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EL LIBERAL . Santiago

Santiago Inolvidable: la obra de monseñor Jorge Gottau

18/09/2016 00:29 Santiago
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Santiago Inolvidable: la obra de monseñor Jorge Gottau Santiago Inolvidable: la obra de monseñor Jorge Gottau

Un buen día,

recibí una llamada

telefónica

del propio

monseñor

Gottau, para

que le realizara

una película

documental

referida a

su diócesis,

que por supuesto acepté encantado.

Entonces el obispo me dijo que fuera

a Añatuya, con ropas para unos 15

días, cosa que me extrañó, ya que consideraba

que con uno o dos días bastaba

para filmar en esa ciudad, pensando

que la diócesis, se limitaba a ese ejido,

sin saber que ocupaba la mitad de

la provincia al este del río Salado con

una superficie de 68.000 Km2

No bastaron esos 15 días, para registrar

las innumerables obras, sociales

y pastorales, que realizara este

prelado, con la invalorable ayuda

de los sacerdotes Antonio Baseotto y

Emilio Elizalde, quienes de la nada y

con mucho ingenio, convirtieron en

un vergel, la diócesis más pobre y extensa

del planeta.

Cuando llegué al Obispado, en

1976, sólo habían pasado 15 años de

su creación, y ya encontré tantas realizaciones,

que me asombraron, por

su diversidad, magnitud y sentido

humanitario, que estoy seguro que

pocos santiagueños conocen.

Comencé a filmar en la ciudad de

Añatuya, la sede del Obispado, la

Catedral, capillas barriales, monasterio

de clausura, hogares de ancianos,

cotolengos, jardines de infantes, colegios

primarios y secundarios, dispensarios

médicos gratuitos, servicios

de odontología, análisis y rayos,

farmacias, talleres de costura y cerámica,

clubes deportivos, bibliotecas,

casas de retiro espiritual, asistencia

diaria de alimentos a no videntes, entrega

de vestimentas, construcción

de barrios enteros por ayuda mutua

y muchas otras cosas más.

Al tercer día, acompañé al obispo

en su recorrida periódica a todos los

rincones de su diócesis, en una camioneta,

repleta de suministros, por

polvorientos caminos. En cada punto

que parábamos se interesaba por

las necesidades de los pobladores, y

a los niños les obsequiaba golosinas,

que en realidad eran praliné de soja

con proteínas. En cada localidad,

oficiaba una misa, daba clase de catequesis,

controlaba la ejecución de

obras y el funcionamiento de los servicios

sociales y espirituales. En cada

población, por más pequeña que

fuera, se instaló una posta sanitaria,

para brindar primeros auxilios y remedios

de toda clase, talleres de tejido

y mecanografía, para posibilitar

una salida laboral a la juventud, todo

atendido por abnegadas monjitas

europeas, que dejaron sus hermosos

países para servir en estas desoladas

tierras.

En Quimilí me sorprendió un colegio

secundario modelo, con elementos

didácticos, que no he visto en

establecimientos oficiales, en Campo

Gallo, una escuela industrial, con inmensos

talleres, dotados de importantes

maquinarias, en Monte Quemado

hasta un seminario y en San

José del Boquerón un monasterio. He

filmado a monjitas montadas en una

zorra, para llevar agua a una viejita

en medio del monte y a otras cruzar

el río Salado por un precario puente

de sogas, con sus bicicletas a cuestas.

Numerosos sacerdotes extranjeros y

argentinos, atienden en 311 iglesias y

capillas de 23 parroquias.

Fue primordial la preocupación

de monseñor Gottau por mejorar los

hábitos de alimentación y comportamiento

de los pobladores, enseñando

a cultivar legumbres en huertos

propios, plantar flores, edificar sus

hogares por esfuerzo propio y que

sus hijos tengan una buena educación.

Por iniciativas del propio obispo

Jorge, se construyeron los canales

que proveen de agua potable y riego

a una vasta zona que carecía del vital

elemento.

En esos años, como no existían

los teléfonos celulares, las comunicaciones

se hacían por una red de radios

con la central en Añatuya, desde

donde se atendían los requerimientos

con gran eficacia y celeridad. La mayoría

de estas concreciones se obtuvieron

gracias a donaciones, gestionadas

por monseñor Gottau en organizaciones

caritativas alemanas. Otra

faceta del obispo, es su visión y capacidad

creativa, concretando la Colecta

Más por Menos a nivel nacional,

para ayuda de las diócesis más carenciadas,

utilizando, en un principio

para su difusión, carteles con fotos

de Pedro Raota, el mejor fotógrafo

del mundo.

En el año 1979, tuve la inmensa

suerte de encontrarme en Roma, con

monseñor Gottau, quien me facilitó

un lugar preferencial en la audiencia

papal de Juan Pablo II, desde donde

pude filmar la bendición impartida

junto al otro obispo de Santiago,

monseñor Manuel Tato, imágenes

que atesoro con gran cariño.

Actualmente se está gestionando

la canonización de monseñor Jorge

Gottau, y como para ser santo se

requiere comprobar al menos un milagro,

yo creo que he sido testigo, no

de uno sino de cientos de ellos, al ver

a un cieguito recibir su sustento, a

un niñito minusválido, atendido por

una cariñosa religiosa en un hogarcito

digno, a una viejita desdentada, en

su humilde rancho recibir la visita de

una monjita, y a varias generaciones

de jóvenes tener un promisorio futuro.

Nunca nadie hizo tanto con tan

poco.

No puedo dejar de sentirme

un privilegiado, al haber

conocido a un hombre

de Dios y su magnífica

obra y haber gozado de

su amistad y deferencia.

No cualquiera

tiene por cliente a

un santo. l

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