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El deporte argentino y las sanciones políticas de 1955: la herida que aún no cierra

Por Dr. Carlos I. Scaglione - Docente de la UNSE

12/12/2025 13:08 Opinión
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Han pasado más de setenta años desde aquel septiembre de 1955 en que la autodenominada Revolución Libertadora, con la complicidad de dirigentes deportivos y periodistas que luego se reciclaron con habilidad, instaló un proceso represivo sobre el deporte argentino. En noviembre de ese mismo año se creó la Comisión de Investigación de Irregularidades Deportivas, conocida como Comisión 49, organismo que marcó uno de los episodios más oscuros en la relación entre política y deporte en nuestro país.

Una cacería disfrazada de moralización, bajo el pretexto de defender el amateurismo y combatir supuestas "irregularidades", la Comisión 49 llevó adelante una verdadera cacería de deportistas, afectando de manera irreversible al deporte de alto rendimiento construido durante la década peronista.

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Más de 500 deportistas argentinos fueron suspendidos, entre ellos campeones Sudamericanos, Panamericanos y Olímpicos. Las persecuciones se extendieron durante años, en muchos casos con argumentos arbitrarios, absurdos y claramente políticos.

La ofensiva también paralizó los Programas Sociales Deportivos orientados a la niñez y la juventud, anulando una política que había ampliado el acceso al deporte en todos los sectores sociales.

Efectos que aún persisten

Las sanciones y el desmantelamiento de la estructura deportiva generaron consecuencias que todavía se sienten:

El deporte nunca volvió a ocupar un lugar estratégico en el Presupuesto Nacional. La infraestructura, el desarrollo y el apoyo al alto rendimiento quedaron relegados desde entonces.

Los deportistas y técnicos dejaron de transitar el campo popular, adoptando posiciones neutras y despolitizadas. Si bien esa actitud resultó comprensible en tiempos de dictadura, con el tiempo consolidó una visión individualista y alejada del debate público.

Esta masacre deportiva, nunca suficientemente difundida, destruyó la élite competitiva nacional, impidió que nuevas generaciones accedieran al deporte, y disciplinó a los futuros representantes internacionales, volviéndolos más cautelosos y especulativos.

A más de siete décadas, los efectos de aquellas decisiones siguen presentes.

El deporte como patrimonio del pueblo, el deporte no es —ni nunca fue— la simple reacción hormonal de jóvenes ociosos. No puede administrarse con migajas, como aún piensan algunos dirigentes. El deporte pertenece al campo popular, origen y razón de su existencia desde la antigüedad.

Ninguna reparación será posible mientras persistan el olvido o la indiferencia.

La Comisión 49 y sus víctimas, sancionó a algunos de los más grandes deportistas de la historia argentina. Entre ellos:

Delfo Cabrera, campeón olímpico.

Osvaldo Suárez, múltiple campeón en atletismo.

Walter Lemos, fondista destacado.

Eduardo Guerrero, campeón olímpico en remo.

Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón mundial de Fórmula 1.

Mary Terán de Weiss, figura pionera del tenis argentino.

José María Gatica, ícono del boxeo nacional.

Jorge Canavesi, entrenador principal de la Selección Argentina de básquet.

El básquetbol fue particularmente golpeado: más de 35 jugadores, incluidos los campeones del Mundial de 1950, fueron castigados y separados de la actividad.

Las sanciones respondieron directamente al proceso de desperonización, buscando borrar toda huella del gobierno de Juan Domingo Perón dentro del deporte.

Reflexión final: reconstruir el deporte desde el presente

Si las heridas del pasado todavía nos acompañan, es porque el deporte argentino aún no ha recuperado plenamente su sentido social, formativo y estratégico. La experiencia de 1955 debe servirnos no solo como un recordatorio histórico, sino también como un llamado a la acción.

Hoy, más que nunca, es necesario reconstruir un sistema deportivo que vuelva a estar al servicio del pueblo, que alcance cada barrio, cada escuela, cada comunidad rural y urbana. Ninguna nación progresa sin una base deportiva fuerte, inclusiva y accesible. Para ello se requiere inversión sostenida, políticas públicas claras y una visión que jerarquice al deporte como herramienta de salud, integración y movilidad social.

Asimismo, debemos acompañar con decisión a los deportistas de alto rendimiento, que representan al país con esfuerzo y sacrificio. Su desarrollo no puede depender de apoyos aislados o voluntades individuales. Formar un atleta internacional demanda planificación, ciencia, estructura y un Estado que esté presente en cada etapa.

El mensajees claro, él deporte debe ser una política de Estado, no un residuo presupuestario.?Solo así lograremos una participación masiva real y un alto rendimiento que refleje el verdadero potencial de nuestras juventudes.

Superar el daño provocado por la Comisión 49 no será posible con indiferencia. Será posible con memoria, inversión, planificación y la convicción profunda de que el deporte pertenece a todos. Porque su fuerza transformadora —humana, social y cultural— es demasiado grande como para dejarla librada al olvido.

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