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Hasta los mocasines negros del papa Francisco tienen su historia

Desde su primer saludo desde el balcón de la Basílica San Pedro, Francisco no solo usó sus zapatos negros, tampoco usó la muceta (capa roja) ni la cruz pectoral dorada, sino la suya de siempre, de hierro.

26/04/2025 06:00 Mundo
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Ponerse en los zapatos de alguien no es cosa fácil. Mucho menos si el "alguien" es el papa Francisco. Y de eso saben, y mucho, una dinastía de zapateros del porteñísimo barrio de Flores, a cuatro cuadras de la casa donde creció Jorge Mario Bergoglio, el argentino que llenó de lágrimas los ojos y el pecho de emociones a los argentinos cuando fue nombrado Sumo Pontífice de la Iglesia Católica el 13 de marzo de 2013.

Los Muglia, dueños de Muglia Mocasines desde 1945, en la calle Membrillar 25, conocían a la perfección los pies del sacerdote que siempre calzó sus mocasines canadienses, el único modelo que usó y les compraba regularmente.

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Y para quienes saben de sacerdocio, de prédica, de pobreza, de amor y compasión por sus hermanos y de entrega a Jesús, los pies cargan un fuerte significado: camino, esfuerzo, fortaleza, fe. Además, Bergoglio era jesuita.

El heredero

Juan José Muglia es el actual propietario del negocio familiar, a cargo del cual estuvieron su abuelo primero y luego su padre. Entrevistado por Clarín, Juan José relató: "Soy la tercera generación de los Muglia que ha tenido el privilegio de atender al Papa. Mi abuelo lo atendió, mi padre también. Ambos fallecieron ya. Y bueno, cuando empecé en 2014, él ya había sido nombrado Papa y estaba en Roma. Mi abuelo y mi padre le vendieron en su momento el color marrón, luego el negro, y yo también le vendí unos cuantos pares en 2014".

Cuando el entonces cardenal Bergoglio fue nombrado Papa, y tomó por nombre Francisco, rompió una larga tradición que había sido restaurada por su antecesor, Benedicto XVI: no usó los zapatos rojos, y mantuvo sus mocasines de siempre. Tampoco gustó de dejarse besar el anillo "Del Pescador", mucho menos lo hubiera hecho con los pies (parte de la tradición de los zapatos rojos).

Allí comenzó la fama de los mocasines y comenzaron a buscarlos sacerdotes, incluso cardenales: de la Basílica de Luján, Carlos Keen, algún sacerdote de Roma, e incluso quienes trabajan en la Basílica de San José de Flores, ubicada a pocas cuadras. Su valor actual es de $ 190.000.

"Acá en el barrio era muy conocido. En ocasiones vienen clientes que cuentan que han jugado al fútbol con él en la plazoleta Herminia Brumana, ubicada en Membrillar y Francisco Bilbao, a una cuadra de donde vivía. Son gente mayor, de más o menos unos 80 años, que me cuentan que compartían ese tiempo con él y también eligen comprar el mismo modelo de calzado que Bergoglio".

Para Muglia, haber heredado de sus mayores la atención a la más alta autoridad del catolicismo mundial lo ha vinculado con la más sencilla humildad "Bergogliana", si se permite el término. "Mi papá le ofrecía una amplia variedad de modelos, pero él siempre iba por el mismo par, sea en marrón o negro. Cada cierto tiempo los cambiaba tras su desgaste, pero siempre era fiel a un par de mocasines canadienses".

Muglia le enviaba los mocasines a través de conocidos que viajaban a Roma: "Este amigo viajaba al Vaticano. Iba a tener la oportunidad de verlo. Él es como una especie de ahijado, un íntimo amigo de él. Cualquier cosa que le enviaras desde su tierra natal no era complicado, tampoco pasaba por varias manos. Solo era ir, saludarlo, y entregarle el presente de forma directa. Había contacto directo, sin intermediarios. Por supuesto que es difícil llegar, pero te podés imaginar que si alguien lo visita, por más que sea algún familiar o conocido, lo revisan antes, ¿viste?", detalla.

Los últimos zapatos que le enviaron viajaron en 2020. Poco después, la deteriorada salud del Papa impidió que los pudiera seguir usando: "Supe que en Roma le habían hecho unos zapatos nuevos, pero él no se acostumbraba. Tras conocer la situación, hicimos la gestión de mandarle un par. Tiempo después me comunicaron que ya tenía problemas en los pies, sufría hinchazones, andaba en silla de ruedas y ya no era posible que le calcen. El Vaticano le recomendó otro zapatero allá".

Para Juan José fue un golpe duro la noticia de la muerte del Papa: "Nos sorprendió mal, no me lo esperaba. Somos muy devotos de la Basílica de San José de Flores. Mi hija fue bautizada ahí, las cenizas de mi padre yacen en el lugar. Nací y me crie en este barrio. Teníamos la esperanza de que él volviera al barrio. Creo que tenía ganas de hacer muchas cosas acá, en la Basílica y en el Bajo Flores. Una persona muy humilde".

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