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Evita, el fin de la historia y el inicio del mito

22/07/2023 17:27 Opinión
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Evita, el fin de la historia y el inicio del mito Evita, el fin de la historia y el inicio del mito

Las crónicas sobre la muerte y el funeral de María Eva Duarte de Perón forman prácticamente una rama literaria especializada. Los hechos en sí han sido tratados en forma de texto histórico, de novela, de relato periodístico y eso dificulta un correcto acercamiento a la verdad objetiva que deje de lado las interpretaciones y las valoraciones que, sin duda, son auténticas pero que no constituyen materia para el trabajo del historiador.

Siempre es difícil abordar una figura cuyos contornos históricos se confunden con la construcción mítica posterior, y el caso de Evita es probablemente el de mayor complejidad para abordar y desprender de la creencia que es legítima. Queda claro que el valor que cada ciudadano le impone a Evita forma parte de la libertad de pensamiento, pero también es importante intentar el conocimiento fehaciente del pasado, para ponerlo en su justo lugar y aclarar aspectos que la diversidad de las opiniones muchas veces deja en un segundo plano borroso.

En este artículo trataremos de indagar en los hechos, desde un ordenamiento cronológico, para acercarnos al drama de una mujer que, por su lugar en la sociedad, se convirtió en el drama de un amplio sector de seguidores y en la expectativa de quienes no la querían.

Evita, la primera dama

Al momento de casarse en la iglesia de San Francisco de la ciudad de La Plata, el 10 de diciembre de 1945, Juan Domingo Perón tenía 50 años y María Eva Duarte 25. Era un tiempo políticamente álgido ya que se había lanzado la campaña electoral para los comicios presidenciales del 24 de febrero de 1946. A fines de ese año, en Santiago del Estero, se publica la primera foto del matrimonio en tono político. Durante los dos meses siguientes, Evita acompaña al coronel Perón, pero no tiene participación en los actos de campaña.

El 4 de junio de 1946, Evita ocupa un segundo plano en las ceremonias de asunción de su esposo. Pero la historia le tenía reservado un papel preponderante en los tiempos por venir. En la segunda mitad del año, Evita comienza a reunirse con dirigentes sindicales en una oficina ubicada en el Correo Central, no ocupaba ningún cargo oficial, pero oficiaba como una virtual secretaria de Trabajo y Previsión. Comienza a viajar por el país como representante de la política social del gobierno. Su primer encargo rutilante es como embajadora del gobierno argentino en una gira internacional que se realiza entre junio y agosto de 1947. Visita Italia, el Vaticano, Suiza, Francia, España y Portugal, los países católicos de Europa, y al regreso suma escalas en Río de Janeiro y en Montevideo.

La sanción de la ley del voto secreto, obligatorio y universal para la mujer es una gran oportunidad para aumentar el protagonismo de Evita en la vida política argentina. En 1947 pronuncia su primer discurso desde los balcones de la Casa Rosada en ocasión de la promulgación de esa ley. El 19 de junio de 1948 es creada la Fundación de Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón”, una organización no gubernamental que comienza a recibir fondos públicos, además de exigir la colaboración de empresas y particulares, y sobre todo el aporte de empleados y obreros, que destinan el primer mes de cada aumento de sueldos a la institución. Para los peronistas, el nombre de la Fundación no causaba ningún conflicto, pero para quienes no adherían al gobierno, era motivo de escándalo e irritación.

La enfermedad de la esposa del presidente

La primera alarma sobre la salud de Evita se da en agosto de 1946, cuando debe suspender sus actividades públicas durante un mes. Al regreso de su viaje por Europa y América del Sur debe reposar nuevamente algo más de un mes. Una constante fue el ocultamiento del diagnóstico de la salud de la esposa del presidente en cada ausencia prolongada. Durante el año 1949 se manifiesta una disminución en la actividad personal de Evita, pero su trabajo en el despacho principal de la Fundación, que en 1950 pasa a llamarse “Eva Perón” a secas, es muy intenso, a tal punto que la anécdota cuenta que Perón, un militar de costumbres espartanas que madrugaba antes de la salida del sol, se cruzaba durante el desayuno con su esposa cuando ella regresaba de su trabajo. En ese año, según el testimonio del coronel apellidado Clark, agregado militar estadounidense, Evita le confesó en un encuentro social que había bajado diez kilos en doce meses.

El 9 de enero de 1950, durante un acto en el sindicato de taxistas sufre un síncope, pierde el conocimiento pero se recupera rápidamente. El médico Oscar Ivanissevich, por entonces ministro nacional de Educación, diagnostica una apendicitis y la interviene quirúrgicamente. Esa operación deriva en un drama porque el cirujano detecta una malformación en el útero de su paciente. A mediados de febrero Evita intenta volver a trabajar, pero sus malestares la obligan a guardar reposo, que se prolonga hasta abril, cuando viaja a San Carlos de Bariloche junto a Perón. Reaparecen juntos el 1° de mayo, en el acto del Día del Trabajador.

Ante la falta de información oficial, los rumores sobre la salud de Evita hicieron que varias embajadas pusieran a disposición todo el apoyo médico que fuera necesario. Aún hoy se discute cuál fue el nivel de información con que contó Evita sobre su enfermedad, pero se sabe que fue sometida a sesiones de radioterapia en el propio Palacio Unzué, ubicado en el actual terreno que ocupa la Biblioteca Nacional. El objetivo era disminuir el tumor, lo que se logró parcialmente, pero a fines de 1950 se produjo un incremento del tamaño, y se descubrió el peor diagnóstico: cáncer de cuello de útero. El hecho de que la primera esposa de Perón, Aurelia Tizón, hubiera muerto por causa de la misma enfermedad hace posible deducir que Perón fuera portador del papiloma humano, que por entonces no estaba descripto y mucho menos existía una terapia para combatir sus efectos.

El diagnóstico irreversible

El lanzamiento de la campaña electoral para la reelección de Perón, como producto de la reforma constitucional de 1949, hizo que la salud de Evita se convirtiera en un asunto público de segundo orden. Pero sin duda el impacto que produjo en el seno familiar el diagnóstico del cáncer fue demoledor. Este es un punto en el que hay que apartarse de las diversas versiones literarias, teatrales o cinematográficas, ya que no se conoce el testimonio directo de los dos protagonistas. Es imposible suponer por parte de Perón, que amaba sinceramente a su esposa, acciones brutales como las que alguna película ha mostrado. Testigos presenciales durante el último año y medio de vida de Evita hablan de la dulzura con que su esposo la trataba en esos tiempos, a la vez que la enfermedad iba agriando el carácter de la paciente. A mediados de 1950 Ivanissevich fue reemplazado por Ricardo Finochietto, maestro de cirujanos, como médico de cabecera de Evita.

En los fragores de la política nacional, la CGT comenzó a proponer a Evita como compañera de fórmula de Perón para las elecciones, que fueron convocadas para noviembre de 1951. El 22 de agosto fue convocado un congreso del partido peronista, que fue llamado “Cabildo Abierto”, realizado en la avenida porteña 9 de Julio, se propuso la fórmula Perón – Perón. Ya era evidente que la salud no acompañaba a Evita, que pronuncia allí el discurso más dramático de su vida: “… ¿Qué gloria? ¿Qué honor? ¿a qué más puede aspirar un ciudadano o una ciudadana que al amor del pueblo argentino? Yo me siento extraordinariamente emocionada... Sobre mis débiles espaldas de mujer argentina ustedes me hacen me dan una enorme responsabilidad. Yo no sé cómo pagar el cariño que el pueblo tiene en mí, ni la confianza. La pago con amor, queriéndolo a Perón y queriéndolos a ustedes, es querer a la patria misma…”. Estas palabras, que parecen significar una aceptación de la postulación terminarán con un reclamo: “… no me hagan hacer lo que no quiero hacer… no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores… Es que, estando el general Perón en el gobierno, el puesto de vicepresidente no es más que un honor, y yo aspiro nada más que al honor del cariño de los humildes de mi Patria… yo voy a hacer al final lo que el pueblo diga”.

El 31 de agosto de 1951, en un mensaje radial donde se nota su voz quebrada y debilitada, Evita renuncia a la postulación y ya es inocultable su deterioro físico. Los profesionales que atendían por entonces a la enferma eran Finochietto, quien había recurrido al concurso de Jorge Albertelli, especialista en cáncer de útero, y al afamado médico estadounidense George Pack, de quien se supone nunca supo Evita como miembro del equipo que la cuidaba. Desde agosto Evita queda recluida en la residencia presidencial, y a fines de septiembre vuelve a hablar por radio en ocasión del intento de golpe de estado del general Benjamín Menéndez. El 15 de octubre se publica su libro La razón de mi vida y reaparece dos días después en el balcón de la Casa Rosada, donde es evidente su desmejoramiento.

Los últimos intentos de curación

Es internada en el hospital policlínico “Presidente Perón” de Avellaneda, construido por la fundación que lleva su nombre, y allí el cirujano Pack le practica una histerectomía completa el 6 de noviembre de 1951. Cinco días después vota por primera vez desde la cama del hospital, cuando le alcanzab una urna, lo que constituyó una de las imágenes más impactantes de su biografía. Regresa a su casa y es sometida a cuidados paliativos, a la vez que se le sigue practicando radioterapia. Reaparece el día de Navidad recibiendo a niños y a periodistas. Durante 1952, acompaña en contadas ocasiones a Perón y el 1° de mayo brinda su último discurso, muy virulento contra la oposición, desde los balcones de la Casa Rosada, que sería su despedida: “Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan adentro de mi corazón que en las horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón”.

El último acto público del drama de Evita con vida es el viaje desde la residencia presidencial hacia el Congreso Nacional para asistir a la ceremonia de asunción de su esposo el 4 de junio de 1952. El auto que los condujo fue equipado con un soporte al que fue sujetada Evita, disimulado por un tapado de piel. Le habían suministrado morfina para paliar sus dolores. Sería la última vez que Evita tuvo contacto directo con la gente. Siguió sometida a diversos tratamientos, que no mostraron resultados efectivos y el 18 de julio de 1952 por primera vez entró en coma. La sociedad impuso una pausa a sus conflictos y se sumergió en el sopor previo al fin de una tragedia dramática.

En nuestro próximo artículo, abordaremos las decisiones previas a su muerte, que hablan de una manipulación fríamente pensada, y sobre todo de las reacciones populares de quien desde su muerte sería llamada “Jefa Espiritual de la Nación”.


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