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EL LIBERAL . Santiago

Los hijos de la libertad (1a parte)

27/08/2022 23:20 Santiago
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Los hijos de la libertad (1a parte) Los hijos de la libertad (1a parte)

La República Argentina ha

sido bendecida por personajes

que han sobresalido

en los relatos históricos

del continente y del mundo

durante el siglo XIX.

Pero sin duda la

presencia en nuestro país de José de San

Martín, Manuel Belgrano y Juan Martín

de Pueyrredón constituye un trípode

que hizo posible durante la década fundacional

de nuestra independencia un

proceso consistente y armónico que dio

origen a una nueva y gloriosa nación.

El

carácter de San Martín, el papel de Manuel

Belgrano y el rol de Juan Martín de

Pueyrredón los convierten en los responsables

máximos del éxito de la Independencia

Americana, y exalta su disposición

a olvidar antiguas rencillas en

aras de un principio superior de libertad

para sus pueblos.

Vamos hoy a dedicarnos a la descendencia

directa del primero de estos

gigantes, Don José de San Martín, una

de las hijas de la Libertad, atributo argentino

que sólo fue posible por el pensamiento,

la acción y la voluntad de los

“Tres Grandes de la Independencia”, tal

como los llamó el historiador Bartolomé

Mitre.

El amor del Libertador

La vida romántica de don José Francisco

de San Martín es bastante acotada, teniendo en

cuenta su vida errante como militar y su responsabilidad

como hombre fuerte de la Revolución.

Apenas llegado a Buenos Aires, pudo aseverar

que sus padres, don Juan y doña Gregoria Matorras,

se habían casado en la Catedral el 1° de octubre

de 1770, lo que puso fin a las sospechas sobre

su origen. Y deseoso de demostrar la pasión

por la causa independentista, y a instancias de su

colega Carlos Antonio de Alvear, quien le presentó

a la amiga de su esposa Carmen Quintanilla, la

joven María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciana

de Escalada y Quintana, procedió a casarse

el 12 de septiembre de 1812. él tenía 34 años

y su esposa sólo 14, lo que amerita aclarar que

la mayoría de edad femenina se alcanzaba con la

posibilidad de ser madre.

La llegada de Merceditas

No se puede ignorar el tiempo tempestuoso

en el que se fortaleció el matrimonio.Su mejor

época transcurrió desde 1814 cuando emprendieron

juntos el camino a Mendoza. Allí, en la

rutina del trabajo de gobierno y de organización

del Ejército de los Andes, San Martín pudo

disfrutar de su vida familiar como nunca, ni antes

ni después. La vida cotidiana en la casa del

gobernador alcanzaría su mayor felicidad el 24

de agosto de 1816, cuando a sólo 45 días de la

declaración de la Independencia en San Miguel

del Tucumán, nacía en la capital cuyana Mercedes

Tomasa de San Martín y Escalada. Hoy

se ha organizado un museo de sitio que ha restaurado

arqueológicamente ese lugar sagrado.

La niña es bautizada en la iglesia mendocina

de San Nicolás de Tolentino el 31 de agosto.

Don José y doña Remedios sólo compartieron

cinco años de su vida y que la separación

se hizo definitiva desde el traslado de la esposa

del general a Buenos Aires, a principios de

1819, cuando ya mostraba signos de la tuberculosis

que la llevaría a la muerte. Junto a Remedios

viajó su hija Mercedes, y en la capital

se instalaron en la casa paterna de los Escalada.

Así la hija de San Martín fue criada por

sus abuelos, que suplían la ausencia del padre

y la enfermedad de la madre, que murió el

3 de agosto de 1823. Merceditas tenía apenas

6 años.

Al regresar a Buenos Aires, luego de la liberación

de Chile y el Perú, y de la entrevista

de Guayaquil con Simón Bolívar, San Martín

tuvo que enfrentar a su hija, a quien recordaba

como un bebé y que no había sido alimentada

en el amor a su padre, ya que su abuela

guardaba bastante rencor contra el yerno.

Cuando pudo hacerse de la niña, se embarcaron

rumbo a Europa el 10 de febrero de 1824.

Quizá comenzó allí la tarea más ciclópea de

don José: conquistar el corazón de Mercedes.

El viaje fue bastante complicado y el propio

San Martín, en carta a Manuel de Olazábal le

dice: “Qué diablos, la chicuela es muy voluntariosa

e insubordinada, ya se ve, como educada

por la abuela; lo más del viaje la pasó arrestada

en un camarote”. Agregará que su hija es un

“diablotín”.

Padre e Hija en Inglaterra y Bélgica

El relato histórico argentino no suele profundizar

en la vida de los próceres una vez que termina

su vida pública. Hay que rescatar el cuarto

de siglo que San Martín vive en Europa hasta su

muerte. En Londres el padre responsable interna

a su hija en el distinguido “Hampstead College”.

San Martín se instala en Bélgica, un país muy

amable con el Libertador.

Allí escribe las “Máximas

para mi hija” en 1825, un compendio de virtudes

prácticas que muestran el empeño de San

Martín por educar a Mercedes. Creemos que la

Argentina sería un mejor país si todos los padres

enseñáramos esas sencillas normas a nuestros

hijos.

Al terminar sus estudios dirá San Martín en

una carta a su gran amigo Tomás Guido el 6 de

enero de 1827: “La mutación que Mercedes ha

operado en su carácter es tan marcada como

la que ha experimentado en figura. El inglés y el

francés le son tan familiares como su propio idioma

y su adelanto en dibujo y la música son sorprendentes.

Usted me dirá que un padre es un

juez muy parcial para dar su opinión; sin embargo,

mis observaciones son hechas con todo el

desprendimiento de un extraño, porque conozco

que de un juicio equivocado pende el mal éxito

de su educación”.

Se afianza el vínculo entre padre

e hija.

Se instalaron en la calle Rue de la Fiancée 14

de Bruselas, junto al hermano de don José, su

querido Justo Rufino, hasta que San Martín decide

volver a Buenos Aires a fines de 1828, propósito

que se frustra por la guerra civil entre federales

y unitarios. A su regreso pasa por Francia

y por Inglaterra, y llega a Bélgica en 1829, viviendo

amablemente con su hija hasta que estalla

la revolución independentista belga. Don José

era un hombre de orden y decide trasladarse a

una quinta de las afueras de París, en Montmorency.

Allí se reencuentra con Alejandro Aguado,

un viejo compañero de armas convertido en gran

banquero, quien además de descontarle las cartas

de pago que San Martín recibía desde la América

del Sur, lo nombra tutor de sus hijos, en homenaje

a la tarea que había llevado adelante con

Merceditas.

Padre e hija se enferman de cólera en 1831

y son atendidos por el médico argentino Mariano

Antonio Severo Balcarce, hijo del general

Antonio González Balcarce, antiguo colaborador

del Libertador. Entre los jóvenes nace

el amor y el 13 de septiembre de 1832 se

casan en París. Mercedes tenía 16 años y Mariano

25. Luego de la ceremonia religiosa los

novios fueron agasajados por don José en el

restaurante “ChezGrignon”.

San Martín y los Balcarce en Francia

Los flamantes esposos deciden viajar a Buenos

Aires para su luna de miel y es allí donde

nace su primera hija, María Mercedes el 14 de

octubre de 1833. Los esposos, a su regreso a

Francia, decidieron vivir con don José, quien ordena

vender sus bienes en Argentina para poder

afincarse definitivamente en Francia.

En 1834

adquiere, con la ayuda de Aguado una mansión

a orillas del río Sena, en el pueblo de Evry sur

Siene, a la que se llamó finca de Grand Bourg,

que ocuparán hasta 1848. Como muestra del

ambiente familiar vale destacar que sus miembros

hablaban fluidamente castellano, francés,

inglés e italiano. En esa casona de Evry nace el

14 de julio de 1836 Josefa Dominga, la segunda

nieta de San Martín. Para entonces Merceditas

había tomado conciencia de la importancia histórica

de su padre y dedicará el resto de su vida

a conservar su legado moral.

Hombre de consulta política, San Martín

disfruta de una cómoda vida y se convierte en

un abuelo dedicado, cuidado con esmero por su

hija.

En 1845 parte don José a Italia con su mayordomo,

visitando Florencia, Nápoles, las ruinas

de Pompeya y finalmente recala en Roma,

donde se aloja en el Hotel de la Minerve, lugar en

el que sufre una convulsión que es casi fatal. De

regreso en París vuelve a disfrutar de la vida familiar

y la revolución de 1848 hará que se trasladen

todos hacia el norte de Francia, disfrutando

del primer viaje en tren desde la capital gala

hasta las costas del canal de la Mancha llegando

a Boulogne Sur Mer.

Don Mariano Balcarce se convirtió en delegado

diplomático de la Confederación Argentina

en París. La muerte de don José de San Martín

lo muestra haciéndose cargo de todos los

asuntos familiares y con su esposa Merceditas

cumplen el testamento del Libertador. La familia

se trasladará más adelante a Brunoy, al sur

de París.

El 21 de mayo de 1860, por una mala

práctica médica muere María Mercedes a sus

26 años, soltera. El 15 de junio de 1861 se casa

Josefa con un diplomático mexicano, Fernando

Gutiérrez Estrada.

La hija del prócer máximo argentino morirá

el 28 de febrero de 1875, a los 58 años, sin ver

realizado su máximo propósito que era el reposo

de San Martín en tierra argentina, algo que concretará

su marido cinco años después. Mariano

morirá el 20 de febrero de 1885 y ambos compartirán

con su hija mayor la bóveda Balcarce

en el pequeño cementerio de Brunoy. Josefa vivirá

hasta los 87 años, convertida en una heroína

nacional de Francia por su participación como

jefa de enfermería del ejército galo durante

la 1ª Guerra Mundial. Fue quien preservó la herencia

del Libertador, donando el mobiliario de

la casona de Boulogne Sur Mer al Museo Histórico

Nacional y el resto de los bienes al Patronato

de la Infancia.

En 1951 los restos de Merceditas, Mariano

y María Mercedes fueron repatriados y hoy

se encuentran sepultados en la basílica de San

Francisco en Mendoza. Josefa fue llevada junto

a su marido a México, donde reposan en paz. La

vida y la obra de los hijos de los próceres sonsiempre

interesantes y aportan una visión acabada

de quienes nos dieron la libertad. El próximo

domingo, si Dios quiere, abordaremos la vida

de los hijos de Manuel Belgrano, desde estas

páginas de EL LIBERAL.

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