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EL LIBERAL . Opinión

La humanidad y sus necesidades, ¿a qué precio?

Por Francisco Viola. Médico y sexólogo.

04/02/2024 11:00 Opinión
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La humanidad y sus necesidades, ¿a qué precio? La humanidad y sus necesidades, ¿a qué precio?

Las personas no siempre tienen claras sus diferentes necesidades. Mezclan necesidades fisiológicas, con deseos personales, intereses o posibles ideales. Esta dificultad, para saber si las necesidades son esenciales o simplemente deseos pasajeros de algo, genera efectos muy concretos en la sociedad en la que vivimos. Así, cada vez parece más fácil vender necesidades a las personas.

Eso genera el desarrollo enorme de lo que conocemos como sociedad de consumo. De esta manera, la producción, de más y más cosas, es constante. Nuevos modelos de los mismos objetos aparecen en el mercado. Los productos se muestran visualmente como fundamentales para el mundo actual. Todo acaba generando una sensación de falta de saciedad permanente en muchas personas. Siempre se parece necesitar algo. Conseguirlo se convierte en una meta de felicidad. Una alegría que se evapora tan rápido como el artículo obtenido que es superado por el nuevo modelo.

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La publicidad aprovecha todo esto y vende. Humo disfrazado de importancia. De repente, la felicidad está ligada a un producto, que solo sirve para aislarte para el instante. Perfumes, sabores, móviles, coches, viajes, bebidas, etc. Todo se puede vender al mismo precio: individualidad total, incluso compartiendo cosas con los demás. Solo funciona si te permite ser único, no porque seas un individuo, sino porque tienes lo diferente. No importa el interior, importa lo que puedes mostrar.

Si las necesidades se pueden comprar a buen precio en el mercado, no hay nada más que hacer que tener el dinero para ello. La vida comienza a reducirse a cosas externas. Tenemos que usar todo el tiempo para eso. Poco a poco, nuestro interior se convierte en una moneda más de cambio. Así, se venden productos naturales a precio de oro, se venden terapias oficiales o alternativas para restaurar la imagen externa e interna. Un viaje espiritual a lugares recónditos, como forma de exorcizarte de este lado del mundo tan lleno de cosas malas. Por supuesto todo empaquetado con ideales de perfección, algo de sensualidad ilimitada y ciertos aires de alguna perfección no siempre muy real.

Parece como que la conciencia fue silenciada ante los gritos estridentes de quienes venden en periódicos, revistas, imágenes o lo que fuera posible mostrar, incluso almas. La imagen pública vende: autos, promesas, celulares, necesidades, viajes, desprecios, partidos, ideales y una larga letanía de cosas. Vender y fomentar la compra. Comprar para que pueda satisfacer mis necesidades. Querer es poder y viceversa, eso es todo lo que importa. Compre para esto, para que tenga aún más poder. La humanidad parece no buscar razones más allá de las que muestran, ostentosamente, las personas presentadas como importantes por los medios de comunicación.

El mercado mundial funciona. Comienza la rueda de la fortuna: Vender armas, comprar cuadros de guerra, recitales de paz, cenas benéficas. Y se sigue: vendiendo vestidos para estas cenas, influencias en las imágenes, afán de poder en la búsqueda de la paz. Más ostentación. Más necesidad de dinero. Más petróleo, más tecnología, más protección, más armas y el círculo comienza de nuevo o se agranda y más estamos adentro

La felicidad se reduce a la risa pública. Actos perdidos de emoción interior. La humanidad está resignada, además de los pocos que siguen buscando salidas de estos laberintos, esos que nos vuelven locos. No de la bella locura, sino de la otra, la de la alienación.

Pero también es cierto que, frente a ello, la humanidad resiste y vamos, porque cada tanto nos damos cuenta que más allá de todo eso, aún seguimos buscando satisfacer una necesidad primigenia: hacer algo por el que está a tu lado. Cuando nos damos cuenta de ello, nos convertimos en dioses capaces de hacer que un instante compartido sea eternidad y con eso, dejamos de lado lo pasajero para ser cercano, lo innecesario para ser personas, lo que se puede comprar por lo que se coopera. Cuando lo hacemos, tal vez, tomamos conciencias que nuestra humanidad tiene salvación porque nosotros podemos.

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