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Reformas estructurales: escepticismo con respecto a sus resultados

18/11/2017 20:14 Economía
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Reformas estructurales: escepticismo con respecto a sus resultados Reformas estructurales: escepticismo con respecto a sus resultados

Pasaron las elecciones. En línea con lo declarado por el Presidente, el Gobierno está inmerso en tiempos de “Reformas Permanentes”. En este sentido, se trabaja más que nunca en medidas de política económica. Este comportamiento revela que el discurso electoral, que sostenía “necesitamos un buen resultado electoral para tomar medidas de fondo y cambiar”, era verídico.

En este marco, el Gobierno está encarando en forma simultánea cuatro reformas económicas: i) acuerdo con provincias ii) tributaria, iii) laboral y iv) previsional. Al mismo tiempo, luego de las elecciones el BCRA volvió a endurecer su política monetaria (subir tasa) para intentar reducir las expectativas de inflación, revivir el proceso des inflacionario hoy abortado y bajar la inflación para poder cumplir meta 2018 (10%) y 2019 (5%).

Todo el paquete de reformas debería apuntar a resolver el problema de fondo de nuestra economía que puede ser resumido de la siguiente forma: “falta de crecimiento y empobrecimiento constante durante muchos años”.

El país no crece y en consecuencia su riqueza (PBI per cápita) se reduce. La falta de crecimiento hace que Argentina cambie el tren del desarrollo económico por la carreta del empobrecimiento. Hace años que venimos perdiendo una gran oportunidad por no crecer. En este sentido, Argentina podría tener un PBI per cápita +26,8% mayor que en 2008, pero en contraposición tiene presente un -2% más bajo que hace 9 años atrás. Actualmente, el PBI per cápita es -7,5% más bajo que en 2011.

Para que el actual “reformismo permanente” sea bueno, todo su paquete de reformas tiene que servir para arreglar los problemas de fondo que atentan contra el crecimiento. La falta de crecimiento tiene origen en que se invierte muy poco y mal, y, en consecuencia, no se gana productividad ni se crean puestos de trabajo, por lo cual el desempleo y el poder adquisitivo del salario tienen tendencia alcista y bajista; respectivamente. Con estas dinámicas, la economía no crece y somos cada vez más pobre.

En concreto y pocas palabras, el actual “reformismo permanente” servirá y será positivo si y sólo si corrige todos los elementos que hacen que los privados no inviertan, caso contrario estaremos desperdiciando balas de plata, oro y/o algún otro metal precioso. O sea, desperdiciando una nueva oportunidad histórica.

Y los privados no invierten porque “no es negocio” invertir, ya que una parte excesiva (muy mayor que en los países competidores) de la riqueza generada va “a parar” a mantener a un Estado gigante que los asfixia. Argentina no crece porque tiene una estanflación de oferta agregada por asfixia estatal.

Con un déficit fiscal de 9,6% del PBI (7,0% de Nación + 0,6% de Provincias + 2,0% de Cuasi Fiscal del BCRA) en 2017, el ahorro nacional (14,8%) apenas alcanza para financiar (un poco más que) las amortizaciones, con lo cual no se puede invertir para ampliar la capacidad de producción de la economía. Paralelamente, la Inversión Extranjera Directa (IED) es diez veces menos que la que Argentina tenía históricamente en la región. Sin ahorro doméstico, no puede haber inversión argentina. Sin ahorro internacional, no habrá IED suficiente. Sin inversión suficiente, no habrá creación de empleo y crecimiento suficiente.

En pocas palabras, el “reformismo permanente” debe corregir los elementos que desincentivan la inversión, la ampliación de la capacidad de producción y los factores que atentan contra los deseos de los empresarios de intentar ganar plata en la Argentina. Básicamente, para ser exitoso el “reformismo permanente” debe empezar por achicar el Estado y bajar el gasto.

El éxito del “reformismo permanente” pasa por empezar por una reforma del Estado. Sin reforma del Estado, todas las otras reformas (tributaria, laboral, previsional) pasan a ser voluntarismos ineficaces que dilapidan una oportunidad.

Sin reforma del Estado, la reforma tributaria difícilmente sirva para incentivar la inversión y la productividad en la magnitud que nuestra economía necesita.

Paralelamente, sin reforma del Estado, la reforma laboral difícilmente sirva para crear muchos nuevos puestos de trabajo. Igualmente, sin reforma del Estado, la reforma previsional (que sí hay que hacerla) muy probablemente terminará sólo sirviendo para seguir financiando un Estado asfixiante. Sin reforma del Estado, todas las otras reformas dejan de ser balas de plata y oro convirtiéndose en perdigones tirados al aire.l

 

(*) Economista,

directora de E&R


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