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'Con el agua al cuello': nunca es tarde para ser buen padre

Por José Ángel Barrueco.  

© 2024 Ketchup Entertainment  facebook twitter-x

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11/09/2025 18:34 Opinión
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Comedia dramática al servicio del gran Michael Keaton

Seguramente unos cuantos lectores recordarán Mejor… imposible, la película de 1997 dirigida por James L. Brooks que protagonizaron Jack Nicholson y Helen Hunt, ambos recompensados con sendos Oscars por sus interpretaciones. Nos contaba la historia de un escritor obsesivo y maniático, maduro y solitario, que poco a poco conseguía cambiar sus hábitos y sus conductas mediante su relación con varias personas y un perro. El filme venía a decirnos que no siempre es tarde para cambiar y convertirse en una persona menos hostil con el entorno. 

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Hay cierto paralelismo entre aquel largometraje y el arranque de la comedia dramática estrenada unos días atrás en Movistar: Goodrich, título original de la que aquí se conoce como Con el agua al cuello. Estamos ante un personaje maduro que habrá de cambiar. La diferencia más notable es que, en vez de ser gruñón y neurótico, Andy Goodrich (Michael Keaton) es un galerista de arte obsesionado con el trabajo, de tal forma que nunca ha tenido tiempo para su familia y además se da un aire despistado: siempre parece ser el último del planeta en enterarse de cuanto sucede a su alrededor.

Dado que las malas noticias suelen llegar por vía telefónica, el filme comienza con una llamada en la noche: a Goodrich le despierta su mujer. Se ha ido para ingresar en una clínica de rehabilitación porque cree estar enganchada a las pastillas: para dormir, para relajarse, etcétera. Tardará 90 días en salir, por lo que Andy deberá hacerse cargo de todo lo relacionado con los hijos de ambos, dos gemelos de 9 años. La esposa añade que, cuando regrese, le abandonará. 

Por si esto no fuera suficiente, la galería de arte que regenta no atraviesa su mejor momento: si no se asegura a algún artista de peso, tendrá que cerrar. Cuando Goodrich pide ayuda y consejos a su hija treintañera, Grace (Mila Kunis), ésta le reprocha que, durante su infancia y juventud, apenas lo veía y no fue el padre que ella esperaba. Con todas estas catástrofes cerniéndose sobre él, Goodrich deberá arreglárselas para solucionar las cosas y comprender por fin que, en sus prioridades, la familia siempre debería estar en la cima.  

Mejorar como padre antes de convertirse en abuelo

El cinéfilo avezado intuirá que existe otro paralelismo entre Goodrich y una comedia que protagonizó Keaton en los inicios de su carrera: Mr. Mom (aka Las locas peripecias de un señor mamá), en la que daba vida a un padre que debe hacerse cargo de los hijos y las labores domésticas, mientras la madre va a trabajar a la oficina, y él convierte todo en un desastre porque no tiene ni idea de las dificultades que acarrea cambiar pañales, ir a la compra, pasar la aspiradora y lograr que los niños no destrocen la casa.

Pero, si aquella era una comedia disparatada, Con el agua al cuello combina la comedia ligera con un toque de drama. Andy Goodrich es como uno de esos personajes de los relatos de Raymond Carver a los que, de pronto, todo se les viene encima: facturas, problemas, rupturas… El protagonista, charlando con su hija mayor, embarazada de su primer hijo y a unas semanas de dar a luz, dice: "Si la vida no te lo pone difícil, no está haciendo su trabajo".

Lo ejemplar de Goodrich es que no se rinde. No se desespera. Y aprende poco a poco a pasar tiempo con sus hijos: hablando con Grace y encargándose de los pequeños sin cometer errores y ajustándose a sus necesidades, es decir, sacando huecos para repasar los deberes con ellos, aprenderse lo que les gusta comer y organizándoles fiestas cuando toca. 

Con el agua al cuello es, en suma, una película sobre la paternidad, sobre cómo adaptarse y hacerlo bien. Y llega en un momento en el que la representación de la paternidad correcta cotiza a la baja: son tantas las series y las novelas y las películas en las que el padre es el villano que uno ya pierde la cuenta. Aquí nos cuentan que un hombre, aunque no actuara antaño como debía, siempre puede cambiar. Lo más curioso de la propuesta, de esta especie de inesperada loa al padre, es que la película la ha dirigido una mujer: Hallie Meyers-Shyer, quien escribió expresamente el guión para que lo aceptara Keaton. 

Si indagamos un poco en la biografía de Hallie, comprobaremos que es hija de dos populares cineastas, muy duchos en la comedia familiar: Charles Shyer (que dirigió Baby Boom, y, entre otras, los remakes de Alfie y El padre de la novia) y Nancy Meyers (directora de En qué piensan las mujeres, Cuando menos te lo esperas y The Holiday, entre otras). Como dice el refranero popular: de tal palo, tal astilla.

En cuanto a Michael Keaton, él siempre eleva las películas en las que participa. Es el centro y el motor del filme, y la cantidad de matices que aporta nos vuelven a confirmar que estamos ante un actor infravalorado. Basta con ver el plano en el que dice: "Sabes que eres mi alma gemela, ¿verdad?". 

Por José Ángel Barrueco para Aleteia.  

 

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