“En esa época, no trabajaba el que no quería” “En esa época, no trabajaba el que no quería”
Edmundo Gómez con solo 17 años comenzó a trabajar en las caleras del lugar, como administrativo. Con el paso de los años fue comisionado municipal y llegó a ocupar una banca en la legislatura provincial. Hoy, ya retirado vive en el pueblo y recuerda con nostalgia los tiempos dorados de Choya.
“En esa época, todos trabajábamos en la industria calera. En Choya, San Pedro y Ancaján había 12 hornos caleros, que producían, en promedio, 3.000 toneladas mensuales de cal, y esa producción podría haber sido mayor, pero siempre había un par de hornos que estaban parados por alguna cuestión. Regularmente funcionaban diez”, recuerda Edmundo.
La presencia de esas industrias le hace recordar que en esa época, “en Choya no trabajaba el que no quería”.
“Todos tenían oportunidades, no solo en la parte obrera, sino también en la administrativa, y eso movía un andamiaje muy grande, porque trabajaban el almacenero, el carnicero, todos. Unas 300 personas vivían de eso”, asegura.
Explicó que “la cal se vendía a Santiago, Chaco y Tucumán, y cuando llegó la empresa Loma Negra a Frías, comenzó a comprar toda la producción, y los industriales de aquí no tuvieron la visión de mantener también el mercado público, los corralones, las empresas constructoras, porque se producía cal viva a granel y no la cal hidratada que hubiese posibilitado embolsarla”.
“Cuando Loma Negra deja de comprar, estando aún en Frías, los caleros locales, en vez de asociarse e hidratar la cal para que tenga salida embolsada, optaron por cerrar los hornos, indemnizaron al personal y todo se perdió en el pueblo”, recuerda con cierta decepción.
Cambio
Asegura que esa decisión “cambió la vida de todo el pueblo, porque los obreros comenzaron a irse, los que tenían edad optaron por quedarse hasta la jubilación, pero los más jóvenes, se fueron a Buenos Aires, y allá vivían en villas de lo que podían, y otros fueron a la zona rural a buscar trabajo”.
“Hoy mucha gente ha comenzado a volver por todos los problemas que hay en Buenos Aires, y vive aquí del empleo público, de changas o de planes. En la zona rural hay sólo para hacer pequeñas cosas, cuidando ganado básicamente”, cuenta.
En la actualidad, ronda la idea de reabrir alguno de los hornos como para volver a darle impulso a la vida del pueblo. Pero Edmundo no lo ve muy probable.
“No creo que haya forma de reactivar la industria calera. Siempre aparece alguien que tiene interés, pero no se puede porque, es un trabajo muy sacrificado, y la gente que trabajaba esa época era baquiana y se amoldaba a situaciones muy duras, en los hornos, los obrajes y las canteras, porque había que sacar la piedra que es la materia prima, y la leña que es el combustible para los hornos. Hoy en día, ninguno de los hornos sirve, están rotos, por el paso del tiempo”, asegura.








