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En defensa del rugby y los verdaderos valores deportivos

04/12/2020 21:40 Opinión
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En defensa del rugby y los verdaderos valores deportivos En defensa del rugby y los verdaderos valores deportivos

El “no-homenaje” a Diego Armando Maradona tras su muerte y los tuits racistas de algunos de sus integrantes bastaron para echar por tierra un trabajo de largos años en los que la Unión Argentina de Rugby (UAR) buscó afianzar el vínculo de su principal seleccionado con la gente. Incluso la Daia, el Inadi y la Sociedad Hebraica condenaron las expresiones de los rugbiers.

“Me dolió ver solo una cinta en el brazo. Seguramente el rugby argentino repensará y hará lo que tenga que hacer”, comentó Hugo Porta, una leyenda del equipo nacional en el programa radial Buenos Vecinos (Radio 10). Era más fácil anotar el try que fallarlo, pero Los Pumas no sólo fallaron. También le dieron vida a una bomba de tiempo que estuvo lejos de desactivarse con el pedido de disculpas. Poco después salieron a la luz tuits discriminatorios publicados por el propio capitán Matera y otros dos jugadores, Guido Petti y Santiago Socino. Posteos con tintes racistas realizados entre 2011 y 2012. Nuevamente el tsunami. Otra vez la viralización de un repudio social cuando parecía volver la calma.

La lectura macro del escenario permite ver una crisis nunca antes registrada en el rugby nacional. Ahora Los Pumas quedaron estrechamente vinculados desde un lado negativo a un momento de extrema sensibilidad social. “Es así. El daño se lo hicieron ellos mismos”, comenta un periodista de renombre ante la consulta. “¡Sudáfrica, baby! Por fin me voy de este país lleno de negros... ¡Ouch!”, cita un posteo viralizado del capitán.

“Qué es una mucama embarazada de trillizos? Un kit de limpieza”, escribió un día como hoy hace ocho años Guido Petti, jugador de la selección de rugby argentina, apenas cumplidos los dieciocho.

¿Qué tuvo que pasar durante todo ese tiempo para que esos jóvenes no sólo piensen de ese modo, sino que sientan la impunidad necesaria para expresarlo en sus redes sociales? Cuesta imaginar que no fuesen chistes que repitieran en su cotidianidad: en la escuela, en el club, en su casa. Ese es un tema doloroso y amargo, para otra nota.

Nuestra responsabilidad como sociedad toda se pregunta: ¿Habrá habido alguien en sus vidas que alguna vez les cuestionara sus “chistes”? ¿Hubo docentes, dirigentes, entrenadores capaces de explicar lo que significan el racismo, la xenofobia, la misoginia, el antisemitismo?

“Además de tirar para atrás el esfuerzo de muchos años de poner al rugby en un lugar un poco más adelantado, con estos tuits lo que están logrando es afianzar un poco estos preconceptos sociales. Resulta difícil cambiar la imagen”, dice el periodista Federico Yáñez. Es que las etiquetas de clases o rótulos no tardan en aparecer cuando los posteos repudiados a nivel social tienen frases como: “El odio a los bolivianos, paraguayos, etc., nace de esa mucama a la que una vez se le cayó un pelo en tu comida”. “Con esos tuits alimentan la idea de que no les importa el otro, que son elitistas y racistas”, analiza una periodista de un importante medio nacional.

Desplome de la imagen positiva. Disparada de la imagen negativa. El vaso puede mirarse de distintas maneras, pero está lejos de verse lleno. Los que más conocen el deporte e incluso llevan décadas cubriendo Mundiales y eventos de trascendencia, tienen una lectura certera: “Con esto retrocedieron muchos casilleros y no creo que la puedan levantar”. Entre tanto, se emitieron comunicados oficiales en redes: “Las frases antisemitas, xenófobas y discriminatorias de los integrantes de Los Pumas sólo manifiestan su tremendo desconocimiento e incapacidad por comprender los valores de la diversidad que construyen nuestra sociedad”, condenaron desde la Sociedad Hebraica Argentina

Mientras el capitán de Los Pumas eliminaba su perfil de Twitter, las capturas continuaban circulando por las redes. “Hay responsabilidad de la UAR por no monitorear, capacitar y, en su defecto, por no instarlos a que no solo borren los tuits sino que fundamentalmente modifiquen la conducta, porque no dejan de ser jugadores que representen a la Unión. Ahí es doble el problema”, analiza Yáñez,

“Era un año en el que el rugby necesitaba recomponer su imagen por cómo empezó con el crimen a Fernando Báez Sosa. En el rugby dicen que los demás los estigmatizan, cuando en realidad todo el tiempo el deporte se está parando en la vereda de enfrente”, analiza la periodista consultada. Tras el rotundo éxito ante Nueva Zelanda, la crisis del rugby que se inició por la ausencia de homenajes significativos a Maradona se profundiza con posturas discriminatorias que contradicen esos valores que son bandera del deporte. Una tormenta autogenerada. Una herida autoinfligida. Un try que era mucho más fácil marcarlo que fallarlo.

Al odio de clase que expresaron los tres Pumas en las redes sociales, al daño que se autoinfligieron, a la escuálida empatía con el más grande personaje deportivo argentino de la historia, la Unión Argentina de Rugby le agregó otra mancha. El 5 de diciembre del año pasado, sus dirigentes encabezados por el presidente Marcelo Rodríguez, recibieron a representantes de organismos de Derechos Humanos en la sede de San Isidro. Prometieron una respuesta al pedido de homenaje a los 152 rugbiers desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. El sábado próximo se cumple justo un año de ese encuentro. Todavía no hubo una respuesta.

El conflicto no resuelto que plantean estas conductas es cómo se profundiza el abismo entre el rugby y la sociedad que lo contiene. Un contrasentido para cualquier deporte que intenta crecer cada vez más. Porque retrocedió varios casilleros en la credibilidad social de los valores que dice expresar.

La responsabilidad compartida de los tres que ya analiza el Inadi y provocó una inmediata sanción de la UAR –le quitó la capitanía a Matera y los apartó del plantel que juega el torneo Tres Naciones en Australia–, ahora levantan la sanción en tres días. Esto dejó al mundo del rugby otra vez expuesto por las actitudes repudiables de algunos de sus protagonistas. En esta ocasión fueron jugadores de la Selección nacional, un plantel profesional.

En el último verano de Villa Gesell se trató del asesinato en patota del joven Fernando Báez Sosa cometido por rugbiers amateurs del club Náutico Arsenal Zárate.

No hay relación jurídica posible entre un episodio y el otro, pero sí una misma matriz de racismo, masculinidad mal entendida y aversión hacia la clase social más desfavorecida. Esto es ineludible y se convierte en un golpe muy bajo para quienes se esmeran en el mundo del rugby por sostenerlo como un juego con determinadas reglas y un espíritu. El de valores ya demasiado manoseados que levanta este deporte.

Ahora sería simplificar en demasía que es un problema exclusivo del Rugby, o de algunos deportes, cuando en realidad es una situación dolorosa que atraviesa transversalmente a toda la sociedad argentina y en donde en ADN del problema es sin ninguna duda la inequidad social.

Ese odio de clase que expresaron en Twitter es un sentimiento arraigado desde la Argentina Sarmientina. No explica todo, pero sí los principales vectores de la cultura de su clase dominante. Recuérdese la reivindicación que hizo el sanjuanino de la raza “caucásica”. La definió como “la más perfecta, la más inteligente, la más bella”. En 1869 señaló sobre el negro cuando era presidente: “niño que canta, ríe, baila y obedece, Dios lo dejó así, a medio crecimiento”. Un antecedente que bien puede citarse de lo que sería la discriminación al “cabecita negra” que nació con el advenimiento del movimiento peronista.

El 20 de agosto de este año, el papa Francisco pronuncio categóricamente que la pandemia había expuesto como nunca “esta inequidad, y estos síntomas de desigualdad revelan una enfermedad social. Es un virus que procede de una economía enferma. éste es el fruto de un crecimiento económico desigual que ignora los valores humanos fundamentales”, manifestó el Pontífice.

Los deportes con gran arraigo en la sociedad argentina, cabe recordar nacieron elitistas. Los practicaban pequeños y acomodados sectores sociales de la época, el rugby (1848 Football según las reglas del colegio de Rugby Gran Bretaña), el fútbol (la FootballAssociation, en 1863, Gran Bretaña ), el tenis (Tennis de Campo FIT, 1877, Gran Bretaña) o el básquet (Baloncesto, 1891, Massachussets, USA).

Lo importante es que se desarrollaron, crecieron y se hicieron masivos y populares y forman parte de nuestra identidad como país.

No es de ninguna manera una disciplina al que haya que atacar o cuestionar, menos aún al deportista en su integración con los valores que esto conlleva.

En el rugby hay miles de atletas que se esfuerzan cada día por crecer y hacer de esta disciplina una conducta de vida; centenares de entrenadores y preparadores físicos que se sacrifican con denuedo por hacer una escuela de formación donde el sacrificio, el esfuerzo, la constancia vayan abriendo camino a los logros y a los triunfos y que la frustración y la resignación en la derrota moldeen el espíritu, que no sólo los haga buenos deportistas sino personas con responsabilidad, tanto laboral como social y con empatía por el otro.

La esperanza es que esos muchos destierren las actitudes discriminatorias, xenófobas, racistas, antisemitas de esos pocos, que todavía desgraciadamente anidan y perjudican a un deporte que no merece esos estigmas.

Esta pandemia nos mostró también que todos somos iguales en nuestra naturaleza humana. La epidemiología sociocultural no sólo identifica lo que nos enferma, también lo que nos sana.

Solidaridad, cuidado por la naturaleza, el valor único de la vida, el valor de la familia. Si tuviéramos el coraje de reconocer nuestras vulnerabilidades y asumirlas, reconoceríamos los valores de nuestra dignidad humana y al actuarlos descubriríamos que al herir la dignidad del otro que es igual a mí, me hiero. Y puedo asegurar personal y comunitariamente que es el inicio de un proceso maravilloso en el cual se descubre que las diferencias se transforman en riquezas. Es muy cierto que sólo se reconoce con la experiencia, un ámbito que es patrimonio de nuestra interioridad, muy única y personal, vivencia que al compartirla se internaliza como comunidad. Es así. Una verdad que al ser sinceros con nosotros mismos, la reconocemos. La pandemia nos acorraló y nos desnudó para mostrarnos cuán frágiles somos. ¿Por qué no hacer que éste sea un tiempo fértil para crecer de verdad?.


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