Nació con la Patria: Historias del Ejército Argentino (1ª parte) Nació con la Patria: Historias del Ejército Argentino (1ª parte)
Fijar una fecha como la del nacimiento
de una institución es una tarea difícil,
sobre todo si se trata de una organización
que surge a la historia como consecuencia
de decisiones que responden
a un desafío exterior que pone en duda la propia
existencia y que son la respuesta de una sociedad
a un determinado acontecimiento.
Así, la conmemoración
histórica de la Revolución de Mayo ha
sido establecida, desde los orígenes de la Patria,
en el día de la constitución de la Junta Gubernativa
Provisional del Río de la Plata, al que se da en
llamar Primer Gobierno Patrio, dejando así de lado
de que el primer hecho revolucionario y el más
significativo fue la destitución del virrey Baltazar
Hidalgo de Cisneros en el cabildo abierto del 22 de
mayo de 1810, cuando una institución de alcance
municipal dio cuenta de la autoridad del mandatario
de un virreinato.
Esto es consecuencia del ordenamiento
posterior de los episodios que realiza
toda sociedad para su recuerdo, y eso está bien.
La historia del Ejército Argentino, institución
fundacional de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, también ubica su creación el 29 de mayo
de 1810, conmemorando el decreto de la Junta
de Mayo que estableció la reorganización de los
cuerpos militares hace hoy 212 años, mostrando
que muchos de sus componentes ya existían
ese día.
En los considerandos de este cuerpo legal
figuran un par de frases extraordinarias, por
su contenido y por sus formas, que merecen ser
reproducidas: “Los pueblos antiguos no vieron
un espectáculo tan tierno como el que se ha presentado
entre nosotros” y “El carácter americano
opone a su ambición (la del opresor general de
la Europa, Napoléon) una barrera más fuerte que
el inmenso piélago que ha contenido hasta ahora
sus empresas”.Ese día nace el Ejército Argentino,
cuyo lema sostiene que nació con la Patria.
Queda claro que para los hombres de Mayo, a
sólo cuatro días de haber asumido su titánica tarea,
nada quedaba fuera de su espíritu: había que
hacer lo que se debía hacer y no sólo conformarse
con lo que se podía hacer. La historia lo llamaría
con posterioridad el “Espíritu de Mayo”: la Revolución
triunfó porque sus propósitos estuvieron
por encima de sus posibilidades y se concretaron.
Vamos hoy a recorrer los tiempos del origen
del Ejército Argentino, que merecen ser recuperados
para el futuro, a pesar de las acciones que algunos
de sus integrantes pudieron haber cometido
infringiendo la ley en los tiempos modernos,
traicionando aquel espíritu fundacional.
Los Ejércitos Revolucionarios
Si algo es claro sobre el relato de los episodios
de mayo de 1810 es que se opaca el carácter
revolucionario de las acciones llevadas adelante.
Se puede afirmar que se cuenta una revolución
que actúa de manera poco revolucionaria.
Sin embargo, la decisión de actuar violentamente
si la votación del cabildo abierto del 22 mantenía
al virrey en su cargo habla por sí sola del carácter
de los líderes que triunfaron por la acción política.
Pero una vez tomado el poder, entre las primeras
disposiciones estuvo la de organizar cuerpos
militares que llevaran la Revolución hasta los
extremos del Virreinato del Río de la Plata e incluso
más allá.
La Junta estableció una estrategia orgánica
para la cual se contaban con pocos medios, a pesar
de lo cual quedó establecido el objetivo revolucionario
que no se limitaba al territorio controlado
por Buenos Aires, sino que los fines autonómicos
y luego independentistas no eran sólo para
el Plata sino para toda la América española.
Eso
quedó en claro en la declaración del 9 de
julio de 1816: “…declarar la Independencia
de las Provincias Unidas
en Sudamérica”.
La expedición en
Auxilio del Alto Perú:
el Ejército del Norte
El 14 de junio de 1810
la Junta de Gobierno ordena
la formación de una expedición
militar para repeler
las acciones contrarrevolucionarias
del gobierno de Córdoba,
que había enviado hombres para reprimir
al gobierno de Buenos Aires.
Ese ejército
inicial partió el 6 de julio formado por 1.150
hombres al mando del coronel Francisco Ortiz
de Ocampo, acompañado por un delegado político,
Hipólito Vieytes y el auditor Feliciano Chiclana,
para enfrentar a las tropas que bajaban desde
Córdoba, hecho que se produce cuando ambos
contingentes se encuentran el 6 de agosto en
el sudeste cordobés, siendo capturados los jefes
contrainsurgentes, que son enviados a la capital
por Ocampo y Vieytes, que no aceptaron fusilar a
Santiago de Liniers, antiguo virrey; Juan Gutiérrez
de la Concha, gobernador de Córdoba; y el obispo
Rodrigo de Orellana, tal como les había sido ordenado
por la Junta.
Este hecho produjo el cambio de la cúpula
militar ya que se envió urgentemente a Juan José
Castelli para cumplir la orden de pasar por las
armas a los prisioneros.
El 26 de agosto, a sólo
tres meses del inicio de la Revolución, son fusilados
Liniers, Concha, Allende, Moreno y Rodríguez
en el monte de Papagayos, cerca de Cruz Alta, y
Orellana, el obispo, fue trasladado a Buenos Aires
para ser detenido en la Santa Casa de Ejercicios,
fundada por la santiagueña María Antonia Paz y
Figueroa, Mamá Antula. Esto significó la excomunión
de los revolucionarios, algo que el relato histórico
nacional suele omitir.
Ese ejército, que nace victorioso, tendrá su
primer gran combate en Cotagaita el 27 de octubre
de 1810 y su primera gran batalla en Suipacha
el 7 de noviembre, comenzando un itinerario bélico
que se prolongará diez años, convirtiendo a
esta fuerza militar en la que llevó el mayor peso
de la guerra de la Independencia en nuestro territorio,
siendo encabezada por los generales Antonio
González Balcarce, Cornelio de Saavedra,
Juan Martín de Pueyrredón, Manuel Belgrano, José
de San Martín, José Rondeau y Francisco Fernández
de la Cruz.
Sus grandes batallas son blasones
de la gran historia argentina, hayan sido
victorias o derrotas: Huaqui, Tucumán, Salta, Vilcapugio,
Ayohuma, Sipe Sipe, la guerra gaucha, la
guerra de republiquetas y las campañas de Güemes.
Este cuerpo militar se disolverá luego del
motín de Arequito a principios de 1820. Su nombre
será recuperado posteriormente y
la gran guarnición militar con comando
en Córdoba desde principios
del siglo XX, hoy 2° División,
porta el nombre de
“Ejército del Norte”.
La expedición en
Auxilio de la Banda
Oriental
Esta campaña militar
es la menos relatada como
tal por el relato histórico,
y sin embargo tiene la enorme
importancia de establecer el valor
de la Banda Oriental en la estrategia del
gobierno revolucionario.
El 26 de mayo de 1810,
al día siguiente de la asunción de la Junta, se enviaron
mensajeros a la Colonia del Sacramento y
a Montevideo, cuyos cabildos aceptaron provisionalmente
la autoridad de Buenos Aires.
El 20
de julio el gobierno porteño decide enviar al teniente
coronel Felipe Cardoso con 200 hombres
del regimiento de Patricios para hacerse fuerte
en Colonia, pero fue resistido por el jefe anterior
Ramón del Pino y Rozas, y provocó un dramático
cambio de situación que obligó a los porteños a
regresar evitando así un baño de sangre.
Esta campaña tuvo gran desarrollo naval ya
que buscó el dominio de los ríos: el Plata, el Paraná
y el Uruguay,debido a que Montevideo era el
apostadero de la flota española. A fines de año se
restaura el virreinato con capital en Montevideo
de la mano de Francisco Javier de Elío, gracias al
apoyo militar del general Gaspar de Vigodet y la
plaza queda en manos contrarrevolucionarias.
El
general Belgrano, que había dejado algunos contingentes
en Entre Ríos para evitar el avance enemigo
desde Montevideo al ir hacia el Paraguay,
de regreso llega hasta Concepción del Uruguay el
9 de abril de 1811, para luego cruzar a la Banda
Oriental, donde coordinó acciones con José Gervasio
de Artigas. Así pudo armarse un ejército de
unos tres mil hombres que obtiene varios triunfos:
Soriano, San José y las Piedras.
Belgrano fue reemplazado por José Rondeau
como comandante, y con Artigas al frente se logra
establecer el sitio de Montevideo.
El desastre
militar de Huaqui en el Alto Perú causó tal conmoción
política en Buenos Aires que provocó la caída
de la Junta Grande, la conformación del 1° Triunvirato
y eso alteró dramáticamente la situación
en la Banda Oriental, ya que el gobierno porteño
decide inconsultamente firmar un armisticio con
el virrey Elío el 20 de octubre de 1811.
Esto causó
graves discordias en el bando revolucionario y
fue causa del éxodo oriental, encabezado por Artigas.
Manuel de Sarratea es nombrado en 1812 capitán
general de la Banda Oriental y se reúne con
Artigas, con quien no logra acordar. Sarratea junto
a Miguel Soler y Rondeau avanza sobre Montevideo
y establece un segundo sitio que sería definitivo
hasta la caída de las tropas imperiales.
En
estos tiempos se produce la victoria del entonces
coronel José de San Martín en San Lorenzo
sobre la fuerza embarcada de los virreinales que
saqueaban los pueblos costeros del Paraná. Rondeau
vuelve a asumir como jefe de las tropas que
se enfrentan cinco mil hombres por cada bando
durante un año y medio, hasta que el general Carlos
de Alvear lo reemplaza y Montevideo se rinde
luego de la gran victoria naval de Guillermo Brown
el 14 de mayo de 1814.
La rendición del último bastión en el Plata de
los imperiales se produjo el 23 de junio de 1814 y
fue la primera expulsión definitiva de un territorio
de los españoles en América del Sur. Luego vendrían
los conflictos entre las Provincias Unidas y
la Liga de los Pueblos Libres, las invasiones portuguesas,
pero nunca más en el Plata España podrá
hacer valer su soberanía.
Si Dios quiere, el próximo domingo en estas
páginas de El Liberal vamos a recordar las gloriosas
acciones de la Expedición de Auxilio al Paraguay
y del Ejército de los Andes, que culminan
con la independencia de la América española y es
blasón de orgullo para los argentinos.