El cruce de Los Andes: La gran epopeya de nuestra historia El cruce de Los Andes: La gran epopeya de nuestra historia
El cruce de los Andes es la campaña militar más extraordinaria de la historia americana. El genio estratégico y táctico del General José de San Martín alcanza su cumbre organizando una expedición que logró el paso de un ejército de más de cinco mil hombres con artillería, cabalgaduras, armas y todo lo necesario para enfrentar a un enemigo formidable, a casi cinco mil metros de altura, llegando a la cuesta de Chacabuco, lo esperaba el adversario y lo venció a pocos de días de una marcha extenuante que ningún otro ejército protagonizó en esas condiciones.
Quiero pedir perdón por ser autorreferencial, pero el hecho de haber seguido en dos oportunidades los senderos por los que la Vanguardia y la Reserva del Ejército de los Andes bajo el mando directo de San Martín llegó a Chile, me permite sostener que esa proeza, que marcó el comienzo del fin del dominio español en la América del Sur, fue consecuencia directa del espíritu que el Gran Capitán supo insuflar a todos y a cada uno de sus soldados y oficiales, que le respondieron como un solo hombre. Enfrentar esas montañas y esos desfiladeros con éxito exitosa sólo fue posible porque todo el Ejército estaba poseído por un ánimo indomable dispuesto a luchar por la libertad de la propia tierra.
Trataremos hoy de recrear esos momentos gloriosos que cambiaron el devenir de los acontecimientos e hicieron de las Provincias Unidas del Río de la Plata el mascarón de proa de la independencia y de la libertad de medio continente.
San Martín, jefe de dos ejércitos
José de San Martín, al hacerse cargo del Ejército del Norte en el histórico encuentro con Manuel Belgrano en la posta salteña de Yatasto el 30 de enero de 1814, toma en cuenta las experiencias del creador de la Bandera y a partir de un análisis descarnado de las condiciones territoriales, militares y sociales, concluye que la guerra por el Alto Perú no tiene posibilidades de triunfo. Gracias a la influencia política de la Logia Lautaro, sostén del 2° Triunvirato, se toma en Buenos Aires la decisión de crear la Intendencia de Cuyo a fines de 1813, y San Marín, luego de superar la enfermedad que lo detuvo en una estancia cordobesa de Saldán, llega a Mendoza para asumir como gobernador el 12 de septiembre de 1814.
El plan continental que San Martín había discutido con Juan Martín de Pueyrredón y Tomás Guido en Córdoba se puso en marcha y consistía en el cruce a Chile para luego navegar hasta el Perú y hacer caer la capital imperial española en América: Lima, la ciudad de los reyes. Para eso el nuevo gobernador puso manos a la obra e instaló un campamento al norte de la ciudad de Mendoza, en El Plumerillo. Allí comenzó una tarea titánica que tuvo como característica amalgamar tropas de diversos orígenes, la mayoría de las cuales se encontraba en distinto estado de derrota y todas sin las mínimas condiciones de disciplina y arte militar.
San Martín político. La inteligencia
Paralelamente, San Martín tuvo una actividad política frenética en estos años que van desde 1814 a 1817. De ahí su gran influencia en la convocatoria al Congreso General Constituyente a reunirse en San Miguel de Tucumán en 1816, adonde envió como diputados a cinco hombres de su confianza: Tomás Godoy Cruz, Juan Maza, Francisco N. de Laprida, fray Justo Santamaría de Oro y Pueyrredón, siendo este último nombrado Director Supremo, cargo desde el cual fue el gran apoyo de San Martín en sus planes. En la previsión de su propia ausencia, una vez iniciada la campaña libertadora de Chile y del Perú, dejó todo en manos del general Toribio de Luzuriaga, un argentino ilustre aún no reconocido en su justa medida.
Tampoco descuidó San Martín la creación de un organismo de inteligencia, que le permitió por un lado mantener controlados a sus opositores, sobre todo a los chilenos José Miguel, Luis y Juan José Carrera, y por el otro lograr un conocimiento territorial de los Andes y de las condiciones del enemigo a orillas del Pacífico. En estas tareas se encontraba José álvarez de Condarco. La historiografía, desde la escritura del extraordinario libro de Bartolomé Mitre “Historia de San Martín y de la Emancipación Sud-Americana”, llama a esta estrategia la “guerra de zapa”, que verdaderamente enloqueció a los adversarios de todo tipo que pudo tener San Martín y la causa de la Independencia.
El sistema de cooperación económico – militar en Cuyo
El pavor cundió en todo el país al conocerse el desastre de Sipe Sipe, donde el Ejército del Norte al mando del general José Rondeau fue derrotado brutalmente por el general realista Joaquín de la Pezuela en el Alto Perú el 29 de noviembre de 1815. A esta noticia se sumaba el éxito de la expedición reconquistadora que llegaba desde España en el antiguo virreinato de Nueva Granada (Colombia y Venezuela). Hay que remarcar que para entonces sólo quedaba en pie el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y que muchos dudaban de la conveniencia de seguir adelante con el congreso convocado para el año siguiente.
Fue entonces que San Martín convocó a todos sus oficiales a un banquete en Mendoza, y me permito transcribir el relato de Mitre: “A los postres, púsose de pie, y con voz entonada, en que vibraba la convicción, propuso un brindis general: “POR LA PRIMERA BALA QUE SE DISPARE CONTRA LOS OPRESORES DE CHILE DEL OTRO LADO DE LOS ANDES”. Estas palabras encontraron eco en todos los corazones. La confianza volvió a renacer”. La genialidad de San Martín, expresada a lo largo del tiempo, alcanza un gran despliegue en la organización del Ejército de los Andes. Por una parte, logró convencer al pueblo mendocino de la prioridad absoluta de la provisión militar, llegando San Martín a someter a condiciones económicas durísimas a través de impuestos y cooperación voluntaria, que Mitre llamó “sistema de cooperación económico – militar”. También requirió ayuda al gobierno central desde que su gran compañero Pueyrredón estuvo a cargo del Directorio.
Para mostrar el esfuerzo de medios que significó la política de San Martín vale la carta que le envía don Juan Martín desde Buenos Aires a fines de 1816: “A más de las 400 frazadas remitidas de Córdoba van ahora quinientos ponchos, únicos que he podido encontrar… Está dada la orden para que le remitan a usted las 100 arrobas de charqui que me pide, para mediados de diciembre se hará… Van los despachos de los oficiales. Van los vestuarios pedidos y muchas camisas… Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo o bien que entrando en quiebra, me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando. ¡Y qué caray! No me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido colgado en un tirante de la fortaleza de Buenos Aires…”.
Hay que destacar que nada de esto hubiera sido posible si no hubiese existido la convicción patriótica de la nación en ciernes que era la Argentina de un futuro venturoso, convicción generada a partir de la acción sin dobleces de hombres como Saavedra, Funes, Belgrano, Pueyrredón y el propio San Martín, además de los miles de ciudadanos dispuestos a dar la vida por la independencia.
El Plumerillo: hogar del Ejército
La creación del Ejército de los Andes es un hecho extraordinario partiendo desde la nada. En 1814 se recurrió a los auxiliares de Chile, mandadas por Juan Gregorio de Las Heras. Luego se incorporaron los soldados del regimiento 8 de Buenos Aires al mando de Pedro Regalado de la Plaza. En 1815 San Martín logró el traslado de “su” Regimiento de Granaderos con José Matías Zapiola a la cabeza. Más adelante dos escuadrones desde la Banda Oriental. Pero el gran esfuerzo fue de Cuyo, que aportaron la mayor cantidad de hombres hasta llegar a los seis mil efectivos a fines de 1816.
En San Juan y San Luis, donde eran delegados del gobernador San Martín José Ignacio de la Roza y Vicente Dupuy respectivamente, se puso en marcha un sistema de “levas contra los vagos”, que permitió reclutar medio millar de tropas. La declaración de la Independencia era el último hito jurídico necesario para poner en marcha la maquinaria que iba a liberar la América del Sur. El 9 de julio de 1816 comenzó a girar el reloj que sería testigo de la más grande epopeya americana.
Una gran preocupación de San Martín fue la maestranza, que quedó a cargo de un fraile franciscano llamado Luis Beltrán, hombre de intuición que fue matemático, físico, químico, arquitecto, carpintero, fundidor, relojero, dibujante, herrero y médico gracias a su notable inteligencia práctica. Fue el responsable de la construcción de cureñas para transportar la artillería, la forja de herraduras y bayonetas, la fundición de cañones, balas y granadas, la confección de caramañolas, monturas y zapatos, y todo lo necesario a cada momento.
La frase que pinta a Beltrán en toda su dimensión fue, ante un requerimiento de San Martín: “¡Quiere alas para los cañones! Pues bien, las tendrá”. Hay que destacar que en 1816 colgó sus hábitos y vistió el uniforme de teniente de artillería. Puede reconocerse a Beltrán como el “Vulcano de San Martín”. álvarez de Condarco, por sus conocimientos en química, fue el encargado de montar la fábrica de salitres, que llegó a producir la mejor pólvora del continente, y en cantidad suficiente para toda la campaña del Ejército de los Andes a un costo bajísimo para entonces.
Los hombres iban recibiendo sus uniformes, tejidos y cosidos por las damas cuyanas, dando forma hacia fines de 1816 a un ejército que iba a ocupar un lugar en la historia que nadie preveía en los páramos cuyanos, que nadie esperaba en las extensas pampas y quebradas argentinas, y que sólo San Martín y unos pocos confiaban en llevar a la gloria. De eso trataremos, si Dios quiere, el próximo domingo en estas páginas de EL LIBERAL.








