Una práctica aburrida que salvó decenas de vidas Una práctica aburrida que salvó decenas de vidas
Uno de los grandes tenores de este tiempo a
nivel internacional es el argentino Darío Volonté. En
1982 era uno de los tripulantes del crucero “General
Belgrano”, donde cumplía sus tareas como personal
naval y oficiaba de maquinista en la sala de calderas
de vapor del buque. Para quienes no están
acostumbrados a la faena en un buque de guerra,
hay que decir que durante el zafarrancho de combate,
es decir durante los tiempos en que se desarrolla
una acción bélica, los turnos se dividen en dos
diarios de cuatro horas.
Como ejemplo, a Volonté le
tocaba atender su puesto de combate en las máquinas
a las cuatro de la mañana y a las cuatro de la
tarde, durante cuatro horas cada turno.
Volonté fue a tomar su puesto pocos minutos
antes de las 16 hs. del 2 de mayo de 1982, y apenas
sentado en su banco observando todos los instrumentos
que marcaban el trabajo de las calderas,
escuchó un golpe gigantesco que le hizo perder el
piso, se sintió en el aire y cuando volvió a estar sentado
un nuevo temblor dejó el buque a oscuras.
Las
tareas de Volonté eran en lo más profundo del barco
y los dos torpedos habían herido de muerte al veterano
crucero.
En ese instante, el maquinista repitió la rutina
a la que acostumbraban someterlos los oficiales
de la nave: bajar y subir por las escotillas y escalas
con los ojos cerrados. De esa manera, en un par de
minutos Volonté ya estaba sobre la cubierta y pudo
contemplar la inclinación del buque y sobre todo
el orden reinante para el abandono del Belgrano,
orden que permitió la salvación de 770 tripulantes,
toda una hazaña en esas circunstancias.
El Belgrano
se hundió a los 55 minutos del torpedeamiento, y
las balsas que contenían a los náufragos soportaron
olas de hasta veinte metros durante unas treinta
horas hasta que fueron rescatados por distintos
barcos asignados al operativo de salvamento.
El día en que se conmemoraron los 40 años
del hundimiento, Volonté brindó un concierto lírico
en la basílica de la Inmaculada Concepción, en la
entrerriana Concepción del Uruguay. E
n su generosidad
visceral, quiso que lo acompañaran los jóvenes
cantantes de la zona y brindaron juntos un espectáculo
maravilloso.
Al día siguiente tuve el honor
de compartir con él una charla sobre su experiencia
patriótica en la guerra de 1982. Los invito a buscar
por cualquier medio digital la Marcha de las Malvinas
cantada por Darío Volonté: un camino artístico
hacia el patriotismo que necesitamos.
Si Dios quiere, el próximo domingo, desde estas
páginas de El Liberal , compartiremos la epopeya
de un pequeño buque que en la guerra de Malvinas
se hizo legendario, y su comandante se convirtió
en el primer héroe naval argentino contemporáneo
homenajeado con un buque de guerra con su
nombre.