Denles ustedes de comer Denles ustedes de comer
Al regresar los Apóstoles
de la misión encomendada
por el maestro,
Jesús los tomó consigo y
con la intención de descansar
se dirigieron a
Betsaida.
P e r o l a g e n t e
lo supo y lo siguió.
Entonces él acogiéndolos
se puso a hablarles
del Reino y curar a los
enfermos.
Al caer la tarde, los
“Doce” le piden despedir
a la gente para que busquen
comida y alojamiento
en los poblados
vecinos. Jesús les dice
“denles ustedes de comer”...
Parece como si
Jesús los invitara a hacer
el milagro.
Es imposible
que puedan conseguir
alimento para cinco mil
personas. Entonces, les
dijo, hagan que se acomoden
por grupos de
cincuenta. Luego, tomó
los panes y peces, y levantando
los ojos al cielo,
pronunció sobre ellos
la bendición y los partió,
y los iba dando a los discípulos
para que repartieran
a la gente.
El prodigio
no supone que Jesús
multiplicara los
trozos, sino que pudieran
comer todos, los cinco
mil, y aún sobrar, teniendo
en cuenta el reducido
número de panes
y peces que tenían a disposición.
Todos comieron hasta
quedar saciados, lo
que muestra la abundancia
con que Dios alimenta
a su pueblo.
Conclusión
La llegada del Reino
en la predicación y actuar
de Jesús supone
una nueva humanidad,
un hombre nuevo que
vive la experiencia del
Reino en la gratuidad y
el compartir la vida como
signo de que Dios vive
entre nosotros.
Hoy la crisis socio
económica por la que
atraviesa el país ha dejado
a muchos hermanos
sin pan en sus mesas, sin
trabajo que les permita
vivir en dignidad. Es la
hora de la solidaridad,
del compartir, la hora de
hacerse cargo del hermano,
de velar por su felicidad.
Los discípulos
de Jesús no podemos
desentendernos del sufrimiento
de muchas familias
en nuestra patria;
dar de comer al hambriento,
de beber al sediento,
visitar al enfermo
y al preso, anunciar
buenas nuevas que vayan
acompañadas de acciones
de solidaridad,
sirviendo a los que no
tienen trabajo, cobijando
a los que no tienen techo
, compar t iendo
nuestros bienes con los
que están excluidos de la
mesa de la vida, serán
gestos de pertenencia a
la Iglesia de Jesús.
Celebrar la eucaristía,
adorar y comer el
cuerpo de Jesús y beber
su sangre, deben comprometernos
a anunciar
al país un mensaje de esperanza
compartiendo
la vida y nuestros bienes
con los hermanos más
necesitados, poniéndonos
del lado de los que
sufren, promoviendo la
justicia social para que todos puedan acceder a
una vida
digna.