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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del Eclesiástico 47, 2-13

07/02/2020 00:07 El Evangelio
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Lectura del Eclesiástico 47, 2-13 Lectura del Eclesiástico 47, 2-13

Como se separa la grasa en el sacrificio de comunión, así David fue separado de entre los hijos de Israel.

Jugó con los leones como si fueran cabritos, y con los osos como si fueran corderos. ¿Acaso no mató de joven al gigante, y quitó el oprobio del pueblo, lanzando la piedra con la honda y abatiendo la arrogancia de Goliat?

Porque invocó al Señor altísimo, quien dio vigor a su diestra, para aniquilar al potente guerrero y reafirmar el poder de su pueblo.

Por eso lo glorificaron por los diez mil y lo alabaron por las bendiciones del Señor, ofreciéndole la diadema de gloria. Pues él aplastó a los enemigos del contorno, aniquiló a los filisteos, sus adversarios, para siempre quebrantar su poder.

Por todas sus acciones daba gracias al Altísimo, el Santo, proclamando su gloria.

Con todo su corazón entonó himnos, demostrando el amor por su Creador.

Organizó coros de salmistas ante el altar, y con sus voces armonizó los cantos; y cada día tocarán su música.

Dio esplendor a las fiestas, embelleció las solemnidades a la perfección, haciendo que alabaran el santo nombre del Señor, llenando de cánticos el santuario desde la aurora.

El Señor le perdonó sus pecados y exaltó su poder para siempre: le otorgó una alianza real y un trono de gloria en Israel.

Reflexión

Entre nosotros se suele decir que no hay nada mejor que morir para que se hable bien de una persona. Al menos, durante un cierto tiempo. Es lo que suele ocurrir en las homilías de los difuntos. Normalmente el sacerdote que predica suele tener palabras de elogio para el difunto, resaltando sólo la parte positiva de su vida.

La primera lectura es un caso claro de lo que estamos diciendo. El autor del libro del Eclesiástico hace un elogio del difunto rey David. Quien leyera este pasaje por primera vez, sin conocer la historia de David, pensaría de él que todo lo hizo bien, es más, que todo lo hizo muy bien y buscando siempre agradar a Dios y amarle de todo corazón.

 Podemos seguir elogiando a David porque cuando pecó, y pecó digamos de manera fuerte, deshaciéndose de manera injusta de Urías, oficial de su ejército, para quedarse con su mujer Betsabé que había dejado embarazada, se arrepintió de verdad y pidió perdón a Dios, que se lo concedió.

Una lección para todos nosotros. No esperemos a la homilía de nuestro funeral para que se hable bien de nosotros. Ya en esta vida, a pesar de nuestros fallos y limitaciones, busquemos siempre seguir el camino que nos ha trazado Jesús, el camino del bien, del amor, la justicia, de la alegría.

Es una experiencia común a todos nosotros: en el campo de nuestro corazón hay trigo y cizaña. En ningún corazón hay solo trigo o solo cizaña, Un ejemplo es el rey Herodes. En su corazón había trigo, que le llevaba a “respetar a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo y lo defendía. En muchos asuntos seguía su parecer y lo escuchaba con gusto”. Pero también en su corazón había cizaña, la inclinación al mal. Dejándose llevar por esta parte de su corazón, abusando de su poder real, mató a Juan a quien consideraba “honrado y santo” por seguir la injusta petición de Herodías.

Después de lamentar y recriminar a Herodes su actuación, nos tenemos que preguntar cada uno de nosotros si luchamos para que nuestro trigo venza siempre a nuestra cizaña. Si después de nuestro encuentro seductor con Jesús, a quien prometimos seguir, le seguimos realmente. Si nuestros pasos van por el camino de Jesús y no por su contrario, para disfrutar de la paz y la alegría de vivir.  


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