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EL LIBERAL . Santiago

LOS GOLPES DE ESTADO: 53 AÑOS DE INESTABILIDAD 2ª parte

27/03/2022 02:33 Santiago
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LOS GOLPES DE ESTADO: 53 AÑOS DE INESTABILIDAD 2ª parte LOS GOLPES DE ESTADO: 53 AÑOS DE INESTABILIDAD 2ª parte

El relato de los golpes de Estado en la Argentina durante el siglo XX encuentra un extraño hito en 1962. Recordemos que desde el primer derrocamiento de un presidente constitucional, don Hipólito Yrigoyen, se sucedieron dos golpes triunfantes: el del general José F. Uriburu el 6 de septiembre de 1930; y el del 4 de junio de 1943 que entronizó a los generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro José Farrell luego del desplazamiento del presidente Ramón S. Castillo. Este listado estaría incompleto si no se suman los levantamientos fracasados: el del 28 de septiembre de 1951 y el del 16 de junio de 1955, ambos contra el gobierno del presidente Juan Domingo Perón, y en los que quedó demostrado que el Ejército era leal a la Constitución, pero no fue suficiente para evitar el triunfo del tercer golpe: la Revolución Libertadora, comandada sucesivamente por los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, desde el 16 de septiembre de 1955.

El derrocamiento de Frondizi y el fracaso del golpe militar

La experiencia del gobierno de Arturo Frondizi es probablemente la más inexplicable interrupción institucional de la Argentina moderna, junto a la caída de Arturo Illia. Una serie de malentendidos vinculados a la política interior (la participación del peronismo, con otro nombre, en los procesos electorales argentinos); a las relaciones exteriores (el encuentro con el ministro de Industria de la Revolución Cubana, el argentino Ernesto “Che” Guevara) y sobre todo la resistencia al proceso de modernización de la economía nacional basada en el desarrollo de las industrias de base (acero y petróleo) que estaba obteniendo un resultado excepcional; confluyeron para evitar la continuidad del gobierno luego del triunfo peronista en la provincia de Buenos Aires, al igual que en Santiago del Estero, en unas elecciones muy parejas a nivel nacional.

El 28 de marzo de 1962 comenzó el operativo para derrocar y detener al presidente Frondizi. Frente a la propuesta de su exilio o de su renuncia, don Arturo pronunció palabras que alcanzarían dimensiones notables al compararlas con lo ocurrido posteriormente en el continente con otros mandatarios: “No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país”. Cuando ya Frondizi estaba fuera del juego, se iba a producir una situación inédita y con ciertos ribetes de comedia, cuando el juez de la Corte Suprema de Justicia Julio Oyhanarte convocó al Palacio de Tribunales al presidente provisional del Senado José María Guido para hacerlo jurar como presidente. Vale recordar que el vicepresidente de Frondizi, el radical Alejandro Gómez, había renunciado a fines de 1958, dejando vacante el cargo.

A las 8 de la mañana del 29 de marzo, Frondizi ya había sido detenido y trasladado al penal de la isla Martín García. A las 16 hs. los tres jefes golpistas, el general Raúl Poggi, el almirante Agustín Penas y el brigadier Cayo Alsina, tomaron posesión de la Casa Rosada para preparar el asalto al poder. En la mayor reserva, a las 17 hs. Guido juró la presidencia frente a la Corte en pleno, única vez en la historia que ocurrió algo así, y con el acta respectiva se dirigió a la sede del gobierno y tuvo el temperamento para hacer valer su investidura. Así fue que franqueó la entrada custodiada por los granaderos y se apersonó en el despacho presidencial, donde Poggi vio frustrada su presidencia.

Es leal decir que Guido estuvo muy condicionado por los mandos militares y durante su gobierno se sucedieron hechos de suma gravedad, como el enfrentamiento entre los “azules” y los “colorados”, las dos facciones que se disputaban el poder militar, pero que sin embargo evitó que ese golpe de estado asumiera en forma directa y eso sin duda facilitó una rápida salida institucional con la convocatoria a elecciones nacionales para el 7 de julio de 1963 , en las que resultó electo Illia por la Unión Cívica Radical, quien asumió la presidencia el 12 de octubre, a sólo un año y medio de la caída de Frondizi. La provincia de Santiago del Estero vio desfilar en ese tiempo tres interventores federales: Pedro Apolinario Molinari, Gabriel Malleville y Germán Quintana.

La Revolución Argentina

El gobierno de Arturo Illia fue objeto de una campaña feroz de propaganda en su contra que confundió las verdaderas razones de su derrocamiento. A la imagen de un presidente débil y lento que se impuso desde sectores interesados de la prensa, se contraponen decisiones de gobierno que marcan fortaleza: la ley de medicamentos poco favorable a los laboratorios extranjeros, la anulación de los contratos petroleros firmados por Frondizi y la continuidad de la proscripción del peronismo, que fue confirmada por el fracasado operativo de regreso de Juan Perón desde Madrid, interferido en Río de Janeiro por la acción de la cancillería argentina.

El 28 de junio de 1966, en medio de una gran apatía ciudadana, la junta militar formada por el general Pascual Pistarini, el almirante Benigno Varela y el brigadier Adolfo álvarez tomó el poder y tal fue la anomalía de la circunstancia que el presidente depuesto no fue puesto preso ni exiliado, y en un taxi se dirigió a la casa de su hermano en el norte del gran Buenos Aires. De nada se acusó a Illia y fue el inicio del partido militar, que no necesitaba elecciones para tomar el gobierno y ni siquiera excusas para justificarlo.

Al día siguiente, la Junta Militar, que se constituyó como organismo supremo del Estado por primera vez en la historia, nombró como presidente al general Juan Carlos Onganía, un hombre pretencioso de pocas luces, con gran influencia en el Ejército, quien nombra un gabinete que explicitaba la intención de transitar un largo período hasta la normalización institucional posterior. Onganía proclamó que el gobierno militar tenía objetivos pero no plazos, y que la acción gubernamental iba a dividirse en tres tiempos: el económico, el social y el político, en ese orden consecutivo. Preguntado sobre el tiempo que iba a ser necesario para cumplir sus metas, anunció sin chistar “veinte años”. Su modelo era Francisco Franco, que ya llevaba gobernando España tres décadas.

A los cuatro años de gobierno, el desgaste de Onganía que había comenzado con el Cordobazo, un levantamiento obrero y estudiantil que sumió en el caos a la ciudad de Córdoba el 29 de junio de 1969; y culminó con el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu exactamente un año después, provocó que la Junta Militar, formada entonces por el general Alejandro Lanusse, el almirante Pedro Gnavi y el brigadier Carlos Rey, destituyera a Onganía y nombrara en su lugar a un militar desconocido que fungía como agregado militar en la embajada ante los Estados Unidos, el general Roberto Levingston, quien asumiría por sólo nueve meses desde el 18 de junio de 1970. En estos años Santiago del Estero tuvo cuatro gobernadores de facto: José María Escalante, Jorge Nallar, Carlos Uriondo y Carlos Jensen Viano.

Finalmente Lanusse asumió la presidencia en marzo de 1971 y decidió un gran cambio político en el país, al proponer la aceptación del peronismo en la actividad política, e incluso levantó la prohibición de volver al país que pesaba sobre Juan Perón. No es aventurado decir que el general Lanusse fue el último caudillo militar, con firme mando de tropa y un manejo político que le permitió sortear gran parte de los desafíos en varios frentes: la violencia insurreccional, la restauración institucional y los conflictos sociales producto de la situación política. Hay que destacar que el poder militar no había menguado y Lanusse pudo convocar a elecciones nacionales para el 11 de marzo de 1973, en las que triunfaría la fórmula del Frente Justicialista de Liberación formada por Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, bajo el imperio de un Estatuto Fundamental Temporario que la Junta Militar sancionó con fuerza supraconstitucional el 24 de agosto de 1972.

Esta norma jurídica fijó los mandatos presidenciales en cuatro años, estableció la doble vuelta directa para la elección de presidentes y senadores, que fueron tres por provincia, y se habilitaba la reelección consecutiva del primer mandatario. Impresiona darse cuenta que los gobiernos que se sucedieron desde el 25 de mayo de 1973 aceptaron mansamente la vigencia de este Estatuto y que las reformas propuestas fueron luego incorporadas en la reforma llevada a cabo en 1994.

Merece un párrafo aparte la relación de Lanusse con Juan Perón, exiliado en Madrid y fuera del país desde 1955. Lanusse destrabó el conflicto que envenenó la vida política argentina durante más de quince años. Lanusse respetó los acuerdos alcanzados, como la devolución del cadáver de Evita, segunda esposa de Perón, que estuvo secuestrado ese tiempo, la restitución de su grado militar y los sueldos caídos, a la vez que le puso condiciones para una posible candidatura, que éste no aceptó y lo dejó afuera de la lid electoral. En el largo tiempo que medió entre la Revolución Libertadora y el gobierno constitucional de Cámpora de 1973, fue Lanusse el único militar que supo y quiso ponerse a la altura de Perón, y vale decir que en sus intenciones y objetivos lo logró.

Queda para el tercer capítulo de esta historia de los golpes militares el autollamado “Proceso de Reorganización Nacional”, el más organizado previamente de las interrupciones institucionales, el que más tiempo duró, el que más presidentes tuvo y el que sumergió al país en varias tragedias, entre las que se destacan las violaciones a los derechos humanos y la guerra contra Gran Bretaña en el océano Atlántico Sur, sin dejar de relatar los intentos de golpes de estado posteriores a la restauración de la democracia en 1983. Si Dios quiere, el próximo domingo abordaremos esos tiempos extraños desde estas páginas de “EL LIBERAL”.


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