Don Bartolo: el patriarca de la república moderna Don Bartolo: el patriarca de la república moderna
Bartolomé Mitre nació el 26 de junio de
1821, en la casa ubicada en la esquina
de Lavalle y Esmeralda, a metros de la
iglesia San Nicolás de Bari, que se encontraba
donde hoy se yergue el Obelisco
porteño. Fue bautizado allí dos días después, siendo
su padrino el viejo director supremo José Rondeau.
Sus padres eran Ambrosio y Josefa Martínez. En la sangre
de Bartolo confluían herencias griegas, irlandesas y
españolas. Ambrosio Mitre se trasladó, con su esposa y
sus tres hijos varones (en 1833 llegará la niña), a Carmen
de Patagones durante los tiempos de la guerra contra
el imperio del Brasil. Don Ambrosio era el tesorero del
fuerte. La flota brasileña intentó, el 7 de marzo de 1827,
tomar el más austral enclave militar argentino, y sufrió
una derrota espantosa donde perdieron todas las naves y
sus tripulaciones fueron tomadas prisioneras. Entre los
defensores se contaron Ambrosio y su hijo Bartolomé,
que así tuvo su bautismo de fuego.
Bartolomé fue enviado más adelante a la estancia de
Gervasio Ortiz de Rozas, en los pagos de Chascomús, para
participar de las tareas campestres. Pero el hermano
de Juan Manuel de Rosas se lo devolvió a Ambrosio diciéndole:
“Dígale a Don Ambrosio que aquí le devuelvo
a este caballerito, que no sirve ni servirá para nada, porque
cuando encuentra una sombrilla se baja del caballo
y se pone a leer”. Aparece aquí una de las condiciones de
quien iba a ser el primer presidente constitucional de la
República unificada: su voracidad de lector autodidacta.
Su ambición intelectual será manifiesta en la escritura
de poemas, las expediciones arqueológicas, su condición
de traductor, e incluso es curioso que haya compuesto
un tango al que llamó “El Monito”.
SUS EXILIOS Y EL ESTADO DE BUENOS AIRES
La situación política del país comienza a enrarecerse
y Ambrosio decide partir al exilio en el Uruguay. Bartolomé
comienza a incorporarse a las luchas políticas del país
oriental, participando de las batallas de Cagancha, junto a
Fructuoso Rivera y de Arroyo Grande. Fue parte del sitio
de Montevideo, donde conoce al caudillo italiano Giuseppe
Garibaldi, de quien imitará su peinado de allí en adelante.
En 1846 viaja exiliado a Bolivia, donde se convierte
en el director de la Escuela Militar. Será luego deportado a
Perú, y de allí a Chile. En Santiago conoce a Juan Bautista
Alberdi. Como curiosidad de su estancia en Bolivia, se
lo reconoce como arqueólogo al escribir un libro sobre las
ruinas de Tiawanaku. De Chile lo expulsan y termina llegando
a Buenos Aires luego de la caída de Rosas.
En los tiempos de la organización nacional se enrola
entre los porteños contrarios al Acuerdo de San Nicolás,
encabezados por Valentín Alsina. Durante las luchas civiles
es herido el 2 de junio de 1853 durante uno de los tantos
combates contra las tropas confederadas, en el sitio
de Buenos Aires. Un tiro le pega de lleno en la frente, provocándole
una herida con fractura del hueso frontal, de la
que es operado en el campo de batalla por Ireneo Portela.
Siempre lució el callo (queloide) formado sobre la fractura.
No permitió de ese momento en adelante que le tomaran
fotos con la cabeza descubierta y mandó confeccionar
un sombrero tipo chambergo amplio y liviano que
siempre usaba estando en la vía pública.
Como ministro de guerra comandó las tropas porteñas
en la batalla de Cepeda, el 23 de octubre de 1859,
contra el Ejército de la Confederación, al mando del presidente
Justo José de Urquiza, sufriendo una derrota que
puso en peligro la existencia del estado de Buenos Aires.
Retirado su ejército hacia Buenos Aires, en un hecho casi
desconocido por los argentinos, el canciller del Paraguay,
general Francisco Solano López, medió entre Mitre y Urquiza,
y fue el garante del Pacto de la Unión Nacional, firmado
en la estancia de Terrero, en San José de Flores.
Esto permitió la supervivencia de Mitre, ya que Urquiza
cumplió su palabra y retiró el ejército rumbo a Santa
Fe. Y las negociaciones concluyeron con la aceptación de
Buenos Aires de su condición de provincia argentina.
GOBERNADOR Y PRESIDENTE
Fue elegido gobernador de Buenos Aires. Se reformó
la Constitución Nacional y la falta de acuerdo sobre
los diputados de Buenos Aires, concluyó el 17 de setiembre
de 1861 con la victoria del ejército porteño en Pavón,
batalla que aún hoy se discute por su desarrollo aunque
sus consecuencias fueron definitivas. La República Argentina
se organizaba para siempre unida bajo la misma
Constitución. Fue elegido jefe provisorio del Poder Ejecutivo
y a principios de 1862 fue elegido presidente de la
República. Fue el primer gobernador bonaerense elegido
por el pueblo que llegó a la
presidencia, y el último.
Llegó a la presidencia
el 12 de octubre de 1862, a
los 41 años. Era un liberal
nacionalista. Eligió el segundo
domingo del mes,
para establecer el traspaso
de mando a la usanza
estadounidense: un día fijo
de la semana. A su sucesor
no le gustó la idea. Sarmiento
respetó el 12 de octubre
que hasta hoy es el
día en que más presidentes
asumieron en nuestra
historia. Pudo establecer
la Corte Suprema de Justicia, ofreciéndole la presidencia
a su opositor porteño, el autonomista Valentín Alsina,
que no aceptó el convite. Eso permitió que el santiagueño
José Benjamín Gorostiaga fuera el primer presidente
de la Corte en la historia. Impulsó el orden constitucional
en las provincias, forzando en algunos casos la
situación política a su favor. Desde entonces, el predominio
de los Taboada en la provincia de Santiago del Estero
quedó consolidado por su alianza con el gobierno nacional
de Mitre. Será Santiago, junto a Corrientes, el bastión
de los mitristas en el interior del país.
Sin duda, la guerra de la Triple Alianza, contra el Paraguay,
junto a Brasil y Uruguay es la acción más discutida
de su presidencia. Luego de la invasión paraguaya de
la provincia de Corrientes, la declaración de la guerra fue
inevitable. Pero la decisión de Mitre de encabezar el ejército
aliado directamente en el frente de batalla lo exhibió
como un militar de pocas luces, que terminó cargando
con el peso del desastre de Curupaytí, la mayor tragedia
militar argentina de la historia, con cerca de diez mil
muertos en una carga de infantería.
Este tiempo puso en vilo a su familia, formada por
Delfina de Vedia y sus seis hijos, que permanecieron en
Buenos Aires. Mitre verá morir a tres de sus vástagos, pero
lo ocurrido con Jorge, el hijo adolescente al tiempo del
inicio de la guerra, será su tragedia familiar más horrible.
RETIRO Y POPULARIDAD
No pudo imponer a su candidato, Rufino de Elizalde,
como su sucesor, e intentó volver a la presidencia en
1874, encabezando una revolución que fue aplastada por
el gobierno de Sarmiento, y casi le cuesta la vida. Sentenciado
a muerte por un consejo de guerra, el presidente
Avellaneda, le conmutó la pena por un destierro en Mendoza
y un castigo ejemplar: escribir la historia de San
Martín. Así nació una de las dos obras cumbres de Mitre
como historiador: “Historia de San Martín y la emancipación
americana”. Junto a la “Historia de Belgrano y la
independencia argentina” son la referencia de la historiografía
liberal sobre los tiempos de la fundación del país.
Si bien no se retiró nunca, sus tareas en el diario “La
Nación” y el cariño de la gente, fundamentalmente los
porteños, lo convirtieron en Don Bartolo. Se fabricaron
cigarritos “Mitre”, cervezas “Mitre”, vajillas con su imagen
y las publicidades usaban su recomendación, que era
como palabra santa. El mayor aporte a la elegancia de
Don Bartolo fueron los pantalones “Mitre”, con los bolsillos
delanteros al ras de la cintura, para enganchar la mano
con el pulgar en el cinturón y poder proteger los otros
dedos fácilmente.
Sus sombreros
lo acompañaron
siempre, para
proteger esa
herida de la frente
y por eso casi
no hay fotografías
de la cabeza descubierta
de Mitre.
Hay que recordar
que la foto oficial
como presidente
es la única de un
primer magistrado
de perfil. Don
Bartolo siempre
tuvo algunos detalles
de coquetería.
En 1885 murió
Avellaneda. En
1888 murió Sarmiento.
Así, la opinión pública lo consideró el gran sobreviviente
de las tres presidencias fundadoras de la Argentina
moderna. Era el homenajeado habitual de este
tiempo fundacional. A tal punto, que el día que cumplió
ochenta años, la calle Piedad, en Buenos Aires, vio cambiado
su nombre por Bartolomé Mitre. Y la muerte lo alcanzó
a una edad provecta, poco común en su tiempo. El
21 de marzo de 1906, en su casa de la calle San Martín, falleció
frente a la angustia popular. Fue velado en la Casa
Rosada y el desfile de la gente fue innumerable. Fue
sepultado en el Cementerio de la Recoleta, donde treinta
años después se iba a levantar un mausoleo monumental
para él y su esposa, Delfina. Su primer monumento se levantó
en San Andrés de Giles. En el centenario de su nacimiento
se inauguraron centenares de placas de bronce
en todo el país, en las calles que llevan su nombre.