En una provincia donde los secretos pesan y las apariencias mandan, Luciana creció entre silencios, miedos y verdades ocultas. A los 27 años, reconstruye la vida de Melina, su papá, una mujer trans que pasó décadas escondiendo quién era para sobrevivir.
"Mi papá era una mujer trans": la historia de una identidad silenciada y una hija que hoy busca reparación "Mi papá era una mujer trans": la historia de una identidad silenciada y una hija que hoy busca reparación
En Santiago del Estero, donde todos se conocen y los rumores corren rápido, Luciana aprendió desde muy chica que había cosas que no se decían. En su casa, el silencio era una forma de protección, pero también de dolor. La identidad, más que una vivencia personal, se convertía en un territorio prohibido.
Desde niña percibió que algo no cerraba. Su papá no era como los demás: había gestos, rutinas y objetos que rompían con lo que socialmente se esperaba de él. Todo se vivía puertas adentro, entre ropa escondida, bolsos preparados y miradas esquivas.
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Hoy, Luciana puede poner en palabras aquello que durante años fue intuición. Habla de Melina, su papá: una mujer trans que vivió gran parte de su vida ocultando su identidad. Esta es la historia de una hija atravesada por el secreto y de una búsqueda de justicia emocional que llegó demasiado tarde.
Infancia: señales que nadie explicaba
Luciana tenía entre cinco y siete años cuando empezó a notar que algo faltaba en la casa. Curiosa y observadora, revisaba cajones y placares. "Veía que casi no había ropa de hombre y me preguntaba dónde estaba", recordó.
Cada pregunta encontraba una respuesta improvisada: que antes los hombres usaban el pelo largo, que no pasaba nada, que no preguntara tanto. Pero la intuición infantil seguía insistiendo.
Durante la semana vivía con su mamá y los fines de semana con su papá. De noche, Melina esperaba que Luciana se durmiera para cambiarse y salir. Luciana fingía dormir. "Tenía un ojo cerrado y el otro abierto. La veía arreglarse, guardar ropa en un bolso y salir", contó. A la mañana siguiente, todo volvía a la normalidad.

Un mandato familiar que aplastaba identidades
El peso de la familia era determinante. Un abuelo autoritario imponía una idea rígida de masculinidad. "Había mucho machismo. Mi papá tenía que demostrar que era varón, que tenía mujer, que cumplía", explicó Luciana en una entrevista con el portal TN.
La abuela acompañaba en silencio. En ese hogar, la apariencia valía más que la verdad. Con el tiempo, el secreto empezó a circular y Luciana lo pagó en la escuela y en la calle. "Primero eran comentarios, después insultos. Todos sabían de qué hablaban".
Salir juntas se volvió difícil. Melina se escondía si veía a alguien conocido. Luciana bajaba la mirada. Ambas vivían con miedo: una por no dañar a su hija, la otra por verla sufrir.
Los 15 años: un pedido que dejó una marca
En 2012 llegó la fiesta de 15. Luciana quería encajar, tener una familia "normal". Por eso le pidió a su papá que "se vistiera bien" para la entrada. Melina entendió: debía ocultar quién era.
Hay un detalle imborrable. "Mi papá siempre cuidaba sus manos, las uñas largas y prolijas. Pero se las cortó. Renunció a eso por mí", recordó. Ese gesto quedó grabado como una herida silenciosa.

Una doble vida sostenida en la noche
Melina era peluquera y amaba su oficio. Le arreglaba el pelo a Luciana para los cumpleaños. Pero no alcanzaba para vivir. Como tantas mujeres trans, trabajaba de noche. Luciana siempre lo supo, aunque nadie se lo dijera.
"Cuando yo me dormía, ella salía. Siempre intentó protegerme", afirmó. Durante 14 años, Melina tuvo una pareja estable. A Luciana le dijeron que era un amigo. Ella sospechaba. Con el tiempo lo confirmó. "Me mentían para cuidarme", dice hoy, sin rencor.
La enfermedad: otro secreto más
En 2005, Melina fue diagnosticada con VIH. Luciana se enteró recién al final. La información fue ocultada por toda la familia, una vez más bajo la idea de protección.
Hubo internaciones en Santiago y en Buenos Aires, idas y vueltas constantes al hospital. "Estaba un tiempo bien y volvía a empeorar", recordó Luciana, que acompañó sin conocer toda la verdad.
El quiebre: la charla que liberó a ambas
La conversación más importante llegó en Año Nuevo de 2017. Ya adulta, Luciana decidió hablar. "Yo te acepto tal y como sos. Sé libre, sé feliz", le dijo mientras bailaban.
Ese momento lo cambió todo. Melina lloró, respiró distinto. "Se sacó la mochila de encima", recordó su hija. Desde entonces compartieron maquillaje, charlas sinceras y una libertad tardía. "Si mi hija me acepta, no me importa lo demás", repetía Melina.
La despedida: el último pedido
En sus últimos días, Melina tenía un deseo: ser aceptada por su madre. Quería irse con esa certeza. Le pidió que la abrazara y le dijera que sí, que era mujer.
"Mi abuela se acostó con ella y le dijo que sí, que la amaba", contó Luciana. Melina pudo cerrar los ojos en paz.
Murió el 10 de diciembre. Fue enterrada el 11. El 12 era el cumpleaños de Luciana. Una fecha que la atraviesa para siempre.

El presente: orgullo, memoria y militancia
Hoy, con 27 años, Luciana milita por los derechos de las personas trans, travestis y transgénero. Lo hace desde la memoria de Melina y desde las historias que se repiten. "Levanto la bandera diciendo que tengo un papá que fue una mujer trans", afirma con orgullo.
El 20 de noviembre, Melina fue homenajeada en Santiago del Estero como una de las primeras militantes por la diversidad sexual. Luciana ya no se esconde. Y cada vez que nombra a su papá, lo hace con la convicción de que contar esta historia también es una forma de reparación.








