Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Santiago

Los hijos de la libertad (Segunda Parte)

18/09/2022 03:53 Santiago
Escuchar:

Los hijos de la libertad (Segunda Parte) Los hijos de la libertad (Segunda Parte)

El relato histórico argentino no suele hacer justicia verdadera con Manuel Belgrano. Se insiste en algunos lugares comunes que tratan de ubicarlo en un carácter que Belgrano no tenía. Se destaca el hecho de morir en la mayor pobreza, dato que lo exalta al prócer pero que no logra la reflexión de la vergüenza que debería darnos tal ignorancia social frente a su muerte. También se bate el parche sobre la condición de militar improvisado, algo que su formación teórica desmiente y su participación en las guerras de la Independencia niega. Compartir el tiempo histórico con uno de los más grandes generales de la historia universal como José de San Martín no favoreció un objetivo tratamiento a sus virtudes castrenses, que las tuvo y lograron grandes victorias, sobre todo la de la batalla de Tucumán que provocó un giro en la historia de las guerras independentistas sudamericanas.

Muchas veces en el empeño de ubicarlo a Belgrano en una posición carente de defectos y exaltando sus virtudes, que fueron muchas y notables, se ha ignorado su vida familiar y sobre todo el conocimiento de sus dos grandes amores: María Josefa Ezcurra y María de los Dolores Helguero, y también la vida del fruto de esos amores, sus dos hijos Pedro y Manuela. Si bien en los últimos tiempos se ha avanzado en una línea más “humana” sobre las biografías del procerato argentino, queremos en este artículo hablar de la vida romántica del creador de la Bandera, querido en todo el río de la Plata: Argentina, Uruguay y Paraguay, e incluso en Bolivia.

Su primer amor

María Josefa Ezcurra nace en Buenos Aires el 26 de noviembre de 1785 y fue la segunda de los nueve hijos de Teodora Arguibel y Juan Ignacio de Ezcurra. Cuando conoció a Manuel Belgrano en los albores del siglo XIX, se topó con la negativa de su madre para seguir adelante con la relación debido a que no consideraba al hijo del comerciante digno de su hija. La llegada de un primo desde Navarra fue providencial para doña Teodora, quien forzó el casamiento de María Josefa con Juan Esteban de Ezcurra el 20 de agosto de 1803.

La Revolución de Mayo hizo que Juan Esteban manifestara su oposición  al movimiento independentista y abandonó a su esposa para regresar a España en 1812. En aquellos tiempos una mujer casada que era dejada por su marido se convertía en una muerta civil. Las cargas públicas de Manuel Belgrano no le impidieron, mientras permanecía en Buenos Aires, reiniciar la relación clandestina con María Josefa. La dama viaja hasta Jujuy y convive con Belgrano durante esa campaña del Ejército del Norte. Queda embarazada y eso produjo un cimbronazo en la familia, donde su hermana Encarnación la acogió sobre todo después de casarse con Juan Manuel de Rosas el 16 de marzo de 1813. Así Josefa se convirtió en la protegida del nuevo matrimonio

Eran tiempos crueles para las mujeres sin esposoy María Josefa tuvo que viajardesde San Miguel del Tucumán a Santa Fe de la Veracruz, para reposar en una aislada estancia en la que parió a su único hijo Pedro Pablo el 30 de junio de 1813. María Josefa debió simular el abandono de su hijo en las frías escalinatas del templo matriz de Santa Fe, hoy Catedral, donde a los pocos instantes pasó Encarnación que recogió al crío y lo adoptó con la anuencia de su marido. Ese día María Josefa se convirtió en la tía regalona de todos sus sobrinos, pero especialmente del mayor que era en realidad su hijo.

Se convirtió en los tiempos de la Federación en la consejera de su sobrina Manuelita Rosas, sobre todo después de la muerte de su hermana Encarnación. Murió en Buenos Aires el 6 de septiembre de 1856, veinte años después que su hijo Pedro Pablo supiera que la cariñosa tía era en realidad su madre. Está sepultada en el cementerio porteño de la Recoleta.

El hijo varón de Belgrano

Pedro Pablo fue criado desde 1813 como el primogénito de Juan Manuel de Rosas y  Encarnación Ezcurra. En Santa Fe fue bautizado como huérfano y es probable que su 

padre natural no lo haya conocido. Recibió el apellido Rosas y tuvo tres hermanos de crianza: Juan Bautista, nacido en 1814; María Encarnación que murió al nacer en 1816; y la benjamina Manuela de 1817. Su educación estuvo orientada a las tareas del campo y pasó mucho tiempo en la frontera con los indios, en el centro de la provincia de Buenos Aires.

A los16 años se convierte en secretario privado de su padre, el gobernador Rosas, oficio que repetirá luego cuando el Restaurador encabece la tercera campaña del Desierto en 1833. Durante esa expedición militar Rosas le comunica que su verdadero padre es Manuel Belgrano y su verdadera madre María Josefa Ezcurra y le ordena cambiar su apellido. Pedro Pablo se niega y llegan a un acuerdo por el cual acepta el joven de 20 años llamarse Rosas y Belgrano, apellido que hoy llevan sus descendientes.

En 1834 don Juan Manuel le cede una estancia en el Azul y tres años después lo nombra juez de paz y comandante del fuerte de San Serapio Mártir. Hacia fines de la década de 1830 abandona sus cargos públicos y se dedica a la administración de su estancia, negociando con los caciques “buenos” Catriel e Ignacio Coliqueo. Ante el levantamiento de los estancieros del sur del río Salado, los reprime en Azul. Hacia 1845 es nombrado comandante del pueblo de Azul y en ese cargo se dedica a comprometer caciques para acompañar el ejército porteño comandado por Rosas en la batalla de Caseros.

Luego de la derrota, el general Justo José de Urquiza mantiene en su cargo en el Azul a Pedro Pablo. El 29 de julio de 1851 se casa allí con Juana Rodríguez, con quien ya tenía tres hijos y sumará dos, quienes perpetúan su sangre y su apellido. Participa de los combates posteriores a la separación del Estado de Buenos Aires en 1852 y 1853 llegando a coronel. Fiel al gobierno separatista, es derrotado en la batalla de San Gregorio, y un consejo de guerra lo sentencia a muerte, pero el general Hilario Lagos le conmuta la pena al recibir una carta que Manuela Mónica, la hermana de Pedro Pablo, le envía al jefe confederado en la que pide por su vida “teniendo en cuenta su sangre”

Por imperio de las leyes que se sancionaron en Buenos Aires contra Rosas y sus hijos, le fueron confiscadas once estancias y abandonó Buenos Aires rumbo a Santa Fe, donde se afincó en la frontera sur.Se pone bajo las órdenes de Urquiza, quien lo nombra comandante de frontera. Fue encarcelado luego de la batalla de Pavón en 1861 y el general Bartolomé Mitre se negó a ejecutarlo por su condición de hijo de Belgrano. Ya su salud estaba muy deteriorada y se le permitió viajar a la ciudad porteña, prohibiéndole regresar a Azul. Murió el 27 de septiembre de 1863, a sus 50 años. Hoy se cuentan por centenares sus descendientes directos.

Su último amor

El general Manuel Belgrano fue agasajado en San Miguel del Tucumán en los días posteriores al gran triunfo del 24 de septiembre de 1812, que frenó el ímpetu de las tropas realistas cuyo objetivo era la caída de Buenos Aires. En uno de esos encuentros, en la casa de don Victoriano Helguero y doña Manuela Liendo, don Manuel prestó atención a la bella María de los Dolores, la hija nacida el 13 de marzo de 1798. Vale destacar que eran tiempos en los que la mujer era considerada adulta una vez que podía ser madre.

El fraile dominico Jacinto Carrasco dio testimonio de la intención de Belgrano de desposar a la joven, pero los acontecimientos de la guerra lo llevaron hacia Salta. Cuando el creador de la bandera vuelve a Tucumán en 1816 se reencuentra con Dolores y comparten la vida durante casi tres años en el norte. La joven queda embarazada y luego del parto y ante el viaje de Belgrano a Buenos Aires, la familia Helguero habría obligado a Dolores a casarse con un joven tucumano, quien la abandona al poco tiempo. Esto último es una tradición oral que no ha podido comprobarse documentalmente. Dolores decide exiliarse en Catamarca. Allí se pierde su rastro y no sabemos más de ella. Otro será el destino de la hija que tuvo con Belgrano.

Su hija mujer

El 4 de mayo de 1819 nace Manuela Mónica del Corazón de Jesús, que es bautizada tres días después en la iglesia matriz y lleva el apellido Belgrano Helguero, lo que marca el reconocimiento de su padre, quienabandona la ciudad que es cuna de la Independencia y no volverá a verlas, ni a ella ni a su madre.El testamento de Belgrano la recordó como la “infanta tucumana” y le cedió una cuadra con habitaciones en Tucumán para dejar protegido su futuro. En 1825 la niña es llevada a Buenos Aires y es criada por Juana, la hermana menor de Belgrano, que había muerto cinco años antes. Fue educada por otro hermano del general, el cura Domingo, quien le brindo a Manuela Mónica una esmerada educación.

Una tarde, Bernardino Rivadavia encontró a la niña de la mano de Juana, a quien le pidió llevar a Manuela hasta el Fuerte porteño, lugar del antiguo despacho de los virreyes, donde colgaba un solo retrato: el de Manuel Belgrano, gran amigo del entonces presidente. Hay que recordar que Rivadavia había ordenado las primeras honras fúnebres en homenaje al prócer. En su oficina, le mostró a la niña ese retrato y pudo contemplar lo parecida que Manuela era a su padre. En una carta a su hermano Pedro, Manuela dirá: “El señor Rivadavia me colocaba siempre debajo de ese retrato para admirar la semejanza que tenía con mi papá”.

Supo conocer a su hermano Pedro Pablo en los años de 1830, y mantuvo con él una cordial relación fraternal. El 30 de mayo de 1853 se casó con un pariente lejano, Manuel Vega Belgrano, con quien tendría seis hijos. Murió en Buenos Aires el 5 de febrero de 1866 y fue sepultada en el cementerio de la Recoleta. Siguen sus descendientes resguardando el legado de su padre y de ella misma. Hoy el presidente del Instituto Nacional Belgraniano es el licenciado Manuel Belgrano, de la rama de Manuela Mónica.

 


Lo que debes saber
Lo más leído hoy