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EL LIBERAL . Santiago

Impunidad oral: crece como una epidemia

Por Francisco Viola.

17/03/2024 06:00 Santiago
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Impunidad oral: crece como una epidemia Impunidad oral: crece como una epidemia

Hablar o escribir implica algunas habilidades, tal vez conocimientos y, en ocasiones, intencionalidad. Hacerlo de modo que tenga sentido, ya necesita más habilidades, mayor conocimiento y más intención. Procurar que tenga sentido y que sea veraz conlleva sumar a las habilidades conocimiento certero. Si, encima, nos obligamos a que sea atinado, implica no sólo conocimientos, sino además necesita lo que podríamos llamar empatía. Si, además pretendemos que sume a algo que creemos, con sinceridad y compromiso, como el bien común debemos agregarles a esas habilidades, a ese conocimiento y a la empatía, generar la posibilidad del debate real que significa poder contrastar con otros argumentos y crear espacios de devolución, o sea una cuota importante de pensamiento crítico. Creo que si esto lo haríamos más, serviría para mejorar las relaciones humanas, la vida en sociedad y un estado más equitativo y justo. 

Parece fácil y simple, pero (siempre puede haber un "pero"), estamos en la época de redes sociales que parece ser, nos limita un poco o nos estupidiza otro poco. A esto le agreguemos una creciente ola de individualismo, más la sensación de poco pensamiento crítico: esa ecuación conduce a una apreciación que existe una impunidad oral sin tantos límites. Así, en los foros de los diarios, en las redes sociales, en los grupos de whatsApp con alguna temática en común (defensa de cualquier cosa o grupos de amigos) la impunidad oral crece como una epidemia (me tiento a llamarla plaga). Ahora bien, lo peor aún es que a esa impunidad oral se suman personas públicas (tanto profesionales, lo que ya es llamativo, como los que ocupan espacios políticos) que, con una clara sensación que el fin justifica los medios, liberan su propio delirio. El poder, en cualquiera de sus vertientes, debería ser más cuidadoso con sus dichos. En ellos, para mí, valga el subrayado, la impunidad oral puede ser una forma velada de abuso de poder.

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Una aclaración pertinente: es verdad que hay casos donde la "catarsis", como forma de sacarnos de adentro las emociones, es un buen recurso. Pero la catarsis también tiene su espacio. Las redes sociales no son el ámbito para ello. La catarsis precisa, luego la reflexión posterior que nos devuelve la serenidad y la autoevaluación sobre lo que decimos. No es una muralla a defender.

Debo señalar la diferencia que existe entre "libertad de expresión" y está "impunidad oral" que me refiero. Creo en la libertad de expresión como sinónimo de una madurez social y personal. Me opongo éticamente a cualquier política de cancelación. Creo que el poder expresar las cosas tiene valor sin dudarlo y debe alentarse. Pero no todo lo que se expresa tiene valor y, por lo tanto, no se le debe dar valor. 

O sea, brindar siempre porque alguien pueda expresarse, pero no por ello hay que darle entidad a lo que creemos que afecta lo que sentimos como fundamental para nosotros. Esta diferenciación nos parece clave. Que todos puedan expresarse, aunque lo que digan no tenga valor para nosotros tendrá valor en la medida que ante ciertas cosas se puede señalar el error o ignorarlo sin que implique un desatino.

La pregunta clave, entonces, que quiero sugerir, como una suerte de interpelación, es: ¿la impunidad oral nos ayuda como sociedad? Reformulando: ¿Sirve para construir algo que yo pueda tirar la piedra (la palabra) contra lo que sea y pueda esconder la mano (no hacerme cargo de ninguna manera de lo que digo)? Es una pregunta retórica para mí, porque creo que la respuesta es un "no" decidido.

Que jamás se deba prohibir el hablar. Esto es algo que estoy convencido que se debe tener en cuenta sin ceder la tentación de la censura. Lo aclaro para evitar los malentendidos. Mi planteo no pasa por allí. Pasa por otra convicción: la impunidad oral de nuestra época muestra no sólo que, como es normal, muchas veces estamos desnudos de habilidades, desprovistos de conocimientos, carentes de empatía. 

Lo que veo como un síntoma preocupante es que nos inmunicemos frente a eso, que no nos importe y que, nos resignemos a que no hay que hacer nada. Crear un porvenir mejor es, sin dudas, la tarea del presente. Educación, pensamiento crítico y, sobre todo, empatía deben estar presentes.

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