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EL LIBERAL . Santiago

La guerra contra Brasil: Parte III Un tiempo olvidado

POR EDUARDO LAZZARI, HISTORIADOR

03/03/2024 06:00 Santiago
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La guerra de las Provincias Unidas del Río de la Plata contra el Imperio del Brasil debe entenderse como una prolongación del largo conflicto entre España y Portugal que durante dos siglos asoló las tierras ubicadas entre el océano Atlántico, el río de la Plata, el río Uruguay y el actual límite entre los estados de Río Grande do Sul y Santa Catarina, en el país vecino. Como dato curioso de este largo estado de beligerancia, vale recordar que el portugués Manuel Lobo, gobernador de la capitanía de Río de Janeiro, es el fundador el poblado de la Nova Colônia do Santíssimo Sacramento a orillas del río de la Plata en 1680 frente a Buenos Aires, primera población urbana de la Banda Oriental, que cambió de mano siete veces en un siglo, hasta que en 1777 pasó a ser definitivamente una posesión española.

Desde la declaración de guerra a finales de 1825, ambos contendientes se dedicaron a ordenar sus aparatos militares, quedando en claro que el predominio naval del Imperio iba a ser utilizado por Pedro I para el logro de rápidas victorias, mientras la ya por entonces llamada República Argentina iba a basar su estrategia en el uso del ejército veterano de las guerras de la Independencia. Pero bien dice la doctrina militar: "una guerra requiere veinte años de paciente preparación, y desde el primer tiro se convierte en una improvisación permanente".

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Quiero hacer aquí una aclaración personal que sin duda será entendida y que tiene que ver con la ignorancia que se tiene respecto de la ciencia castrense, ignorancia que al momento de analizar las guerras de la historia termina en juicios de valor que nada tienen que ver con lo acontecido. Es por ello que quiero agradecer a tantos oficiales del Ejército y de la Armada argentinos que me han enseñado los rudimentos del oficio militar y que me han permitido entender con mayor claridad las gestas heroicas de miles de compatriotas que dieron la vida por la Patria a lo largo de los siglos.

LA CAMPAÑA NAVAL

Mientras el general Carlos de Alvear se trasladaba en 1826 hacia Concepción del Uruguay, donde su antecesor como comandante del ejército republicano Martín Rodríguez había establecido el cuartel general de las tropas, el coronel de marina Guillermo Brown organizaba con los pocos medios que contaba una primera escuadra para enfrentar a la poderosa flota brasileña. En los primeros días de febrero de aquel año el flamante presidente Bernardino Rivadavia ordenó a Brown intentar forzar el bloqueo al río de la Plata que el Imperio había establecido desde fines del año anterior.

LOS COMBATES DE PUNTA COLARES, COLONIA DEL SACRAMENTO Y BANCO DE ORTIZ

En la madrugada del 9 de febrero la flotilla zarpó de Buenos Aires, compuesta por 1 corbeta, 4 bergantines, 2 goletas y 9 cañoneras que reunían 100 cañones, embarcando a oficiales como Enrique Parker, Guillermo Masón, Roberto Beazley, Juan Bautista Azopardo, Martín Warnes y Bartolomé Cerretti. No es un dato menor que la mayoría de los subordinados de Brown, como él mismo, eran extranjeros que habían abrazado los ideales revolucionarios de mayo de 1810. La escuadra imperial al mando del almirante José Ferreira Lobo mostraba una artillería de 150 cañones y el doble de buques.

Una vez que los enemigos se avistaron, los caprichos de los vientos obligaron a ambos comandantes a buscar posiciones que culminaron a media tarde con un ataque imperial contra la "25 de Mayo" frente a Colonia, la emblemática nave capitana de Brown. Desde ese momento quiso el almirante argentino atraer a la flota adversaria hacia los bancos de arena ubicados frente a Buenos Aires, trampa en la que ese día no cayeron los brasileños. Este bautismo de fuego de la flota republicana en medio del río de la Plata es conocido como Punta Colares, y tuvo un resultado indefinido.

Un dato significativo es que al inicio de las acciones bélicas la isla Martín García, verdadera llave para el dominio naval en el Plata, estaba en manos del Brasil.Por eso es que Brown, reorganizada su flota, decide atacar a los brasileños en Colonia, para lo cual zarpa de Buenos Aires el 25 de febrero y a unas tres millas del baluarte enemigo, intima rendición con sus 6 buques. Al día siguiente Brown recibe la respuesta del comandante brasileño Manuel Rodrigues quien dice: "en su nombre y en el de toda la guarnición que tiene la honra de mandar… que la suerte de las armas es la que decide la suerte de las plazas".

Iniciado el combate, el intenso cañoneo de ambas partes duró dos horas y la peor parte la llevó la flota atacante, que al final del día tuvo que retirarse luego de perder el bergantín "General Belgrano" al mando de Leonardo Rosares, y que además había sufrido daños en varias de sus naves. Luego se sucedieron escaramuzas y algunos escarceos, pero el conocido como ataque a Colonia fue una derrota naval propia, que tuvo una inesperada consecuencia favorable para los argentinos debido al abandono de la isla Martín García por los brasileños para fortalecer su destacamento atacado.

En abril de 1826 Brown, quien ya contaba con una flota más numerosa, decide intentar ataques relámpago contra naves del Imperio. El plan era mostrarse ante el enemigo, dividir propia flota para dispersar al adversario, y luego volver sobre alguna nave adversaria que haya quedado solitaria. Así, el 10 y 11 de abril logró burlar el bloqueo del Plata y atacar a la fragata "Niteroi", insignia del capitán James Norton, quien estaba a cargo de una división de la escuadra brasileña. Si bien ambos combatientes sufrieron bajas, Brown demostró su habilidad para burlar a una flota muy superior en medios, pero sin una estrategia clara.

El 26 de abril Brown y sus hombres zarparon rumbo a la Ensenada y hacia Samborombón, para luego atacar Montevideo. Se habían sumado Tomás Espora y José María Pinedo. En la madrugada del 28, Brown ordenó un ataque en chalupas para abordar las naves brasileñas, entre las que se destacaba la "Emperatriz", nave insignia del Brasil, comandada por el capitán Luis Barroso, quien perdería la vida en el combate, que dejó la nave dramáticamente averiada. Brown buscó aguas abiertas y logró que la flota enemiga lo persiguiera y la enfrentó en el combate del Banco de Ortiz el 3 de mayo, donde a pesar de varar dos naves propias pudo evitar un triunfo brasileño. Ya Brown se iba convirtiendo en un fantasma terrorífico para los imperiales.

EL COMBATE DE LOS POZOS

Durante el mes de mayo de 1826 el estado mayor del Brasil, encabezado por el emperador Pedro I, decidió cambiar la estrategia naval para asestar un golpe definitivo a la Argentina: un ataque directo a la capital enemiga para derrocar el gobierno de Rivadavia. Así fue como la flota brasileña se concentró en la costa oriental para iniciar el desplazamiento hacia Buenos Aires en junio. Esa gigantesca escuadra fue avistada en la capital argentina y parecía imposible evitar el desembarco. A favor de los defensores estaba el desconocimiento que el comandante enemigo Rodrigo José Ferreira tenía de la rada, una de las más complejas del mundo por las condiciones hidrológicas del río de la Plata.

El dramatismo de la situación se acentuaba por la diferencia de medios: Brown sólo contaba con 11 buques, siete de ellos menores. El almirante dispuso anclar las naves propias en los "pozos", unos piletones de gran profundidad cercanos a la costa de Buenos Aires, a la espera del ataque brasileño. Estos pozos estaban ubicados en la actual Dársena Norte del Puerto Madero porteño, a sólo unos quinientos metros de la costa antigua de la ciudad. El pueblo se congregó para presenciar el combate, que todos presumían de vida o muerte para la causa nacional. Era el 10 de junio de 1826.

Brown, quien además de ser un jefe naval extraordinario era un gran motivador de sus hombres, les dirigió unas palabras que han quedado registradas para la historia: "¿Véis esa gran montaña flotante? ¡Son los 31 buques enemigos!.. vuestro general (Brown)… no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la 25 de Mayo, que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: ¡confianza en la victoria, disciplina y tres vivas a la Patria!". Sin embargo el panorama era oscuro y todos temían la victoria enemiga. Comenzado el fuego llegaron a toda vela dos naves argentinas al mando de Rosales y Nicolás Jorge. Brown arengó a las tripulaciones al grito de "¡Fuego rasante que el pueblo nos contempla!".

Luego de dos horas de cañoneo constante los brasileños, luego de sufrir graves daños en sus naves, decidieron retirarse obsequiando el triunfo a los defensores de la plaza. Nunca se supo la cantidad de bajas imperiales, pero la escuadra republicana sólo sufrió un muerto y algunas averías menores. Desde entonces los brasileños nunca más intentaron atacar Buenos Aires. Brown fue ovacionado al desembarcar y no está de más recordar que en toda su carrera naval lo acompañó un catalejo de gran tamaño que se convirtió en su marca personal. Es tal la importancia de este combate de los Pozos que es el más céntrico nombre de una victoria naval en la capital de los argentinos en una de las calles que rodea al Congreso Nacional.

Tanto por su actuación en la guerra de la Independencia como en la guerra contra el Brasil el almirante Guillermo Brown merece ser llamado "Padre de la Patria", y hoy,fecha de su paso a la inmortalidad en 1857, se realizan actos en todas las bases navales argentinas, en su tumba del cementerio de la Recoleta, en su pueblo natal de Foxford y en la capital irlandesa, Dublin, donde una estatua lo recuerda frente al mar. El próximo domingo, si Dios quiere, desde estas páginas de EL LIBERAL, navegaremos las campañas navales de 1827, donde el Brasil quiso tomar la Patagonia, algo olvidado por el relato histórico nacional, y que trataremos de recordar como corresponde. 

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