Tomás Espora: el primer argentino en dar la vuelta al mundo (2ª Parte) Tomás Espora: el primer argentino en dar la vuelta al mundo (2ª Parte)
Hawai: el primer reconocimiento a la Independencia Argentina
La recalada de la fragata “La Argentina” en Hawai el 17 de agosto de 1818 produjo un evento extraordinario. Los hombres de Bouchard, entre ellos Espora, entraron en contacto con los nativos y fueron invitados a conocer al rey Kamehameha I. Luego de que los marinos se dedicaran a perseguir una nave porteña sublevada, la “Chacabuco”, y castigaran a los amotinados, regresaron, desembarcaron y vestidos con sus mejores galas caminaron siete leguas (35 kilómetros) hasta el trono del monarca y le presentaron sus respetos, y el rey a su vez ordenó rendir homenaje a la bandera del buque recién llegado. El enorme valor de este encuentro del 20 de agosto de 1818, casi legendario y sobre el cual no abunda la documentación, es que significó el primer reconocimiento a la Argentina en el concierto de las naciones del mundo. Espora con su uniforme de teniente coronel fue testigo del acontecimiento. Luego de rearmar la “Chacabuco”, la ahora flotilla partió hacia alta mar el 6 de septiembre, contando con ochenta nuevos tripulantes ofrecidos por el rey hawaiano.
California y América Central: la bandera argentina para siempre
Los barcos llegaron a Atoy donde fue fusilado un cabecilla del motín de la “Chacabuco”. Desde allí se lanzaron hacia América. El 20 de noviembre de 1818 los patriotas avistaron la bahía de Monterrey, capital de Alta California, donde residía el gobernador español Pablo Solá, que había sido advertido de la presencia de los corsarios revolucionarios. Durante cuatro días los adversarios se estudiaron, protagonizaron algunas escaramuzas y finalmente el 24 se rindió el fuerte de Monterrey. Dirá Bouchard, argentino de ley a pesar de haber nacido en Francia: “A las 8 horas desembarcamos, a las 10 era en mi poder la batería y la bandera de mi patria tremolaba en el asta de la fortaleza”.
Aún hoy puede verse en el museo del viejo presidio de Monterrey flamear una bandera argentina, acompañada de un cartel que relata la hazaña que protagonizó Espora junto a los hombres de Bouchard. Luego de abandonar Monterrey, la flota se dedicó a atacar el comercio español en el Pacífico, hasta alcanzar Acapulco en marzo de 1819. Tiempo después, los buques corsarios llegaron a la América Central y en El Salvador dejaron el testimonio de la bandera argentina, que fue adoptada en 1823 por las Provincias Unidas de Centro América como estandarte, y con el tiempo fue la inspiración de las banderas de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Esta campaña terminó al echar anclas “La Argentina” y la “Chacabuco” en Valparaíso en julio de 1820. Este periplo convierte a Espora en el primer argentino en dar la vuelta al mundo en dos años de navegación.
La campaña del Perú. Regreso, matrimonio y descendencia
En Chile, Espora fue nombrado comandante de la fragata “Peruana” con sólo 19 años. Participó de la campaña libertadora al Perú, bajo las órdenes del almirante Thomas Cochrane, y fue quien capturó al “Esmeralda”, buque insignia de los españoles, hecho por la cual el general José de San Martín lo condecoró con una medalla de oro. Luego se dedicó al corso con gran éxito y una vez retirado el Libertador, emprendió el regreso hacia su ciudad natal, arribando hacia fines de 1822.
El 11 de septiembre de 1823 contrae matrimonio con la porteña María del Carmen Camila Margarita Chiclana, sobrina primogénita de Feliciano Chiclana, prócer fundacional del país, en la iglesia de la Inmaculada Concepción. Un tema para investigar es el de los hijos de la pareja, ya que según algunas fuentes son diez y para otras son siete. Esta es otra demostración de la obligación de indagar en la vida y las circunstancias de este gran patriota.
La familia compró una casa en el antiguo paraje de Los Corrales, hoy Parque Patricios, cerca de la quinta de los Escalada, donde en esos tiempos moría Remedios, la esposa de San Martín. La construcción aún existente consta de dos plantas y un mirador, desde el cual Espora contemplaba el río de la Plata y la boca del Riachuelo.
La campaña contra el Imperio del Brasil. Su duelo con Rosales
El 13 de enero de 1826 es ascendido a sargento mayor y se pone a disposición del almirante Brown, que estaba armando la escuadra para combatir contra el imperio del Brasil, que había declarado la guerra a fines del año anterior. El 11 de junio participa del combate de Los Pozos, donde el comandante pronuncia su famosa arenga: “¡Fuego rasante, que el pueblo nos contempla!”, ya que la batalla fue a la vista de los porteños, a unos mil metros de la costa.
Luego Brown le encarga a Espora el mando de la nave insignia de la flota, “25 de Mayo”, con la que combate en Quilmes al grito de: “Solo los cobardes se rinden sin pelear, y aquí no reconozco sino argentinos y republicanos. Compañeros: arrimen las mechas y ¡viva la Patria!”. Espora cae mal herido y nunca se recuperaría totalmente. Es promovido a teniente coronel de marina y tiene a su cargo la “Maldonado”. A principios de 1827 al enfermar Brown es nombrado comandante de la flota. Tuvo a su mando la isla Martín García y combate en Punta Lara y en Samborombón, donde su nave enfrenta a diez buques imperiales que destrozan su nave y lo capturan. En homenaje a su valentía y arrojo es liberado sin condiciones
Durante esa durísima guerra naval entre 1826 y 1827, ocurrió un episodio muy curioso. En su puente de mando, Brown advierte que los dos “gemelos de la gloria”, sus oficiales Leonardo Rosales y Espora se acercan serios. El jefe nunca pensó que estos hombres le iban a pedir que fuera el árbitro del duelo a que se habían retado. Brown les pidió tiempo para resolver el grave tema: “Ante todo hay que postergar el encuentro. El enemigo está cerca y debemos salir en su busca. En cuanto a ustedes, les prometo que se batirán”. Días después, frente a la flota imperial brasileña, encontró la solución al entuerto. Llamó a sus “dos valientes” y les dijo: “¿Distinguen la insignia de la capitana brasileña? Aquel de ustedes que consiga arriar su pabellón, será el vencedor del duelo”. La batalla fue dura y sangrienta. La rendición brasileña coronó la jornada. El viejo lobo de mar vio con satisfacción que Rosales y Espora portaban la bandera enemiga y se la ofrecían como testimonio. Al almirante solo le quedó contemplar gustoso el abrazo de reconciliación de sus predilectos.
Sus últimas tareas navales
El fin de la guerra provocó la desmovilización de las tropas y el desarme de la escuadra. A pesar de eso Espora fue ascendido a coronel de marina el 10 de octubre de 1828. La revolución encabezada por el general Juan Lavalle, que culminó con el fusilamiento del derrocado gobernador Manuel Dorrego en diciembre de 1828, iba a cambiar el destino de Espora. Nombrado gobernador delegado Brown a principios de 1829, éste dejó en manos de su oficial querido el cargo de Comandante General de Marina.
Por su cargo, le correspondió presentar sus saludos a San Martín cuando arribó al puerto de Buenos Aires en febrero. Allí el general le recordó, con gran detalle, su actuación en la campaña del Perú. En diciembre de 1829, al asumir como gobernador Juan Manuel de Rosas, Espora fue acusado de conspiración contra Dorrego y ante las calumnias, renunció a su comandancia. En noviembre de 1833 fue repuesto al mando de la escuadra por el gobernador Juan José Viamonte. Eran tiempos de la Confederación y la flota porteña era la flota nacional.
Muerte, homenajes y conmemoraciones
A mediados de 1835, enfermo como consecuencia de sus antiguas heridas marineras y deprimido por ser objeto de injurias, renunció definitivamente a su cargo y se recluyó en su casa de Los Corrales. El 25 de julio de ese año falleció el coronel de marina Tomás Espora en la mayor ignorancia pública. El almirante Brown, al enterarse de su muerte fue hasta su casa y encontró que el velatorio había terminado. Ordenó que se desclavara el ataúd para contemplar los restos mortales y pronunció estas palabras extraordinarias: “Considero la espada de este valiente oficial una de las primeras de América y más de una vez admiré su conducta en el peligro. Es lástima que un marino tan ilustre haya pertenecido a un país que todavía no sabe valorar los servicios de sus buenos hijos”.
El cortejo fúnebre tardó horas en llegar al cementerio de la Recoleta. La maledicencia contra Espora dió frutos. Está probado que fue enterrado en el camposanto, pero los registros lo omiten. Se había determinado que, como tantos otros héroes de la Independencia que no estaban de acuerdo con el régimen de Rosas, fueran olvidados y ni siquiera debía recordarse dónde reposaban sus huesos. Hasta hoy su tumba está extraviada.
Con el tiempo, su figura fue revalorizada, acompañando la memoria de Brown, Bouchard, Rosales y tantos otros. Su nombre le fue impuesto a la base aeronaval de Bahía Blanca y a cinco buques de la marina de guerra, actualmente una corbeta que al ser la primera da nombre a su clase: la “Espora”. Calles, avenidas, plazas, pueblos y monumentos lo recuerdan en todo el país. Su casa familiar fue restaurada en la década de 1970 y, declarada monumento nacional, es hoy un museo naval. La vida gloriosa de Tomás Espora es una joya diamantina de la historia argentina que vale la pena recordar.








