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EL LIBERAL . Santiago

Nació con la Patria: Historias del Ejército Argentino (1ª parte)

28/05/2022 22:09 Santiago
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Nació con la Patria: Historias del Ejército Argentino (1ª parte) Nació con la Patria: Historias del Ejército Argentino (1ª parte)

Fijar una fecha como la del nacimiento

de una institución es una tarea difícil,

sobre todo si se trata de una organización

que surge a la historia como consecuencia

de decisiones que responden

a un desafío exterior que pone en duda la propia

existencia y que son la respuesta de una sociedad

a un determinado acontecimiento.

Así, la conmemoración

histórica de la Revolución de Mayo ha

sido establecida, desde los orígenes de la Patria,

en el día de la constitución de la Junta Gubernativa

Provisional del Río de la Plata, al que se da en

llamar Primer Gobierno Patrio, dejando así de lado

de que el primer hecho revolucionario y el más

significativo fue la destitución del virrey Baltazar

Hidalgo de Cisneros en el cabildo abierto del 22 de

mayo de 1810, cuando una institución de alcance

municipal dio cuenta de la autoridad del mandatario

de un virreinato.

Esto es consecuencia del ordenamiento

posterior de los episodios que realiza

toda sociedad para su recuerdo, y eso está bien.

La historia del Ejército Argentino, institución

fundacional de las Provincias Unidas del Río de

la Plata, también ubica su creación el 29 de mayo

de 1810, conmemorando el decreto de la Junta

de Mayo que estableció la reorganización de los

cuerpos militares hace hoy 212 años, mostrando

que muchos de sus componentes ya existían

ese día.

En los considerandos de este cuerpo legal

figuran un par de frases extraordinarias, por

su contenido y por sus formas, que merecen ser

reproducidas: “Los pueblos antiguos no vieron

un espectáculo tan tierno como el que se ha presentado

entre nosotros” y “El carácter americano

opone a su ambición (la del opresor general de

la Europa, Napoléon) una barrera más fuerte que

el inmenso piélago que ha contenido hasta ahora

sus empresas”.Ese día nace el Ejército Argentino,

cuyo lema sostiene que nació con la Patria.

Queda claro que para los hombres de Mayo, a

sólo cuatro días de haber asumido su titánica tarea,

nada quedaba fuera de su espíritu: había que

hacer lo que se debía hacer y no sólo conformarse

con lo que se podía hacer. La historia lo llamaría

con posterioridad el “Espíritu de Mayo”: la Revolución

triunfó porque sus propósitos estuvieron

por encima de sus posibilidades y se concretaron.

Vamos hoy a recorrer los tiempos del origen

del Ejército Argentino, que merecen ser recuperados

para el futuro, a pesar de las acciones que algunos

de sus integrantes pudieron haber cometido

infringiendo la ley en los tiempos modernos,

traicionando aquel espíritu fundacional.

Los Ejércitos Revolucionarios

Si algo es claro sobre el relato de los episodios

de mayo de 1810 es que se opaca el carácter

revolucionario de las acciones llevadas adelante.

Se puede afirmar que se cuenta una revolución

que actúa de manera poco revolucionaria.

Sin embargo, la decisión de actuar violentamente

si la votación del cabildo abierto del 22 mantenía

al virrey en su cargo habla por sí sola del carácter

de los líderes que triunfaron por la acción política.

Pero una vez tomado el poder, entre las primeras

disposiciones estuvo la de organizar cuerpos

militares que llevaran la Revolución hasta los

extremos del Virreinato del Río de la Plata e incluso

más allá.

La Junta estableció una estrategia orgánica

para la cual se contaban con pocos medios, a pesar

de lo cual quedó establecido el objetivo revolucionario

que no se limitaba al territorio controlado

por Buenos Aires, sino que los fines autonómicos

y luego independentistas no eran sólo para

el Plata sino para toda la América española.

Eso

quedó en claro en la declaración del 9 de

julio de 1816: “…declarar la Independencia

de las Provincias Unidas

en Sudamérica”.

La expedición en

Auxilio del Alto Perú:

el Ejército del Norte

El 14 de junio de 1810

la Junta de Gobierno ordena

la formación de una expedición

militar para repeler

las acciones contrarrevolucionarias

del gobierno de Córdoba,

que había enviado hombres para reprimir

al gobierno de Buenos Aires.

Ese ejército

inicial partió el 6 de julio formado por 1.150

hombres al mando del coronel Francisco Ortiz

de Ocampo, acompañado por un delegado político,

Hipólito Vieytes y el auditor Feliciano Chiclana,

para enfrentar a las tropas que bajaban desde

Córdoba, hecho que se produce cuando ambos

contingentes se encuentran el 6 de agosto en

el sudeste cordobés, siendo capturados los jefes

contrainsurgentes, que son enviados a la capital

por Ocampo y Vieytes, que no aceptaron fusilar a

Santiago de Liniers, antiguo virrey; Juan Gutiérrez

de la Concha, gobernador de Córdoba; y el obispo

Rodrigo de Orellana, tal como les había sido ordenado

por la Junta.

Este hecho produjo el cambio de la cúpula

militar ya que se envió urgentemente a Juan José

Castelli para cumplir la orden de pasar por las

armas a los prisioneros.

El 26 de agosto, a sólo

tres meses del inicio de la Revolución, son fusilados

Liniers, Concha, Allende, Moreno y Rodríguez

en el monte de Papagayos, cerca de Cruz Alta, y

Orellana, el obispo, fue trasladado a Buenos Aires

para ser detenido en la Santa Casa de Ejercicios,

fundada por la santiagueña María Antonia Paz y

Figueroa, Mamá Antula. Esto significó la excomunión

de los revolucionarios, algo que el relato histórico

nacional suele omitir.

Ese ejército, que nace victorioso, tendrá su

primer gran combate en Cotagaita el 27 de octubre

de 1810 y su primera gran batalla en Suipacha

el 7 de noviembre, comenzando un itinerario bélico

que se prolongará diez años, convirtiendo a

esta fuerza militar en la que llevó el mayor peso

de la guerra de la Independencia en nuestro territorio,

siendo encabezada por los generales Antonio

González Balcarce, Cornelio de Saavedra,

Juan Martín de Pueyrredón, Manuel Belgrano, José

de San Martín, José Rondeau y Francisco Fernández

de la Cruz.

Sus grandes batallas son blasones

de la gran historia argentina, hayan sido

victorias o derrotas: Huaqui, Tucumán, Salta, Vilcapugio,

Ayohuma, Sipe Sipe, la guerra gaucha, la

guerra de republiquetas y las campañas de Güemes.

Este cuerpo militar se disolverá luego del

motín de Arequito a principios de 1820. Su nombre

será recuperado posteriormente y

la gran guarnición militar con comando

en Córdoba desde principios

del siglo XX, hoy 2° División,

porta el nombre de

“Ejército del Norte”.

La expedición en

Auxilio de la Banda

Oriental

Esta campaña militar

es la menos relatada como

tal por el relato histórico,

y sin embargo tiene la enorme

importancia de establecer el valor

de la Banda Oriental en la estrategia del

gobierno revolucionario.

El 26 de mayo de 1810,

al día siguiente de la asunción de la Junta, se enviaron

mensajeros a la Colonia del Sacramento y

a Montevideo, cuyos cabildos aceptaron provisionalmente

la autoridad de Buenos Aires.

El 20

de julio el gobierno porteño decide enviar al teniente

coronel Felipe Cardoso con 200 hombres

del regimiento de Patricios para hacerse fuerte

en Colonia, pero fue resistido por el jefe anterior

Ramón del Pino y Rozas, y provocó un dramático

cambio de situación que obligó a los porteños a

regresar evitando así un baño de sangre.

Esta campaña tuvo gran desarrollo naval ya

que buscó el dominio de los ríos: el Plata, el Paraná

y el Uruguay,debido a que Montevideo era el

apostadero de la flota española. A fines de año se

restaura el virreinato con capital en Montevideo

de la mano de Francisco Javier de Elío, gracias al

apoyo militar del general Gaspar de Vigodet y la

plaza queda en manos contrarrevolucionarias.

El

general Belgrano, que había dejado algunos contingentes

en Entre Ríos para evitar el avance enemigo

desde Montevideo al ir hacia el Paraguay,

de regreso llega hasta Concepción del Uruguay el

9 de abril de 1811, para luego cruzar a la Banda

Oriental, donde coordinó acciones con José Gervasio

de Artigas. Así pudo armarse un ejército de

unos tres mil hombres que obtiene varios triunfos:

Soriano, San José y las Piedras.

Belgrano fue reemplazado por José Rondeau

como comandante, y con Artigas al frente se logra

establecer el sitio de Montevideo.

El desastre

militar de Huaqui en el Alto Perú causó tal conmoción

política en Buenos Aires que provocó la caída

de la Junta Grande, la conformación del 1° Triunvirato

y eso alteró dramáticamente la situación

en la Banda Oriental, ya que el gobierno porteño

decide inconsultamente firmar un armisticio con

el virrey Elío el 20 de octubre de 1811.

Esto causó

graves discordias en el bando revolucionario y

fue causa del éxodo oriental, encabezado por Artigas.

Manuel de Sarratea es nombrado en 1812 capitán

general de la Banda Oriental y se reúne con

Artigas, con quien no logra acordar. Sarratea junto

a Miguel Soler y Rondeau avanza sobre Montevideo

y establece un segundo sitio que sería definitivo

hasta la caída de las tropas imperiales.

En

estos tiempos se produce la victoria del entonces

coronel José de San Martín en San Lorenzo

sobre la fuerza embarcada de los virreinales que

saqueaban los pueblos costeros del Paraná. Rondeau

vuelve a asumir como jefe de las tropas que

se enfrentan cinco mil hombres por cada bando

durante un año y medio, hasta que el general Carlos

de Alvear lo reemplaza y Montevideo se rinde

luego de la gran victoria naval de Guillermo Brown

el 14 de mayo de 1814.

La rendición del último bastión en el Plata de

los imperiales se produjo el 23 de junio de 1814 y

fue la primera expulsión definitiva de un territorio

de los españoles en América del Sur. Luego vendrían

los conflictos entre las Provincias Unidas y

la Liga de los Pueblos Libres, las invasiones portuguesas,

pero nunca más en el Plata España podrá

hacer valer su soberanía.

Si Dios quiere, el próximo domingo en estas

páginas de El Liberal vamos a recordar las gloriosas

acciones de la Expedición de Auxilio al Paraguay

y del Ejército de los Andes, que culminan

con la independencia de la América española y es

blasón de orgullo para los argentinos.

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