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EL LIBERAL . Santiago

Episodios de la vida de Guillermo Brown

05/03/2022 21:47 Santiago
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Episodios de la vida de Guillermo Brown Episodios de la vida de Guillermo Brown

La figura del almirante Guillermo Brown,

el marino más notable de la Argentina,

debió luchar por su lugar en el relato histórico.

Su condición de irlandés jugó en

contra de su reconocimiento, ya que en

los tiempos en que se consolidó la obra de los

primeros historiadores abundó cierto criterio

nacionalista que privilegió a aquellos próceres

nacidos en el actual territorio nacional.

Así fue

que la gesta naval de los tiempos de la Independencia

no tuvo una repercusión como la que merecía

por el hecho de que la mayoría de los embarcados

en aquella lucha por la libertad eran

extranjeros.

Brown es un personaje legendario de la historia

nacional y vale la pena recordar algunas

anécdotas que lo pintan como un hombre de fortísima

voluntad, de formidable carácter y sobre

todo un apasionado por la causa de la Revolución

de Mayo a la que adhirió desde los inicios

de la gesta independentista argentina y sudamericana

sin reservas, contribuyendo de forma tal

que nos permite otorgarle el título de “Padre de

la Patria en el mar”

Recomendamos la lectura de algunas biografías

muy eruditas sobre el gran almirante. La

“Historia de Brown” de Héctor Ratto es un monumento

documental insoslayable.

El “Brown,

primer almirante de los argentinos” de Miguel

ángel De Marco es un libro moderno y de gran

profundidad. También hay una serie de videos

institucionales del Instituto Nacional Browniano

que abordan distintos aspectos de la vida pública

de don Guillermo (o don William, tal su firma),

como su gestión de gobernador grabado por Pablo

Palermo. Nos atrevemos hoy aquí a presentar

algunas pinceladas de la vida del máximo

marino argentino.

Su matrimonio moderno

Guillermo Brown, irlandés de Foxford, en

el condado de Mayo, en las orillas del río Moy,

en el oeste del país verde, se enamora de Elizabeth

Chitty, una inglesa de Kent diez años menor

que él, y se casan en Londres el 29 de julio

de 1809. Practicaban dos religiones: él era

católico y ella anglicana. Decidieron casarse en

las dos iglesias. Y acordaron entonces la educación

de su descendencia: “Nuestras hijas,

protestantes; nuestros hijos, católicos”. Este

convenio fue cumplido a rajatabla y la primogénita

llegaría el 31 de octubre de 1810, discutiéndose

hasta hoy si en Buenos Aires o en

Londres, y en medio de los avatares de la Revolución.

Luego vendrían siete varones: Guillermo,

Juan, Ignacio, Eduardo, Miguel, Patricio y Pedro,

además de una segunda mujer, Martina.

En 1812, al poco tiempo de instalarse en la capital

de las Provincias Unidas, el matrimonio

adquirió un extenso terreno de unas 22 hectáreas

al sur de la ciudad, cerca del puerto de

la Boca, donde construyeron una casa de dos

plantas que fue pintada amarilla, algo extraño

en la blanca Buenos Aires. El arquitecto fue

el escocés Matthew Reid. Esa mansión fue llamada

desde entonces “Casa Amarilla”, nombre

que perdura hasta hoy en la barriada.

Sus glorias navales

Hay dos hechos que se destacan en la vida

marinera de Brown. Su victoria en la primera

campaña naval al servicio de la Revolución:

el combate de El Buceo al final del bloqueo

de Montevideo; y la batalla de Juncal durante

la guerra contra el imperio del Brasil. El

14 de mayo de 1814 la flota al mando de Brown,

por entonces teniente coronel de marina, atacó

la flota virreinal comandada por Miguel de la

Sierra frente a El Buceo, obteniendo una victoria

completa que hizo caer Montevideo, último

bastión realista en el río de la Plata. El Libertador

José de San Martín dirá al poco tiempo: “La

victoria naval de Montevideo es lo más grande

que hasta el presente ha realizado la Revolución”,

y Bernardo de Monteagudo expresó que:

“Esta acción y el cruce de los Andes son los hechos

de mayor trascendencia en nuestra historia”.

El 8 de febrero de 1827, aguas arriba de la

isla Martín García, en el río Uruguay, comenzó

una larga batalla que duraría dos días entre la

flota republicana del almirante Brown y la escuadra

imperial brasileña del almirante Jacinto

de Sena Pereira. Fue una espectacular victoria

argentina, ya que sólo dos pequeñas naves

enemigas sobrevivieron. Fueron tomados o

incendiados quince navíos imperiales a pesar

de su ventaja numérica y de poder de fuego.

Se

destacaron los “3 valientes” según el comandante

argentino: Leonardo Rosales, Tomás Espora

y el propio Guillermo Brown.

Su fotografía matrimonial

Ya retirado en su casa de Barracas, el almirante

siguió en estado militar activo y fue comandante

de la flota porteña desde 1827 por

treinta años más. Disfrutaba mucho de las visitas

que recibía y solía vestirse con sus ropas

navales cuando se convertía en anfitrión de

personajes importantes. La tristeza por Elisa,

su hija mayor, nunca pudo ser superada por la

familia, aunque se disimulara. Elisa se quita la

vida por la muerte en batalla de su novio Francisco

Drummond, oficial de su padre, en abril

de 1827.

Puede decirse que Brown se convirtió en

uno de los próceres fundacionales más fotogénicos,

ya que sobrevivió hasta los tiempos en

que los daguerrotipos se hicieron habituales.

Su recia estampa de marino, retratada muchas

veces, muestra a un hombre consciente de su

rol histórico.

Pero se destaca una foto que tomaron

del matrimonio Brown: el anciano prócer

no aceptó que su esposa estuviera de pie

detrás de él, e hizo que se sentara a su lado y

en el momento de la instantánea tomó con cariño

su mano. Es una de las primeras fotos en

el mundo donde dos seres humanos se tocan.

Sus funerales

Brown fue el único almirante argentino

hasta su muerte el 3 de marzo de 1857 en

su “Casa Amarilla” del barrio de Barracas. Tenía

79 años y lo sobrevivieron su esposa Elizabeth

y varios de sus hijos.

Eran los tiempos

de la separación del Estado de Buenos Aires

de las provincias de la Confederación.

Sin embargo

y a pesar de que Brown era el jefe naval

del estado rebelde, el presidente Justo José

de Urquiza, en un acto de justicia histórica,

decretó honras fúnebres justificándolas en que

Brown “simboliza las glorias navales de la República

Argentina y cuya vida ha estado consagrada

constantemente al servicio público en

las guerras nacionales que ha sostenido nuestra

Patria desde la época de la Independencia”.

En su carácter de ministro de Guerra porteño

el coronel Bartolomé Mitre pronunció una

oración fúnebre en la que resignó sus reparos

por la actuación de Brown durante el gobierno

de Juan Manuel de Rosas. Dijo varias frases

que merecen ser recordadas: “Brown, en la vida,

de pie sobre la popa de su bajel, valía para

nosotros una flota. Brown, en el sepulcro,

simboliza con su nombre toda nuestra historia

naval”; “No puedo rememorar en este momento

todas las fabulosas hazañas del Almirante

Brown”; “Si algún día nuevos peligros amenazasen

a la patria de los argentinos,… el soplo

poderoso del viejo Almirante henchirá nuestras

velas, su sombra empuñará el timón en medio

de las tempestades y su figura guerrera se verá

de pie sobre la popa de nuestras naves en

medio de la humareda del cañón y los gritos de

abordaje”. Y concluyó sus palabras Mitre despidiéndolo:

“Adiós noble y buen Almirante de la

Patria de los Argentinos, adiós. Las sombras

de Rosales, de Espora, de Drumond y de Bouchard

se levantarán para recibirte en la mansión

misteriosa del sepulcro…”.

Una multitud acompañó sus restos hasta

el cementerio porteño de la Recoleta, donde

hasta hoy reposan en paz, dentro de una urna

fundida con el bronce de los cañones de sus

barcos independentistas que estaban arrumbados

en el Arsenal Naval de Buenos Aires.

La paradoja de su tumba

Sin duda, Brown es la figura más relevante

de la presencia irlandesa en la historia argentina.

La comunidad de la isla verde en el

país le realiza permanentes homenajes, a tal

punto que la visita de las autoridades de Irlanda

a la Argentina siempre concluye con un acto

protocolar en la tumba del prócer en la Recoleta.

Ya en las primeras décadas del siglo XX los

irlandeses lograron que su monumento funerario

fuera pintado con el color de su patria natal:

el verde.

Sin embargo, hay dos hechos materiales

que no dejan de ser paradójicos.

El primero

es que la inspiración arquitectónica de la

tumba de Brown está dada por el monumento

que Gran Bretaña construyera en conmemoración

de su más grande almirante, Horace Nelson,

el héroe de Trafalgar, en la plaza londinense

que lleva ese nombre. Hay que recordar que

Brown pensaba en su país como independiente

de los británicos. Y el segundo es que la reseña

biográfica de don Guillermo que está tallada

en el cristal que protege el nicho que cobija la

urna con sus restos, luego de detallar su lugar

de nacimiento dice textualmente “Inglés de origen”,

algo que no resulta simpático a los actuales

irlandeses que lo homenajean.

Es nuestra opinión que debe permanecer

allí tanto el monumento como esa frase. Que

nuestro gran almirante yazca en un sepulcro

que imita al de otro de los grandes marinos de

la historia es un reconocimiento merecido, y

sobre todo, recordar que Brown llegó a nuestras

tierras con pasaporte inglés es un hecho

real que demuestra que la acción vital en la historia

es lo que hace grandes a los protagonistas

y merecedores de su presencia en el relato

de las glorias nacionales, y no su origen, que

como decía Sarmiento, es el único acto humano

que por su animalidad no depende de la voluntad.

Aún queda mucho por relatar

Quedan muchas anécdotas por contar,

desde el periplo junto a Hipólito Bouchard en el

Pacífico; su acción como gobernador de Buenos

Aires y su intento en salvar a Manuel Dorrego;

hasta su incorrección política en el funeral

de Espora. No deja de llamar la atención que

una vida tan “cinematográfica” llena de valentía

y aventura como la de Brown no concite el interés

de cineastas y que el arte argentino aún

tenga la deuda de producir una película o una

serie o un documental sobre el almirante que

nos dio libertad e independencia.

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