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Estalló la guerra en dos bandas púberes y vecinos del Siglo XXI despiertan a los tiros

25/09/2022 00:13 Policiales
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Estalló la guerra en dos bandas púberes y vecinos del Siglo XXI despiertan a los tiros Estalló la guerra en dos bandas púberes y vecinos del Siglo XXI despiertan a los tiros

Armados con tumberas,

botellas rotas, puntas y piedras,

dos facciones rivales se

enfrentaron en el B° Siglo XXI

en doble turno: primero, a las

2 de la madrugada de ayer y

luego, entre las 15.30 y 16.

El escenario fue la manzana

70 entre las calles Ernesto

Leyría, Juan Vucetich,

Scalabrini Ortiz y Humberto

Carfi, epicentro en que varias

casas terminaron con ventanas

y puertas dañadas, por

obra de adolescentes cuyas

edades promedio oscilan entre

16 y 19 años.

Según la investigación del

personal de la Seccional 51,

con las fiscales, Natalia Malachevsky

y Silvia Jaime, al cierre

de esta edición había dos

denuncias de mujeres en contra

de un joven de apellido

Contreras.

El origen, desde

la tragedia

El propio entorno de los

violentos deslizó que el prólogo

estalló el 31 de julio pasado.

Aquel amanecer, el adolescente

Roque Jesús Barraza

(“Chuna”) recibió un mortal

disparo de pistola en la cabeza.

Se encuentran detenidos

dos hermanos: el cadete Diego

Sebastián y su hermano

policía, Enrique David Arévalo.

Desde entonces, quedaron

plasmados dos bandos

claramente delineados. Los

que respaldan a los Arévalo y

los que apoyan a la víctima.

En

medio de ese fuego cruzado,

los padres de los Arévalo se

vieron forzados a abandonar

su casa (en el B° Siglo XXI),

blancos de hechos similares.

Casi dos meses después,

las dos facciones protagonizan

semanales “choques”,

cuya virulencia va en ascendente

crecimiento: dos semanas

atrás se trenzaron en una

encarnizada pelea que terminó

con seis casas dañadas

por una “lluvia” de piedras.

“Bunker” y

complicidad

Según la investigación, los

líderes se las tienen juradas.

Al mejor lenguaje y código

tumbero, volvieron a enfrentarse

ayer a la madrugada.

Hubo tiros de pistola y de

tumberas.

Mientras los enemigos

se insultaban y corrían

por las calles, madres y hermanas

pugnaban por contener

a los adolescentes.

Esa cuasi protección careció

de sensatez, ya que al

arribar la policía esa preocupación

se tradujo en el ocultamiento

de armas y el escondite

de los más revoltosos.

Mal pensó el resto de vecinos

que las luces del sábado retornaba la paz perdida.

Ni bien llegó la sobremesa, el

malón juvenil se regresó a las

suyas. De nuevo, la furia recrudeció

y los bandos convirtieron

las calles en un campo

de batalla.

Los vecinos contemplaron

cuchillos y tumberas en rostros

de no más de 15 años y la

sensación de tragedia sobresaltó

y se adueñó en más de

uno, a excepción en la frialdad

de los artífices de la violencia.

Cuando los patrulleros

aparecieron en el barrio, los

unos y los otros se dispersaron,

prometiéndose la revancha

porque tiempo y ocasiones

tendrán en demasía.

Por las redes sociales prometieron no descansar hasta no ver muerto al enemigo

El personal de la Seccional

51 trabajaba anoche bregando

en pos de identificar

a los líderes de los dos bandos,

pero los esfuerzos eran

insuficientes.

Las calles de

un sector del Siglo XXI quedaron

diseminadas de piedras.

Por grupos de whatsapp

y redes sociales, los más iracundos

prometían a sus enemigos

que no iban a descansar

hasta no ver muerto a

uno de los contrincantes al

que identificaron con nombre

y apellido.

Las advertencias

literalmente viajaban

de celular a celular, mientras

los vecinos ajenos a la cadena

de violencia cruzaban los

dedos, temerosos de la nueva

noche.

Hubo un procedimiento,

pero todo acabó en advertencias

a uno de los jóvenes

para que mantuviese prudente

distancia de dos mujeres

que lo acusaron de lanzarle

una pedrada en la frente.

Mientras, se sabe que

partieron varios policías

vestidos de civil resueltos en

hacer trabajo de inteligencia.

Aún con impronta de enigmáticos,

enfrente, las bandas

juveniles parecían identificarlos

al toque y, por ende,

obraban en consecuencia.

Por las dudas, los vecinos

cerraban anoche las

puertas y ventanas, especial

aquellas familias que

habituaban dejar a sus hijos

chicos jugando en las

veredas.

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