El valor de la palabra y el compromiso: homenaje a El Liberal

Desde hace varios días vengo pensando en el aniversario del diario El Liberal. Toda mi vida, y buena parte de mi actividad pública, estuvieron atravesadas por su presencia, su mirada y su influencia.

Desde mis años en el centro de estudiantes de la Escuela Normal y luego en la Universidad Católica de Santiago del Estero, hasta mis pasos por el Colegio de Abogados, y más tarde en mis primeros desafíos políticos —la candidatura a intendente en 2003 y luego, en 2005, mi incorporación al proyecto del Frente Cívico como diputado provincial—, El Liberal siempre fue testigo, y muchas veces protagonista, de los grandes debates de nuestra vida pública.

Pero quiero detenerme en un momento posterior de esa relación con el decano del Norte.

El destino quiso que en el año 2009 asumiera como Defensor del Pueblo de la Provincia. Poco después, se profundizó una de las crisis ambientales más graves de nuestra región: la provocada por el permanente descuido en el control y la gestión de los residuos industriales provenientes de los ingenios azucareros de Tucumán, que afectaban al embalse de Termas de Río Hondo.

A partir de los vuelcos detectados desde mayo de 2010 en adelante, la situación se tornó crítica. El conflicto con el gobierno de Tucumán y su poderosa industria azucarera se volvía cada vez más tenso. Hacia fines de ese año ya habíamos presentado una demanda ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, lo que llevó al propio gobierno nacional a intervenir y convocar a las partes para alcanzar un acuerdo. Ese acuerdo, finalmente firmado el último día de 2010, fue uno de los mayores desafíos jurídicos, técnicos y logísticos que se hayan enfrentado en el país en materia ambiental.

¿Por qué, entonces, recordar esto hoy, en el aniversario de El Liberal?

Porque aquella lucha —que permitió rescatar las aguas del embalse de Termas de Río Hondo y sentar las bases de su posterior desarrollo turístico— no hubiera sido posible sin la conjunción de esfuerzos institucionales, políticos y sociales. La Defensoría del Pueblo, el Gobierno de la Provincia y la sociedad santiagueña trabajaron en cohesión, con un nivel de compromiso ciudadano que aún hoy emociona.

Y en ese entramado, la prensa santiagueña —con El Liberal a la cabeza— tuvo un papel central.

La cobertura del diario no fue meramente informativa: fue educativa, comprometida y sostenida. Con una línea editorial clara y una firme vocación de servicio público, El Liberal contribuyó a que la sociedad comprendiera la dimensión del problema, sus causas y sus posibles soluciones. Junto a otros medios locales, instaló el tema del embalse como una cuestión prioritaria, con titulares en primera plana y un seguimiento cotidiano que sostuvo el interés público el tiempo suficiente para torcer el rumbo que amenazaba con llevarnos al colapso ambiental.

Recuerdo muchas entrevistas y notas en las que me tocó explicar —de la manera más sencilla posible— algo que para la mayoría era desconocido: que de la destilación de la caña de azúcar surge el biocombustible, y que por cada litro de biocombustible se generan trece litros de vinaza, un residuo con altísima carga orgánica. Esa vinaza, rica en fósforo, nitrógeno y potasio, altera profundamente la flora acuática, estimula la proliferación de algas, consume el oxígeno del agua y provoca la muerte masiva de peces.

Gracias a la labor periodística de la prensa santiagueña, y de El Liberal en especial, esa explicación técnica —que parecía reservada a especialistas— se transformó en conocimiento popular. El pueblo santiagueño entendió qué estaba ocurriendo, quiénes eran los responsables y qué estaba en juego. Esa conciencia colectiva fue decisiva para sostener la presión social y política que permitió revertir el curso de los acontecimientos.

La cobertura del diario trascendió las fronteras provinciales. Varios medios nacionales —Clarín, La Nación, Página/12, Infobae, La Voz del Interior y La Gaceta de Tucumán, entre otros— replicaron las notas publicadas en Santiago del Estero y citaron expresamente el trabajo de El Liberal como fuente principal de información. La cuestión ambiental del embalse se convirtió, así, en un tema de interés nacional, y por un tiempo, el país entero habló de lo que ocurría en nuestras aguas.

No fue casual. El Liberal, fundado en 1898, siempre se destacó por su compromiso con las causas públicas de la provincia. En su historia, acompañó los grandes momentos cívicos, culturales y sociales de Santiago del Estero, manteniendo una identidad de prensa independiente, abierta al debate y profundamente arraigada en la realidad local. En ese sentido, su rol durante la crisis ambiental del embalse fue coherente con su trayectoria: la de un diario que no se limita a registrar los hechos, sino que los interpela y los ayuda a transformarse.

Mirando hacia atrás, pienso que aquel episodio fue una síntesis del valor que puede tener la palabra cuando se ejerce con responsabilidad. Las decisiones judiciales, las medidas técnicas y los acuerdos políticos fueron indispensables, sí, pero sin la palabra pública —la palabra de la prensa, sostenida en la verdad y el compromiso—, difícilmente el pueblo hubiera entendido la magnitud del problema ni sentido que esa lucha también le pertenecía.

Por eso, en este aniversario, siento la necesidad de rendir homenaje al diario El Liberal.

Porque no sólo fue testigo de una historia que nos marcó como provincia, sino también protagonista de una gesta colectiva en defensa de nuestro ambiente y de nuestro futuro.

Y porque, como en tantas otras ocasiones de la vida pública santiagueña, supo estar del lado de la conciencia, del conocimiento y del coraje.