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La fascinación del mal True crime (crimen real)

Por Lic. Juan Alejandro Barraza (Sociólogo)

15/09/2025 13:42 Opinión
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A lo largo de la historia de la humanidad, la fascinación del mal ha sido un tema recurrente, incorporado en literatura, arte, cine, y en la cultura popular en general. Este interés sombrío y tétrico por aspectos de la naturaleza humana invita a reflexionar sobre los límites entre el bien y el mal, así como sobre las motivaciones detrás de comportamientos considerados perversos por el pánico y miedo que genera. La atracción por el mal puede ser vista como fenómeno psicológico, social y cultural que revela mucho sobre nuestra propia esencia.

Desde hace millones de años, el miedo fue y sigue siendo una característica innata del ser humano. Hoy, sin darnos cuenta, este se manifiesta de forma espontánea, aunque los monstruos no existen, se nos presenta ante nuestra imaginación despertando el mecanismo de supervivencia que nunca ha dejado de acompañarnos; el miedo ante aquello que pueda destruirnos. Tal es el poder de su fascinación perenne: porque activa la emoción del miedo en un contexto de seguridad, lo que nos emociona de forma placentera. Así pues, los monstruos como los demonios, las brujas, hombres lobo o vampiros, todos nos dan miedo porque su aspecto amenazante, bestial o demoniaco fueron la clave que activó durante una eternidad nuestro miedo más intenso. Y con ello, nuestra capacidad para luchar y escapar. De modo inverso, por ejemplo, la razón por la que no tengamos fobia generalizada al automóvil, a pesar de que matan mucho más que las arañas y las serpientes, es porque existe tan solo hace 100 años, que en términos evolutivos es solo un parpadeo.

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De modo que apelar al miedo frente a la maldad = crimen, fue un instrumento clave en nuestra supervivencia. Plantea Garrido (2021), ¿Qué es lo que amenaza nuestra convivencia?, lo que más amenaza es el crimen, desde una pequeña mentira piadosa hasta el acto más espeluznante. Este mal es el atentado más flagrante, más ofensivo contra ese estado de cosas con que uno confía para ser feliz. La cuestión es palear el crimen con compromisos morales y éticos apoyados en la presencia de un estado envestido con autoridad para con los ciudadanos y su poder para castigar este fenómeno. Pero, aun así, aunque se castigue este hecho, no deja de ser cierto que el delito sea cometido, por ejemplo, se puede castigar al asesino de tu hermano, pero tu hermano ya ha muerto. En definitiva, la maldad se representa en forma de monstruo, porque los monstruos reflejan disposiciones psicológicas innatas que fueron útiles para preservar la supervivencia de nuestro pasado evolutivo a lo largo de millones de años.  

Evidentemente, el crimen es aquello que tiene la capacidad para corroer, corromper nuestra existencia. Entonces ¿Cómo es posible que no te interese el true crime? porque se va la vida con ello, se va la felicidad. Nos fascina el mal, porque el mal entendido de esta manera, es la mayor amenaza que tenemos que enfrentar, entendido el mal en mayúscula, como aquel que roba hasta los grandes crimines aberrantes contra la humanidad, el holocausto Nazi, o los desaparecidos en Argentina en la última dictadura militar del 76. Pero también el crimen como nimiedad; el amigo o compañero que traiciona tu confianza; el que finge que te ama con la mala intención de llenar sus bolsillos; el novio o cónyuge infiel que nos puede generar mucho daño y dejarnos afectados psíquica y moralmente. Por lo tanto, la maldad se presenta como multifacética. 

No hay nada más humano que interesarnos por un asesinato. Entonces, como no nos va a fascinar el mal o el crimen. Naturalmente nos fascina, si por morbo se entiende una curiosidad por averiguar las circunstancias y características en las que se produce el mal, este adjetivo no es aceptable si tienes esa connotación peyorativa que usualmente tiene. Pero, según Garrido, si redefinimos y entendemos por morbo, una tendencia innata, natural por acercarnos a lo morboso en la sociedad, entendiendo por morboso aquello que puede generar o puede ser causa de patologías sociales como la violencia que afectan nuestra convivencia, entonces si es morboso. Sin embargo, el peligro de la fascinación por el mal puede llevar a una desensibilización hacia la violencia y la moralidad. La normalización de la violencia en los medios puede influir en cómo percibimos y reaccionamos ante actos de maldad en la vida real. 

Nuestra cultura, ha reinventado el concepto del mal romantizándolo en diversas formas. El cine ha sabido capturar esta fascinación, con personajes como Batman, Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, Depredador, Aliens, asesinos en serie (Dexter), películas de crimines, de Gansters o los villanos de Disney, y tantos otros personajes que, a pesar de sus actos atroces, han conseguido resonar en el público. A través de estas representación, se establece un diálogo sobre la naturaleza del mal y sobre cómo las acciones negativas pueden estar motivadas por traumas, injusticias e incluso por la búsqueda de poder y control.

Particularmente, la maldad puede ser calibrada para su evaluación de manera paradigmática. Según las investigaciones científicas sobre las valoraciones del mal realizadas por el Dr. Michael Stone psiquiatra forense, presenta 22 niveles en la escala del mal, comenzando por la maldad más elemental hasta los crímenes más espeluznantes. Sin embargo Matus (2025), en el estudio de la conducta desviada y perfiles criminales de los asesinos en serie presentados en su Canal del Crimen (You tube), rescata del planteo de Stone, solo 10 niveles para evaluar el grado maldad de una persona, los cuales son minuciosamente analizados mediante un ejercicio aritmético sobre los crímenes perpetrados por los diferentes tipos de criminales, basados en los siguientes factores: sadismo, premeditación, cantidad de víctimas, tiempo de actividad y manipulación. Estos niveles comienzan desde el nivel 1: maldad reactiva (0% - 10% de maldad), hasta el nivel 10 maldad absoluta (91% - 100% de maldad). No obstante, estas mediciones presentadas por ambas tesis pueden ser aplicadas subjetivamente a cualquier tipo de mal, desde la maldad más simple como una mentira o traición, hasta el delito más aberrante.

A pesar de los riesgos, el fenómeno de fascinación del mal nos ofrece una oportunidad única para comprendernos a nosotros mismos y a la sociedad en la que vivimos. Reflexionar sobre las motivaciones detrás del mal que nos invita a discernir con mayor empatía y conciencia de las luchas éticas que enfrentamos. En una sociedad compleja, donde los límites de lo moral a menudo son cuestionados, explorar el mal puede cocrear un espacio para el diálogo sobre cómo, a través del entendimiento, podemos aspirar a un mundo más justo. También nos invita a repensar sobre la condición humana, a través de la literatura, la psicología y la cultura popular, la atracción hacia lo oscuro revela nuestras luchas internas y el deseo de comprender lo incomprensible. 

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