultad de lograr la solvencia del sector público en medio de esa tensión permanente entre eficiencia y equidad. Dicha solvencia está tironeada por la necesidad de atender las demandas sociales y la de reducir la carga impositiva para lograr competitividad, disyuntiva de por si complicadapero que se ve potenciada con sospechas graves de corrupción, que desdibujan el rol que supuestamente debe cumplir el estado.

No hay dudas de que el paso a una mejor calidad de vida para toda la población va de la mano de puestos de trabajo productivos creados por una inversión vibrante pero el proceso puede ser insoportablemente lento para ese tercio o más de compatriotas que viven en la pobreza. El tiempo que ello requiere sólo se puede comprar a partir de un consenso amplio en las cuestiones mencionadas: ello dará a los inversores la certidumbre necesaria de que no habrá un cambio de rumbo drástico en cada elección y permitirá a los sectores más necesitados contar con los recursos que les permitan transitar ese camino en condiciones dignas y con las oportunidades necesarias para acceder a los beneficios del progreso.

Es con esta perspectiva que debería encararse el nuevo período presidencial. Si, por el contrario, el foco del gobierno electo quedara exclusivamente en cómo reestructurar la deuda pública, qué hacer con el cepo, cómo ajustar las tarifas o cómo resolver la amenaza de las Leliq, lamentablemente sabremos cómo terminará la situación. l

 

(*) Economista, director de C&T Asesores Económicos y profesor de economía monetaria en la UCA


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