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El coronavirus como posibilidad de cambio fáctico de Argentina

22/03/2020 23:45 Opinión
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El coronavirus como posibilidad de cambio fáctico de Argentina El coronavirus como posibilidad de cambio fáctico de Argentina

En el crítico contexto actual del grave brote global del coronavirus, iniciado en la antes muy lejana China y ya con el decidido carácter de una pandemia; cuyas negativas consecuencias económicas son claramente descriptas por Gustavo Lazzari en su reciente, y muy recomendable, artículo de opinión “La economía del miedo” en el Cronista Comercial; parece oportuno recordar algunas situaciones relativamente similares que nuestro país atravesó en su historia.

Es oportuno porque surge como imprescindible el intentar reducir el muy lógico y válido temor social generalizado y, fundamentalmente, la incertidumbre que el miedo provoca y que genera la casi paralización de la economía. Porque reduce al consumo, posterga las inversiones, detiene el comercio y la actividad económica en general ingresa en un estado de recesión que, por lo prolongado de nuestro caso, un “país muy poco inmune”, ya se transformó en una depresión económica, de derivaciones probablemente muy negativas.

Un caluroso 27 de enero de 1871 en San Telmo, en la ciudad de Buenos Aires, se diagnosticaron los 3 primeros casos de la muy temida “fiebre amarilla”. En cuestión de horas los sucesivos contagios se dispararon automáticamente. Todavía estaban muy presentes las calamidades de las epidemias del cólera de los recientes años 1867 y 1868, que se llevaron las vidas de alrededor de 14.500 personas en esos 2 años, cuando el promedio anual normal de fallecidos en la ciudad era de aproximadamente 4.500.

Buenos Aires ya era, por entonces, una ciudad de unos 190.000 habitantes y la epidemia de fiebre amarilla, en solo unos 5 meses, desde enero hasta junio de 1871, mató a unas 14.000 personas de las alrededor de 125.000 que fueron afectadas; resultando así una mortandad de más del +10%. Sin anacronismos en nuestra observación 150 años después, resultó lógico que aquellos hospitales fueran desbordados y, como una casi única respuesta inmediata, la ciudad se despobló rápidamente y a mediados de abril sólo quedaban en ella unos 50.000 habitantes.

El gobierno del presidente Sarmiento procedió rápidamente y con acciones “de manual”: decretó el feriado total para el sector público y cerraron los bancos, las escuelas, las iglesias y los comercios. Las calles de la ciudad quedaron desiertas. Se organizaron numerosos viajes gratuitos para favorecer el rápido éxodo de la ciudad, desde el entonces céntrico sur hacia el norte suburbano. Muchos vagones del ferrocarril pasaron a ser las nuevas viviendas de las familias evacuadas en los barrios de San Martín, Moreno, Merlo y otras localidades, hasta entonces suburbios.

La epidemia fue brutal, como lo describe Ricardo de Titto en su excelente libro “Yo, Sarmiento”. En aquella muy penosa Semana Santa de abril, en solo 3 días hubo cerca de 1.300 muertes. De un índice normal de 12 muertes por día se pasó a enfrentar picos de hasta 500 fallecimientos. Tanto fue así que hubo que habilitar un cementerio nuevo: el de “La Chacarita”. Se organizó una comisión de “notables” compuesta por el abogado Roque Perez, el periodista Héctor Varela, los escritores Carlos Guido Spano y Evaristo Carriego y algunos políticos de credibilidad como Aristóbulo del Valle, entre pocos otros.

La epidemia, como una catástrofe de magnitud que fue, tuvo su costado “político”. La decisión del presidente Sarmiento y de sus ministros de trasladar, a mediados de marzo, el ejercicio del poder central a la entonces ciudad de Belgrano fue muy criticada por algunos sectores. Los conflictos bélicos internos que aún acarreaba el país desde su misma independencia, si bien eran los últimos, aún no habían finalizado. Casi simultáneamente con la epidemia el litoral se había alzado en armas contra el gobierno nacional.

El general Mitre, hasta entonces aliado político del presidente Sarmiento e integrante también de la referida comisión, había decidido quedarse en la ciudad y se había infectado levemente de la enfermedad. Sus diferencias políticas con Sarmiento ya eran cada vez más explícitas. Pero, la peste provocó un gran cambio demográfico de la ciudad; Barracas y otros barrios del sur fueron abandonados y crecieron notablemente Belgrano y San Isidro, al norte, sobre el camino hacia la provincia de Santa Fe.

También surgieron los oportunistas. Se falsificaron muchas herencias, numerosos testamentos y hasta se inventaron quiebras fraudulentas. Pero, a partir de la devastación biológica, el estado impulso reformas edilicias, de las normas de la higiene y de la salud pública; el sector privado lo siguió de inmediato. Sarmiento, con su tremenda intuición, pues la ciencia era aún “antes de Pasteur”, ya recomendaba la asepsia de lavarse con frecuencia las manos con agua y jabón. La instrucción educativa también jugó su muy importante rol para con la salud pública.

Sirvió aquella muy penosa catástrofe para revalorizar a la higiene pública y que se adelantaran los planes de la instalación de las obras de cloacas en la ciudad. En 1874 ya se comenzaban a construir, sin dilaciones políticas. Similarmente, una vez superada en los próximos meses la actual crisis de salud pública, es muy probable que resurja, muy fortalecida, la denominada “economía digital”; el llamado “tele trabajo”; el comercio electrónico y los servicios del conocimiento crezcan aún mucho más. Incluso, que le quede muy claro al Estado la imprescindible necesidad de grandes cambios en las muy obsoletas normas laborales y fiscales actuales.

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