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EL LIBERAL . La Banda

Un biólogo radicado en La Banda comprobó la presencia de carpinchos y nutrias en Santiago

Ajustándose a ultranza al método científico para temas naturales, además del carpincho, del que estableció cómo llegó a Santiago, el biólogo estudia lo mismo de la nutria y de qué viven ambas especies, dada la escasa vegetación de la zona. Además, descubrió árboles oriundos de otras provincias más al norte.

ESCURRIDIZO Carpincho nadando en el río Salado Apenas se le ve parte de la cabeza y el lomo

ESCURRIDIZO. Carpincho nadando en el río Salado. Apenas se le ve parte de la cabeza y el lomo.

16/09/2025 10:00 La Banda
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Un biólogo radicado en La Banda comprobó la presencia de carpinchos y nutrias en Santiago Un biólogo radicado en La Banda comprobó la presencia de carpinchos y nutrias en Santiago

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Ricardo Bareiro no es una persona que necesite muchas preguntas. Es más, casi ni las espera podría decirse. Apenas escucha la primera, como haciendo un esfuerzo, ya que sabe holgadamente lo que se le va a pedir, empieza su relato. Algo así: "¿Por qué estudio estos bichos? Entre mis aficiones está la de navegar en piragua: he navegado por muchos ríos del Uruguay los ríos de Formosa; (también) los ríos del sur. Aparte, como biólogo, me gusta estar en contacto con la naturaleza".

"En uno de esos viajes, encontré a la altura de Silípica lo que me parecía eran huellas de carpincho, pero como había llovido y estaba pisoteado por las cabras medio no le presté atención, ya que a mí mismo me parecía que eran de carpincho, pero por los conocimientos de fauna, el carpincho no es originario, no debería estar acá en Santiago del Estero".

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Desde entonces, fueron sucediéndose los hechos que derivaron en una ambiciosa investigación del biólogo formoseño radicado en La Banda, cuyos resultados, ya determinaron la presencia de esta especie exótica (no nativa de Santiago) en territorio de esta provincia. Ahora resta completar el trabajo para que se incluya esta realidad en los libros de biología y se incorpore este conocimiento a los programas de estudio educativos y al saber científico en general.

Cómo nace una investigación

La duda surgió un día cualquiera, inesperado, en algún lugar: "Bueno, en otros viajes (yo hacía los viajes los fines de semana desde el sábado hasta el domingo a la tarde navegando por distintos tramos del río) vuelvo a encontrar más adelante otra huella, ya con la bosta del carpincho y me convencí y dije '¿esto qué diablos hace acá?'".

Y eso lleva a la indagación: "Empecé a dialogar con la gente, con personal de conservación de fauna, que están en contacto con los pescadores, habitantes de la orilla del río: hablaba con la gente, sobre todo pescadores; me decían que no. Después encontré más. Empecé a hacer la búsqueda bibliográfica. Primero no había mención para Santiago del Estero del carpincho".

Las fuentes empiezan a ampliarse: "Entré en contacto con especialistas de carpinchos que hay varios y todos me decían 'no tendría que haber'. Pensé en un escape, accidentalmente alguien trajo algunos carpinchos como mascota, que suele suceder, así empezaron a aparecer yacarés en el parque Aguirre. Eso fue en el Dulce; después empecé a navegar por el río Salado y también encontré". La zona también se amplió.

La Argentina tiene un registro de especies, con todo lo que se sabe de ellos. Pero de vez en cuando hay que actualizarlo: "Ahí converso con gente de la Dirección de Fauna de Buenos Aires y les expliqué todo esto. Tienen un sitio que se llama SAREM (Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos) y ahí no figuraba; ellos después me llaman, me consultan y me dicen que si eso es cierto sería importante que esto figure en los registros de todos los mamíferos de la Argentina. Le dije que sí, que estaba convencido de eso como observador. Eso fue alrededor de 2017 o 2018".

¿En qué momento de su vida lo sorprenden estos hallazgos al biólogo? Presten atención: "Como yo ya me jubilé (tengo 71 años), decidí quedarme, radicarme en Santiago. Conseguí una casita en La Banda. Ya jubilado, digo 'bueno, hora de retomar mi idea de hacer un doctorado'. Por supuesto que el doctorado, ya no me sirve absolutamente para nada, ¿ocuparlo en qué? Lo que sí, no voy a dejar de trabajar en lo mío, hasta que la muerte nos separe, voy a seguir trabajando en investigación".

"De verdad, paisano, me gusta el aire de acá", se confesó el biólogo sobre Santiago y La Banda

El biólogo Ricardo Bareiro es formoseño, pero tras un trabajo que realizó hace dos décadas, se radicó en la ciudad de La Banda, donde se jubiló y desde entonces se dedicó a disfrutar de su tiempo libre y cada vez que puede, de su familia.

"En el 2005 vine a Santiago por un proyecto muy grande de uno de los apéndices de Naciones Unidas, que es el Fondo Mundial para el Medio Ambiente. Me presenté para un concurso, lo gané y una de las exigencias era que me tenía que radicar en Santiago del Estero, donde se inauguraba la oficina técnica de este manejo. Este proyecto tripartito, involucraba tres países; Paraguay, Bolivia y Argentina. Era un estudio sobre bosques y sus habitantes de todo el Chaco Sudamericano. Me vine acá con un contrato por 10 meses y todavía no he vuelto", comenta y se ríe, como quien hizo una travesura. Pero de inmediato aclara que fue una decisión de vida: "De verdad, paisano, me gusta el aire de acá, como decía Argentino Luna", el gran compositor, poeta y cantor sureño.

"Trabajé durante, creo que fueron seis años, con ese proyecto. Luego me llamó para que colaborara el doctor Publio Araujo, entonces director de Bosques (del Gobierno de la Provincia), una de las grandes personas, de los grandes investigadores comprometidos con la conservación del ambiente, de los bosques y la fauna, que fue durante varios años director del área. Me nombró coordinador de la implementación del proyecto de Bosques Nativos, de la Ley 26.331, para su conservación, en cuyo marco se hizo el ordenamiento forestal y se marcaron las tres zonas (de interés). Luego me jubilé en el año 21 y siempre quise seguir la carrera del doctorado, ya que por distintas razones, desde que me recibí, trabajé en distintas provincias siguiendo mi profesión y ya estoy jubilado, entonces resultó reiniciar el estudio", resumió Bareiro, a modo de "pequeña introducción" o presentación profesional.

La aventura de remar el Dulce y el Salado cuatro veces cada uno

Una vez instalada la incógnita surgida de la observación (casual, la primera; las demás, no), el espíritu investigador de Ricardo Bareiro se activó solo y el profesional ya sabía el camino que tenía que emprender.

"Ahí hablo con Ricardo Torres (investigador y docente de la UNC), para que sea mi director de tesis doctoral, porque no hay muchos especialistas en mamíferos, y la Universidad Nacional de Córdoba es donde estudié y me recibí y a él le pareció fantástica la idea", relató.

Entonces "empecé mi trabajo, en sí, de roedores tanto el carpincho como la nutria. Uno es un ratón de hábito acuático. Lo que tengo que hacer es el registro de estos mamíferos acuáticos en ambos ríos: desde que entra El Salado (en territorio santiagueño) desde Salta hasta su desembocadura en el límite con Santa Fe, allá por Puente del Inca, a la altura de Selva. Y el Dulce, desde Las Termas de Río Hondo hasta los bañados del río Dulce (en los límites con Córdoba). El río Dulce es un sistema endorreico, porque muere dentro del continente, no desemboca en el mar y, como se sabe, está en contacto con la Mar Chiquita, que hoy es Parque Nacional".

Un "poco" más de dificultad

Pero, Bareiro no parece ser el único entusiasta de la investigación. A Torres "le parece interesante. Diseño la idea: empezar por el Dulce, y me dice: 'Ricardo ¿y si le agregamos un poco más dificultad?'. Yo tengo disposición completa, como ya estaba por jubilarme (por entonces); incluyo el Salado. 'Bueno -me dice-, pero además del carpincho, vamos a incorporar la nutria; es un poco más de esfuerzo de tiempo'. Después me dice: 'Estamos eligiendo un programa de investigación que requiere que se haga cuatro veces en el mismo lugar, en el mismo sitio de muestreo, porque estadísticamente ese es el trabajo que hay que hacer. O sea que el estudio abarca ambos ríos, todo el territorio provincial, recorrerlo cuatro veces (cada río)". 

Total que la cuenta queda casi como viajar 6 veces a Buenos Aires. Bueno, cinco y media: "Pero bien, no se puede hacer de ninguna manera que no sea navegando, porque generalmente no hay acceso a la mayor parte de estos ríos: el Salado, sobre todo en el norte y en el centro, en esta zona que más o menos conocemos, no se puede acceder al río, la única forma de hacerlo es en piragua. Entonces, así es que estoy haciendo el relevamiento en ambos ríos. Recorrer cada río por agua sumaría en total unos 5700 km de largo", una distancia como "desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego". "Lo que implica que me paso navegando 6 meses en los ríos", describe sin ningún tipo de énfasis el biólogo jubilado.

Trascendencia

Acerca del valor del trabajo que realiza Bareiro, él mismo expone el resultado de una investigación de tal envergadura, la cual supone un importante gasto de dinero, recursos, energía, debido al tremendo esfuerzo físico que demanda y de tiempo también, punto éste último que en su caso no aplica, porque lo disfruta, así que para él no es un costo.

"A todos con quienes he conversado les parece muy importante la contribución al conocimiento de la fauna de Santiago del Estero. Por supuesto que es un trabajo de investigación que no va a beneficiar (monetariamente) en lo particular a nadie, simplemente es hacer el trabajo estadístico y certificar la presencia de estos mamíferos en los ríos, pero para la ciencia, para la investigación, es muy valioso", acota.

¿Qué comen estos animales tan grandes si la costa está pelada casi de vegetación?

Puesto a remar, con sus 71 años, las costas empezaron a desfilar ante su mirada experta. Y pronto lo asaltaron nuevas incógnitas.

"Como si esto fuera poco y como yo ya había navegado toda la costa del Salado desde el norte más allá de Santo Domingo para abajo, yo pensaba: los carpinchos son un animal grande, 70, 80 kg en edad adulta; requieren mucha comida y del monte la mayor parte del Salado como del Dulce no hay comida. Ya de por sí, la comida queda para el ganado doméstico, para el ganado vacuno, caballar, las mulas. Entonces, ¿de qué se alimentan estos bichos?".

Así nacen las investigaciones y se amplían también: de la simple pero aguda observación reflexiva. 

Más mucha experiencia, por supuesto. Ahí empiezan a atarse cabos: "Me llamó la atención. Son 8 meses de sequía, 6 a 8 meses todos los años; sólo hay agua en superficie en los bañados en algunos sectores".

Nace un nuevo ítem y otro más

"Entonces, le incorporé a mi estudio, como si todo esto fuera poco, el estudio de la vegetación: medir y contar especie por especie: árboles, arbustos y hierbas; y a su vez, me incorporé otro, que en la idea original no estaba: tratar de reconstruir cuál fue la forma, desde cuándo está la presencia del carpincho en Santiago del Estero".

Así llegó a la conclusión de que los carpinchos entraron a territorio santiagueño por el sur y el sudeste, remontando ambos ríos en sentido a sus nacientes.

Pioneros del 85

Por entonces, recurrir a fuentes locales fue su mejor opción: "Yo hago encuestas con los pobladores, sobre todo los ribereños, antes no lo conocían. A mediados del 85, las primeras personas que relataron las primeras presencias, que vieron carpinchos en el río Salado. Y supongo que del río Salado pasó al Dulce y del Dulce luego pasó a Mar Chiquita. Y del año pasado, que también son tesistas de Ricardo Torres, en la costa de Mar Chiquita, por lo menos en el límite con el bañado La Estrella" hay otros biólogos con investigaciones similares.

"Eso estoy haciendo", termina su relato, Bareiro, hilvanado de prácticamente una sola pregunta al principio. "¿Cómo empezó todo esto, profesor?".

La pandemia lo detuvo casi dos años, pero apenas pudo no paró de navegar

Además de la pandemia de Covid, que cambió la historia de la humanidad, el tesista Ricardo Bareiro tuvo que adecuarse a nuevas disposiciones para encarar su trabajo soñado.

Así explicó los contratiempos: "Este trabajo empezó en el 2019. Me inscribí en la Facultad, pero en el 2019 vino una revisión de los contenidos de la currícula de la carrera de doctorado para toda la universidad argentina. A pesar de que ya me había inscrito, en 2019 la Comisión Nacional de Universidades, la Conau, me hizo algunas observaciones, y me dieron las pautas que tenía que adoptar para respetar el nuevo reglamento. Santiago cumplió y a fines de 2019 fue la última revisión. A todo esto, se suspendieron los inscriptos que no tuvieran en ejecución los doctorados".

Entonces se produjo el otro gran inconveniente: "En 2019 empecé con los primeros viajes, llegó el 2020, se suspendió por la pandemia. Todavía el 2021 la Policía no me dejaba navegar, porque todavía estaba vigente el decreto provincial que prohibía la navegación por el tema de la pandemia. Para el 2020 la Conae también se ve afectada hasta fines de ese año. Y en el 21, me invitan a que me escriba de nuevo, y complete entonces mi doctorado".

Finalmente, pudo retomar su trabajo: "Daría inicio oficialmente a partir del año 2022, pero en realidad lo empecé en el 19, realizados tres viajes: dos los hice en el 2019 y el resto en 2022. Tuve que defender mi tesis del Comité de Doctorado, con cinco miembros de la Universidad. No me objetaron nada, pero que era un esfuerzo muy grande, dijeron que por qué no lo acotaba a solo un río, fueron algunas observaciones; y 'por qué no dejas vegetación de lado si sos biólogo'. De la parte de biología, vendí eso: la vegetación solo del Salado y no la del Dulce, dije, así que ahora tengo pendiente la última recorrida a ambos ríos que son 6 meses, me lleva mes y medio más o menos completar el recorrido por cada río. Normalmente navego entre 7 y 10 días, paro en alguna casa que ya tengo registrada, y dejo mis cosas ahí". 

Una vez cumplido su itinerario, ya puede volver a su hogar: "Y vengo a mi casa, en La Banda después de estar 10 días acampando, cocinando y todo lo demás. De vez en cuando es lindo y agradable ducharse, cocinar y comer en la cocina, dormir en una cama y cagar en un inodoro y no en las espinas".

Tras el último viaje, casi no la cuenta

Luego de la entrevista que se refleja en estas notas, Ricardo Bareiro hizo un viaje más por el río Dulce, pero no lo pudo completar. El bajo nivel del agua lo obligó a ralentizar su avance. Tuvo que arrastrar su piragua con todo su equipo por bancos de arena, con todo el esfuerzo que ello significa, más para un hombre de 71 años. En vez de 10 días, recorrió su curso un mes y medio.

Tal esfuerzo, no solo lo demoró, sino también lo desgastó físicamente, y al regreso de esa expedición su cuerpo le impuso una severa pausa.

Luego de los estudios de rigor, Bareiro viajó a Formosa y ya de regreso a La Banda, esperó largos meses para recuperarse y volver a navegar.

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