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EL LIBERAL . Viceversa

Esbozo de un pequeño diccionario santiagueño de bolsillo

Por Luis Gabriel Barrionuevo.

26/05/2024 06:00 Viceversa
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Esbozo de un pequeño diccionario santiagueño de bolsillo Esbozo de un pequeño diccionario santiagueño de bolsillo

Ahicito. Se lo encuentra en conocidas composiciones folclóricas, de hecho hay una chacarera que lleva por título: "De ahicito". Denota cercanos parajes. En lo profundo de la geografía del Esteco, los boliches o ramos generales están alejados de la población y en muchos casos, digámoslo de una vez, están en la loma de los kinotos, invariablemente, sin embargo los lugareños ante la pregunta del recién llegado sobre la ubicación del negocio, le responderá: "Ahicito", nótese además el gesto con la boca estirada y una entonación que hace suponer al lugar, a no menos de cien metros, aunque claro, uno caminará hasta la pérdida de la noción del tiempo.

Unos creen que, por picardía, nosotros creemos que se da por acostumbramiento. Que en realidad el habitante asimiló la distancia y no siente que sea lejos ya que tantas veces hizo el recorrido que lo ve... ahicito.

Ejemplo: un foráneo está de paseo por el Peruchillo y encontrando en el camino al intendente de aquellos parajes, le pregunta dónde queda el barrio Ulluas. Como respuesta se escuchará esta palabra en diminutivo que estamos finalizando de analizar.

Allá. Santiagueñada de ubicación. Se trata de ataques verbales preñados de ironía y dirigidos a preguntas demasiado invasivas o para desprevenidos informantes que se arriman con detalles sosos o poco interesantes para el interlocutor. Por lo general se alude a la pareja de la víctima de esta broma de mal gusto. Indicación chusca. Sin el ejemplo sería esta reflexión amarga como flato de sapo.

Lole Galván, intendente del Peruchillo, estaba ganoso de bromitas y se dio a la espera de algún inocente. Mirando hacia arriba aparece en escena "Chipaco", su grumete, y se da esta conversación.

Chipaco: Lole, ¿has visto que va' haber eclipse?

Lole: ¡Allá le están haciendo ver el eclipse!

Atracar. Término de la navegación devenido en acercamiento muy íntimo con alguien (!). /Chapar/ De uso frecuente desde finales de los 70. Besar apasionadamente alguien, preferente en un zaguán, o en el vip de una disco, o en la superficie de Saturno. Los ejemplos no faltan si echamos mano a la amplia autobiografía de Lole Galván, intendente del Peruchillo, escrita por uno de sus amanuenses: "Lole, el Latín Lover", de allí soporte el lector este diálogo.

Chipaco: ¡Lole! Te he visto anoche en "El Nochero" meta bailar lentos y atracando, dando espectáculos con la Penquita.

Lole Galván: ¡Eh, chango! Como pa' salí a robá con vos.

Kakuy. Hacerse kakuy. Haber esperado inútilmente algo o alguien. En la mitología de nuestra región hay una historia que llegó a las coplas y al relato escrito y hablado. En ella se cuentan las desventuras de una pareja de hermanos. Ella no correspondía a los amores de él. Algunos opinan que ella había escuchado de los evangelizadores que estás uniones no eran aceptadas por Dios; otros solo relatan la crueldad con que ella trataba al chango. Sea como fuese, él, con engaños y ansias vengativas, llevó a su hermana al monte profundo. Al llegar la hizo trepar a un orco cevil y allí en lo alto la abandonó. Ella, desolada y llorosa, se metamorfoseó en un ave, el kakuy (Nictibys griseus). De este modo el santiagueño hace un paralelismo entre esta desgraciada historia y lo que sucede cuando nos dejan de plantón. Y hablando de plantón tenemos como siempre un ejemplo que, a modo de panal de moro moro, dejamos en lo alto de este párrafo.

Lole Galván intendente del Peruchillo, contaba renegando un desgraciado sucedido:

Chipaco: ¡Lolis! Eh… ¡Por qué esa cara!

Lole Galván: Que te haces el otro!, como dos horas t'i esperao para ir a pescar. ¡Kakuy me i' vuelto!

Brea. "Pareces carbón de brea apagao a bolsazos". Frase racista. Amonestación, comparación odiosa para adosar a morenos/as de muy mal gusto, pero con un poco de salero disimulamos el contenido de violencia racial. En Buenos Aires para este caso se usa el mote de "Luján", para el sobrado de empavonado ya que "está pasado de Moreno". Volviendo al pago oímos comparaciones como: "Pareces wiñi" (pajarillo negro similar al tordo, pero más pequeño). O el sincrético: "¡Va' llover, che! (apuntando hacia donde viene la víctima) ¡Porque negro viene de allá!"

 Huyendo de las huestes del Ku Klux Klan, vamos con un ejemplo conciliador. Lole Galván, intendente del Peruchillo, encontró a su primo lejano Chipaco, por el centro, y al observarlo indiferente delante de la gente le espeta: "Che, negro, pareces carbón de brea apagao a bolsazos. ¡Saludá po!

Pillar: agarrar / atrapar / pilladita. Juego de niños que consiste en lances de persecución, un niño trata de "pillar" a otro u otros jugadores; cuando alcanza a alguno ese jugador, pasa a ser el perseguidor, aunque hay diferentes formas de jugar. Se conoce también a este juego como "la vieja" que tiene otras variantes. Hay otra acepción para pillao /pillada / o pillarse y es que se transforma en adjetivo calificativo. Este es el de orgulloso/a o fanfarrón. Quien adopta una postura melindrosa o es indiferente por un motivo que lo supone de pronto en escalafones más elevados. Precisamos un ejemplo que englobe a estas dos acepciones, allá voy a ver si puedo... Voy dudando si podré.

Lole Galván intendente del Peruchillo estaba jugando a la pilladita con sus edecanes cuando pasó por allí su primo Chipaco en un monopatín y se da este diálogo.

Lole: Eh, Chipaco, vení po'... estamos jugando a la pilladita

Chipaco: No va joven..., i'a m'i bañao... Aparte estoy yendo a la heladería.

Lole: Puuucha, de pillao este mapalo.

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Santiago del Estero en aquellas épocas

Por Carlos Enrique Bothamley

Como todo viejo, vivo añorando los tiempos de mi juventud, cuando todo era felicidad, aunque no me daba cuenta de ello. Eran tiempos maravillosos, lástima que tengan que pasar tantos años para aprender a apreciarlos. Tal vez por eso surgió la frase "todo tiempo pasado fue mejor".

Recuerdo que salía de casa y tomaba por calle Avellaneda frente a la plaza. Al pasar por la confitería Los Dos Chinos me paraba Panchito Ovejero para venderme un quinto de la Lotería Santiagueña. Le compraba el quinto, le daba una palmada en la espalda a Pancho y seguía hasta el Jockey Club a tomar un café en la vereda.

El Jockey Club era una casa vieja donde ahora está el actual edificio, y en la vereda se podía sentar solamente los socios y sus invitados. Ahí me encontraba siempre con algunos amigos, al igual que yo, cultores del dolce far niente.

A media mañana nos trasladábamos hasta "Bombolito" en la calle Tucumán a tomar un vino o una cerveza, acompañada por riquísimas croquetas o una cabeza de cabrito hervida.

Lo bueno que tenía este lugar, como tantos otros (Brevetta, Gallito, etc.) es que se juntaban abogados, médicos, vendedores ambulantes, lustrabotas, etc., todos en una cordial camaradería sin ningún tipo de barreras sociales.

Lo mismo sucedía por la noche cuando íbamos a la parrillada del Negro Islas, en Garibaldi y Congreso, donde nos atendía Tucho Méndez, todo un personaje típico de Santiago, o a "La Amistad", en Olaechea y Alsina.

Todo era tranquilo, salvo alguna pelea con cuchillos o alguna puñalada imprevista, pero no era frecuente.

También estaba la alternativa de ir al "Rincón de los Artistas", frente al Hotel Savoy, donde había vino, empanadas y folklore en vivo hasta la madrugada.

Después de cenar, a eso de las dos de la mañana íbamos a tomar un licuado como postre en alguno de los bares que había sobre la acequia de la avenida Belgrano.

El principal estaba frente al Automóvil Club, sobre un puente que cruzaba la acequia, frecuentado por personajes típicos de Santiago, como Taro Argañaraz (Carlos Contreras Argañaraz), que era actor de radioteatro, entre otras cosas.

Como a las cuatro de la mañana volvía a casa esperando no encontrarme con Tranco i' Vaca, que siempre andaba borracho. Pero había vigilantes en todas las esquinas, además de la Policía Montada, que patrullaba a caballo. A los agentes de la Montada los llamábamos "Sándwich" (caballo – montura – caballo).

Y así transcurría la vida muy tranquila y a veces hasta monótona. Por las tardes se visitaba la novia. Se iba a bailar solamente los sábados a la noche.

La tranquilidad sólo se alteraba con los vientos de agosto que por la tierra no se veía ni a un metro de distancia, o con los 47 grados en verano, y ni siquiera existía el acondicionador de aire, pero como dije al principio, éramos felices sin saberlo.

 

"Pica" Cáceres

En Santiago del Estero, los cuentos de Jaimito, conocidos en todo el país, se los adjudican a "Pica" Cáceres. Los cuentos de Pica (o sea Jaimito), son famosos en Santiago, pero pocos saben quién fue "Pica" Cáceres

"Pica" fue un hombre honesto, simple, de no muchas luces. Era hermano del gobernador Manuel Cáceres y manejaba un coche de plaza de su propiedad. Siempre estacionaba su coche frente a la Casa de Gobierno, que estaba donde ahora es el Centro Cultural del Bicentenario. Ahí levantaba pasajeros de la gobernación y de los Tribunales, que estaban donde hoy es la Municipalidad.

El gobernador se avergonzaba de su hermano y no quería que estacionara allí, pero "Pica" insistía porque ahí estaba el negocio. En esa época se viajaba a La Banda en tren, no estaba todavía el Puente Carretero.

Había unos abogados que salían de los Tribunales para ir a La Banda, tomaban el coche de "Pica" y cuando llegaban a la estación se bajaban corriendo y no le pagaban.

- ¡Mañana te pagamos, se nos va el tren!

Por supuesto no le pagaban nunca.

Un día, y este debe ser el único cuento auténtico de "Pica", salen los dos abogados de los tribunales, suben al coche y le dicen:

- ¡Pica, vamos rápido a la estación!

Pero "Pica" iba despacio, el caballo al paso corto.

 - ¡Pica, más rápido, se nos va el tren!

- ¿Cómo quieren ir, como coche o como tren?

- ¡Como tren, Pica!

- Bueno. ¡Boletos! ¡Boletos! ¡Pagando los boletos!

No sé si la historia será verídica, pero lo cierto es que "Pica" fue un personaje auténticamente santiagueño y muy querible, que debería formar parte de la historia de Santiago.  

Una anécdota muy corta

Esta pequeña anécdota me la contó mi amigo Arnaldo, famoso quiosquero de la peatonal Absalón rojas.

En Santiago, antes de los taxis, estaban los coches de plaza o mateos, como los llamaban en Buenos Aires.

Un día estaba en la plaza Libertad nada menos que don Nachi Gómez, gran folclorista y zapateador. Se disponía a irse a su casa, y en ese momento se acerca un cochero y le dice:

- ¿Lo llevo don Nachi?

- No, chango, voy a pie. No quiero tener la muerte de Gardel

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