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EL LIBERAL . Santiago

El rol de las mujeres en el proceso revolucionario de mayo de 1810

María Mercedes Tenti.

25/05/2024 06:00 Santiago
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El rol de las mujeres en el proceso revolucionario de mayo de 1810 El rol de las mujeres en el proceso revolucionario de mayo de 1810

En general, las mujeres constituyen la mitad invisibilizada de la historia. Recién en las últimas décadas, historiadoras e historiadores se preocuparon por indagar el rol de las mujeres en distintas etapas. Investigar sobre la actuación de ellas en el proceso revolucionario de mayo de 1810 -que marcó un antes y un después de la historia argentina- resulta dificultoso porque en una sociedad patriarcal, las mujeres estaban relegadas al ámbito privado a lo que debemos sumar que la mayoría eran analfabetas y, en consecuencia, dejaron pocos escritos que testimonien su accionar.

Por lo general, se conoce más el papel de las mujeres de la élite, hijas, madres, esposas o amantes de hombres que se destacaron en la esfera política o militar y de ellas se repite, una y otra vez, que su actividad doméstica se centraba en el cuidado del hogar, de los hijos y de sus maridos. Sin embargo, asumían muchas otras actividades poco visibilizadas. Los hombres que aspiraban a ser miembros del cabildo tenían que tener 'casa poblada' en la ciudad, aunque sus actividades principales se concentraban en el campo. En consecuencia, la mayor parte de su tiempo pasaban en sus haciendas y eran sus mujeres quienes tenían que atender otros menesteres, tales como cobro de rentas, supervisar el transporte, el comercio o préstamos de dinero, según consta en expedientes judiciales o notariales; eran verdaderas jefas de hogar. También participaron en la guerra acompañando a sus maridos o compañeros al campo de batalla, en donde colaboraban lavando la ropa, preparando la comida, cuidando los heridos, dándoles compañía necesaria para evitar deserciones y hasta empuñando un fusil y luchando a la par de los guerreros.

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Desde las invasiones inglesas y en especial a partir de la revolución de mayo, las mujeres irrumpieron en la arena política participando de una u otra manera. Son conocidos los casos de Mariquita Sánchez de Thompson, en particular porque allí se ejecutó por primera vez el himno nacional argentino. Sin embargo, poco se sabe que su accionar iba más allá al organizar reuniones en donde se discutía el futuro político de la revolución, además de financiar a grupos revolucionarios con la donación de joyas y dinero. Casilda Igarzabal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña, al igual que Mariquita, fue una 'salonniêre' de la época, encargada de armar tertulias políticas en las que participaba junto a los hombres, al igual que Flora de Azcuénaga, esposa de Miguel de Azcuénaga. Al ocupar los varones el espacio privado para actuar secretamente ante la revolución en ciernes, otorgaba espacio a las mujeres para opinar y accionar en algunos casos.

La esposa de Mariano Moreno, Guadalupe Cuenca, merece especial atención por las cartas que le escribió en su viaje a Londres, luego de su designación como diplomático en Inglaterra tras las disputas con el presidente de la Junta Cornelio Saavedra, por su postura revolucionaria contrapuesta a la conservadora de su opositor. Estos escritos generalmente son nominadas como 'cartas de amor' velando el pensamiento político que se vuelca, por lo general, en la segunda parte de las mismas, en la que pone al tanto de su marido las noticas políticas que se sucedían en el Río de la Plata, que dan cuenta de las perspectivas encontradas sobre la revolución de mayo y sus proyecciones.

En una carta fechada el 20 de abril de 1811 le informa a Moreno de cobros que le adeudan y de nuevos arrendatarios, asumiendo obligaciones como comerciante. Da detalles poco conocidos de consecuencias de las disputas entre morenistas y saavedristas y la concentración del poder en Saavedra: destierro a Mendoza de Azcuénaga y Posadas, de Larrea a San Juan, de Peña y Vieytes a San Luis, de French, Beruti, Donado Vieytes y Cardoso a Patagones. Y continúa: "…hoy te mando el manifiesto para que veas cómo mienten estos infames (…) Del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias, no saben cómo acriminarlo (…) Saavedra y los pícaros como él son los que se aprovechan y no la patria, pues a mi parecer lo que vos y los demás patriotas trabajaron está perdido…" Como se ve, se trata de una mujer que, por un lado, ante la ausencia de su marido, asume el rol de jefa de hogar con todas las obligaciones que le atañen y por otro hace fuertes cuestionamientos políticos a las máximas autoridades de entonces.

También es preciso mencionar el accionar de valientes mujeres en la guerra, tales como María Remedios del Valle que luchó en la campaña al Alto Perú, primero junto a su marido y dos hijos muertos en Huaqui, para luego continuar sola, vestida de hombre, en las victorias de Tucumán y Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, en donde fue herida y tomada prisionera. Manuel Belgrano la nombró capitana del ejército, mientras los soldados la llamaban madre de la patria, en mérito a su actuación y desempeño. Otros casos emblemáticos son los de Juan Azurduy en el Alto Perú y de Machaca Güemes que desempeñó tareas de espionaje y de ayuda al ejército de los Infernales mandados por su hermano Miguel.

Como se ve, la forma de participación de las mujeres en el proceso revolucionario fue diversa y no se agota en esta breve reseña, tanto aquellas pertenecientes a sectores de la élite como las de sectores populares. Más allá de su estatus social, unas y otras contribuyeron a consolidar el proceso revolucionario iniciado en las invasiones inglesas en 1806, coronado con la conformación del primer gobierno patrio en 1810 y desarrollado hasta la declaración de la independencia en julio de 1816.

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